«Desde el cielo, seguís empeñados en nosotros» - Alfa y Omega

«Desde el cielo, seguís empeñados en nosotros»

«Eres una belleza para Dios». Éste es el mensaje que, durante toda su vida y, sobre todo, en su enfermedad, Juan Pablo II transmitió a las personas enfermas. 20 españoles, casi en su totalidad en silla de ruedas, querían acompañarle en su día grande. No pudieron ir a Roma, pero lo vieron desde Fátima, arropados por la Madre y cuidados por la Hospitalidad Jesús de Nazaret

Cristina Sánchez Aguilar
Una de las paradas en el Via Crucis de Fátima

«Nunca, en tan poco tiempo, había sentido como mi ser se desbarataba. Fue durante el vía crucis. Al conocer la vida de Francisco, Lucía y Jacinta, pensaba por qué tenemos que sufrir para llegar a Él. No había terminado de preguntármelo, cuando me vi completamente confundida… Sólo supe decirle a la Virgen de Fátima que yo sí quería estar allí, que yo sí quería pintar sus sueños, consolar su tristeza. Yo sólo quería contemplar con amor, para abrazar el rencor, la tristeza, la apatía, y hacer oración por todas esas personas que viven, día a día, con el profundo dolor que nos hacemos a nosotros mismos. Sentí que la Virgen me quería allí, porque ella me miraba desde el Amor. La grandeza de Dios se hace patente al sentir que sólo una mirada lo puede cambiar absolutamente todo. Sentí que insistías una vez más, Madre, en que, desde el cielo, seguís empeñados en nosotros».

Ella es una de las 20 personas con dificultad que peregrinaron, el pasado fin de semana, hasta Fátima, en Portugal, para seguir la beatificación de Juan Pablo II desde la explanada del Santuario -ante la imposibilidad de ir a Roma, por cuestiones logísticas-. Acompañados de 19 voluntarios de la Hospitalidad Jesús de Nazaret, los peregrinos han compartido su esperanza, y también su sufrimiento, con el nuevo Beato, que durante su vida supo estar siempre cerca de los que más sufrían.

«Encantada de ir a Fátima. Gracias por cuidarme tanto», escribía, no sin dificultad, una chica con parálisis cerebral. «Quiero dar las gracias a todos, porque he recibido muchos dones. Y, espiritualmente, ha sido grandioso», contaba otro de los peregrinos a la vuelta, en el autobús que les traía, de nuevo, a Madrid. «Me he dado cuenta de que estoy muy apegada a la tierra. Y de todo lo que sufre la Virgen por nosotros…», explica una mujer, en silla de ruedas. Éste es el resultado, el que el Beato Juan Pablo II habría querido: la importancia de María, sobre todas las cosas. 20 personas con grandes dolores, físicos y de corazón, han venido pletóricos de amor de su Madre. Lo pudieron comprobar desde todas partes del mundo: el quinto misterio del Rosario, en la Vigilia del Circo Máximo, se rezó desde Fátima, en conexión en directo con Roma.

Una de las peregrinas baja del autobús

Hace unos días, la enfermera Rita Megliorin, quien estuvo al lado de Juan Pablo II en los últimos meses de su enfermedad, declaraba que el nuevo Beato «ha dado dignidad al misterio del dolor», porque «ha hecho propio el sufrimiento de los demás». Según la enfermera, Juan Pablo II «no se lamentó jamás», sino que, al contrario, «pedía que se rezara con él por los otros enfermos del hospital».

El nuevo Beato fue quien inspiró a doña Ana Palacios, la directora de la Hospitalidad Jesús de Nazaret, para enfrascarse en esta tarea: recordar la dignidad del ser humano, por encima de toda dificultad: «El Papa Juan Pablo II ha sido la mano que me ha dado la Hospitalidad de Nazaret. Los cuerpos lacerados necesitan la misericordia de Dios, y Juan Pablo II nos ha enseñado eso, que Dios está con nosotros, que para Él somos una belleza».

Al finalizar la celebración, resonó en la explanada la voz del Beato Juan Pablo II en su última visita al santuario mariano, con motivo de la beatificación de Jacinta y Francisco: «Querido hermano enfermo, si alguien o algo te hace pensar que has llegado al final del camino, ¡no le creas! Si conoces el Amor eterno que te ha creado, sabes también que, dentro de ti, hay un alma inmortal. Existen varias estaciones en la vida; si acaso sientes que llega el invierno, quiero que sepas que ésta no puede ser la última estación, porque la última será la primavera de la Resurrección».