Un nuevo inicio para Europa - Alfa y Omega

Un nuevo inicio para Europa

Sin solidaridad el proyecto europeo está muerto, lo cual no significa caer en una burocracia igualadora asfixiante

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Foto: CNS

El Papa no cree que la UE esté al final, sino más bien al principio de su andadura, aunque no se oculta la gravedad de una crisis que obliga a los 27 a relanzar el proyecto. A diferencia de fastos anteriores, el 60 aniversario de los Tratados de Roma no se ha celebrado con espíritu triunfalista. Lo cual no es malo. Como acostumbra a decir Francisco –esta vez la ocasión era especialmente indicada–, toda crisis es una oportunidad «que nos invita a valorar lo esencial y a construir sobre ello». El fracaso en la gestión de la crisis de refugiados debe servirnos de señal de alarma. La solidaridad –reiteró el Papa– es el principio rector de la construcción europea, el antídoto frente a los nacionalismos que devastaron el continente en la primera mitad del siglo XX y que vuelven a asomar hoy en forma de populismos xenófobos. Sin solidaridad el proyecto está muerto, lo cual no significa negar la subsidiariedad ni caer en una burocracia igualadora asfixiante que no respete las peculiaridades de cada país ni la voluntad (o capacidad) de cada cual de integración.

El economicismo y el laicismo son las otras dos amenazas que señaló el Papa. La persona, no los intereses financieros, debe estar en el centro de las instituciones comunitarias. Y la centralidad de esa dignidad humana como mejor se defiende es desde una concepción cristiana del mundo. Así lo creían firmemente los padres fundadores de la Unión. En absoluto significa esto excluir al que piensa diferente. Una Europa que se reconoce en sus raíces cristianas –dijo el Papa– ofrece «la posibilidad de edificar sociedades auténticamente laicas, sin contraposiciones ideológicas, en las que encuentran igualmente su lugar el oriundo, el autóctono, el creyente y el no creyente». No siempre lo han entendido así los dirigentes europeos, suicidamente empeñados a veces en hacer tabla rasa de la historia. Tampoco algunos cristianos, que ven la Unión como una especie de amenaza a las esencias espirituales de Europa, olvidando que, pese a sus muchas deficiencias, el proyecto comunitario representa un gran triunfo de la razón y de la ética frente al cinismo político.