Crónica de las IV Jornadas en solidaridad con las víctimas de una economía que mata - Alfa y Omega

Crónica de las IV Jornadas en solidaridad con las víctimas de una economía que mata

Con una vigilia de oración se clausuraron estas IV Jornadas, que incluyeron una concentración pública y una mesa redonda con testimonios directos de personas que sufren el paro, los desahucios o la discriminación racial

Diócesis de León

Una vigilia de oración que se celebró en la parroquia del Mercado puso fin anoche a las IV Jornadas en solidaridad con las víctimas de una economía que mata que se han celebrado desde el pasado día 27 y que han servido para resaltar el compromiso de toda la Diócesis de León de trabajar «para conseguir un nuevo modelo social». Una idea que se destacó especialmente en la concentración pública que se celebraba en la Plaza de Botines y a la que acudían decenas de personas para arropar un mensaje que se podía leer en la pancarta que después encabezó la marcha hasta la iglesia del Mercado. «¡La persona es lo primero!» rezaba esa pancarta y con esas palabra y con una apelación a todos para «¡que no nos roben la esperanza!» concluía el texto de manifiesto que se leyó y en el que se recordó que después de haber constatado que «son muchas las dificultades que las personas encuentran para mantener su trabajo en el medio rural, para mantener su vivienda, y para encontrar un trabajo o una vivienda por el hecho de ser gitanos» es «necesario crear entre todos un nuevo modelo de sociedad».

«Desde la reflexión y la oración queremos sentirnos enviados por la Iglesia a las periferias de la sociedad para ofrecer el evangelio de Jesús, con un compromiso serio a favor de la vida, la justicia, con un empeño responsable de cambiar las situaciones que generan pobreza y exclusión», se afirmó en este comunicado en el que se invitaba a todos los creyentes a «compartir el sufrimiento de tantas personas y familias y poder así contribuir a humanizar la sociedad». Una petición que se acompañó con la llamada a vivir la vigilia de oración como «una invitación para todos a reconocer, alimentar, agradecer y comunicar la fuente auténtica de nuestra alegría: Jesús y su evangelio como Buena Noticia para la persona y los empobrecidos».

Estas IV Jornadas en solidaridad con las víctimas de una economía que mata habían comenzado el pasado día 27 con una mesa redonda que se celebró en el Salón de Actos de la Fundación Sierra-Pambley en la que se pudo escuchar de primera mano el testimonio de personas que están sufriendo en carne propia los efectos de la crisis. Así, Jesús expuso cómo la crisis ha supuesto un «golpe directo a las pequeñas y medianas explotaciones agrarias» y relató su experiencia como trabajador durante doce en una explotación ganadera de carácter familiar en la localidad de Matadeón de los Otero, «en la que empezamos bien, endeudándonos, pero bien hasta que llegó la crisis empezaron los problemas de los precios y nunca sabías con lo que contaban, no había una línea estable». Ante esta situación comenzaron los problemas de ingresos en la explotación de la que era socio Jesús «y tuvimos que vender una gran cantidad de ganado y pensamos en un sistema ecológico, pero el problema siguió y al final la decisión fue cerrar la explotación. Yo no podía seguir y me quede sin trabajo y con 53 años llevo ya un tiempo largo en paro y ahora es muy difícil encontrar un trabajo».

También en esta mesa redonda ofreció su testimonio Francisco, un joven de 35 años padre de familia de dos hijos, que vio como «en 2008 mi mujer y yo teníamos trabajo y habíamos comprado una casa en 2004 y perdimos el empleo. Teníamos una hipoteca, fuimos al banco para intentar buscar un acuerdo, pero acuerdos no hay ninguno; el banco te quita la casa y punto». Ante esta situación Francisco relató que con su familia tuvo que volver a vivir en la casa de sus padres y asumir «una deuda de 35.000 euros y además de perder la casa tenemos que seguir pagando una deuda con ingresos mensuales de 100 euros porque si no lo hacemos le embargan la casa a mi suegra que fue quien nos avaló». «Me da vergüenza que dejen a tus hijos y a tu familia embarazada en la calle, el banco nunca te ayuda a nada» aseguró Francisco, quien aprovechó para agradecer el «apoyo de la familia, de una señora que nos ayudó mucho y gracias a mi párroco, que se llama Teodoro y a los que debo la vida, porque gracias a ellos ahora tengo un piso y gracias a Cáritas porque allí todos los meses recojo comida para que puedan comer mis hijos».

A estos testimonios relacionados con el problema del paro y los desahucios se sumó en la mesa redonda la intervención de Rocío, una mujer gitana que colabora con el Secretariado de Minorías Étnicas de la Diócesis, quien recordó que «la discriminación de los gitanos en pleno siglo XXI sigue muy vivo en la sociedad a pesar de que este colectivo ha avanzado mucho en su integración social, donde permanecen estereotipos que nos descalifican como malas personas», una situación ante la que Rocío dijo «basta ya» en una intervención que concluyó con el «agradecimiento a Cáritas, que de verdad nos ayuda para pago de recibos y pequeños gastos, una ayuda muy importante en estos tiempos hasta que las cosas mejoren».

Tras estos testimonios directos de personas que están sufriendo en primera línea los efectos de la crisis la directora de Cáritas Diocesana, Beatriz Gallego, realizó una exposición del reciente Informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España «donde se constata que lo que estamos sufriendo no es la consecuencia de una crisis pasajera y puntual, sino la consecuencia, ya anunciada, del cambio de modelo social, que con anterioridad a la crisis, estaba programado. La crisis no es más que el pretexto utilizado para pasar de un modelo de contrato social, base de la estructura de bienestar, a otro de contrato mercantil, donde incluso, la dignidad de la persona está sometida a las leyes del mercado» apuntó Gallego, quien recordó que «la población excluida en España abarca a casi 12 millones de personas y la precariedad afecta a ámbitos como la vivienda, el trabajo y la salud». A estas circunstancia Beatriz Gallego añadió «el crecimiento de la desigualdad social ha aumentado el empobrecimiento para muchos, y se ha incrementado desmesuradamente la acumulación de riqueza en pocas manos».