El religioso al que dieron por muerto, apareció andando, y posteriormente descuartizaron - Alfa y Omega

El religioso al que dieron por muerto, apareció andando, y posteriormente descuartizaron

José Calderero de Aldecoa

José Ibañez Mayandía era el superior de la Casa Provincial de la Congregación de las Misiones en el año en que estalló la Guerra Civil.

El domingo 26 de julio, después de poner a salvo a toda la comunidad, fue a decir Misa a las 6 de la mañana al hospital de enfermos de las Hijas de la Caridad, que estaba comunicado con el Ateneo Libertario de Chamberí.

Al llegar, José Ibañez fue detenido y sus captores le metieron una pistola en el bolsillo. Simulando encontrársela, le preguntaron: «¿Esto para qué lo llevas, para repartir avemarías?».

Tras su detención, «el gran misionero» —como lo califican sus hermanos de comunidad— fue ultrajado delante de los enfermos del hospital de las Hijas de la Caridad. Acto seguido, se lo llevaron al campo, donde sus asesinos le dieron por muerto.

Un día después, el lunes 27 de julio, sus asesinos fueron a matar a otro religioso y se encontraron que José venía andando por la calle Francos Rodríguez. Perplejos, lo volvieron a llevar al Ateneo de Chamberí y allí, uno de los dirigente —que era carnicero— lo descuartizó.

El carpintero de la comunidad

Manuel Trachiner también pertenecía a la Congregación de las Misiones. Él era el carpintero de la comunidad de Hortaleza. Fue detenido por el Comité de Canillas el 20 de julio de 1936. Su delito, por el que fue asesinado ese mismo día, fue llevar en la maleta su sotana y el crucifijo de misionero.

Los asesinos abandonaron su cuerpo junto al Ateneo Libertario de Ventas. Manuel fue uno de los primeros religiosos asesinados durante la persecución en Madrid.

Por confesar

Dos meses más tarde, otros dos compañero de la congregación —Ponciano Nieto y Maurilio Tobar— sufrieron la misma suerte, al ser descubiertos refugiados en casa de Julia Angulo Pozas, que vivía en el tercer piso de un inmueble situado en la calle Abascal, número 27.

Los vecinos de Julia reconocieron a los refugiados como sacerdotes por el trasiego de religiosas y fieles que iban a la casa a confesarse y recibir la eucaristía —todas las iglesias de Madrid estaban cerradas al culto desde el 19 de julio de ese mismo año—.

Al ser descubiertos, los milicianos acabaron inmediatamente con la vida de Ponciano y Maurilio por su condición de religiosos. También asesinaron a Julia, por darles refugio.

Todos ellos fueron reconocidos como mártires el pasado jueves 23 de marzo cuando el Papa Francisco firmó el decreto de martirio en el que figuran otros 29 compañeros de congregación y seis laicos de la Asociación de la Medalla Milagrosa.