Kafka en Seúl - Alfa y Omega

Kafka en Seúl

Maica Rivera

El premio Man Booker International 2016 es la prestigiosa etiqueta con que se presenta esta novela brutal. Se trata de la historia-pesadilla de Yeonghye a través de las impresiones de su estúpido esposo, su degenerado cuñado y su bondadosa hermana. A ella, la protagonista enloquecida, apenas la escucharemos; solo nos hablará desde los terribles sueños que la trastornan, semibestializada en escenarios agrestes, negros y sanguinolentos. El tremendismo de estos pasajes oníricos le desatará una crisis nocturna entre el sonambulismo y la catatonia –más adelante será insomnio crónico–. Hay que hacerse cargo de esa escena impresionista de camisón ligero y gélida soledad en la oscuridad de la cocina frente al frigorífico blanco. Precede a la conversión de Yeonghye un vegetarianismo radical que la enfrentará violentamente con todo el entorno hasta conducirla a un intento de suicidio, previo a su divorcio, y al abuso por parte del marido de su hermana mayor quien, en contrapartida, la cuidará hasta el final superando el propio miedo a una locura si no hereditaria, sí, en cierto modo, contagiosa.

Este relato en tríptico abarca tres años de tormento personal y familiar al borde de un surrealismo pretencioso que estira la naturaleza como una broma taoísta o un chiste cruel sobre el retorno del hombre al primitivismo para recuperar lo esencial. Narrado en una prosa extraordinaria, solo es apto, no obstante, para sensibilidades recias. Exige una alta comprensión alegórica para saltar los aspectos más banales o explícitamente sexuales del capítulo intermedio, el del cuñado, en aras de alcanzar metáforas sobre las carencias de las personas para configurar su identidad y la vulnerabilidad que sufren a la hora de defenderla a contracorriente en nuestro tiempo.

¿Por qué otras razones esta obra promueve reflexiones urgentes? Porque literariamente es muy representativa de los riesgos aniquiladores de un aquí y ahora que sea desprovisto de toda piedad con el prójimo. La surcoreana Han Kang, a pesar de recrearse excesivamente en el morbo de la carnalidad –literal–, podría valernos un rato de Kafka actual, en coordenadas, no lo olvidemos, afortunadamente femeninas. Es también esta una crónica de la alienación del ser humano contemporáneo a causa de tensiones sociohistóricas mal gestionadas y convenciones huecas, como el matrimonio sin amor, que le condenan a la incomunicación. Pero la transformación va más allá de las fases kafkianas que experimenta Gregor Samsa en su clásica metamorfosis: se prolonga la agonía del personaje, hasta la desintegración, pasando no solo por la condición de animal (Yeonghye llega a ser muy salvaje) sino también por la vegetal (Yeonghye concita una suerte de fotosíntesis, desnuda al sol) y mineral (Yeonghye se pierde en la montaña).

¿Dónde queda el rastro de lo humano? En un niño, Jiwu, sobrino de Yeonghye, que hace reír a su madre en medio de la confusión y que repite payasadas para hacerla feliz. Tres líneas de oxígeno en plena asfixia hasta el paroxismo, tiempo que estás páginas calculan para ver marchitarse la flor a la que solo el agua no basta.

La vegetariana
Autor:

Han Kang

Editorial:

:Rata_