Martínez Izquierdo, obispo y senador - Alfa y Omega

Martínez Izquierdo, primer obispo de Madrid-Alcalá (1885-1886) creyó siempre en la Iglesia con pasión, amó la austeridad aún a riesgo de exagerar, pensó que un obispo es necesariamente un servidor de la sociedad concreta, fingió creer en la frivolidad y en las maneras de la política –que indudablemente no le gustaban– como en un trámite o como en un cauce adecuado para la reflexión pública. Gustó siempre del silencio y del estudio asumido ya desde seminarista en Sigüenza, opositó a canonjías que nunca ganó, promovió e imaginó el conjunto de su misión episcopal, primero en Salamanca y después en Madrid, como una constelación de restauraciones. Una constelación (no hay que negarlo) brillante, abundosa, magnífica, sorpresiva, reiterativa, plena de iniciativas…, la restauración de los dominicos en San Esteban, de los jesuitas en la Clerecía, de los/las carmelitas en Alba de Tormes y Ledesma, de los agustinos, de las Siervas de San José, de las Hijas de Jesús, en Salamanca y la reorganización de parroquias en Madrid, como el nacimiento de su seminario, la creación de su catedral de la Almudena, por ejemplo.

Narciso Martínez Izquierdo (Rueda de la Sierra, Guadalajara, 29 de octubre de 1830 – Madrid, 19 de abril de 1886) es, para muchos, el prototipo de obispo del Antiguo Régimen, dentro del pontificado de Gregorio XVI y Pío IX, y aún de obispo de la Restauración de Alfonso XII, engarzado al pontificado ya de León XIII

Plural en todo, Martínez Izquierdo llenó tan absolutamente la Restauración alfonsina, que en un momento dado –y bajo el pretexto de que lo protegió ese sistema político– hay que dejarlo a un lado para intentar ver todo lo demás. Así, el sexenio revolucionario (1868-1874) en Granada, como mano derecha del arzobispo Bienvenido Monzón, pero también como diputado en el Congreso desde 1871 por su circunscripción natal, la de Molina de Aragón. Así, su presentación para obispo de Salamanca por el presidente de la Primera República, Emilio Castelar, como su ordenación episcopal el 31 de enero de 1874 y su dedicación total a la diócesis salmantina y también a la de Ciudad Rodrigo como administrador apostólico durante más de diez años. Así, su elección como senador por Guadalajara con Molina, como se decía entonces, en 1876 y desde 1877 por Valladolid, siendo reelegido en 1881.

Extraño destino

Si la vida es lo que jamás resulta, Martínez Izquierdo, propuesto el 9 de marzo de 1885 para primer obispo de la recién creada diócesis de Madrid-Alcalá, sería arrastrado por la marginalidad y la sombra de las circunstancias. Desde el 3 de agosto de 1885 se dedicó con brío en Madrid a la organización del Cabildo, las misiones populares, las catequesis. Se acercó al arrabal en La Guindalera y en el «todo Madrid» de la periferia, gusaneado por el cólera y la muerte, y saludó y convivió de cerca las penas de sus nuevos diocesanos, como ya en Salamanca había compartido la vida difícil de los jóvenes aprendices creando un protectorado, consolidando los Talleres de Nazaret para chicas, consolidando colegios mayores y hospitales.

Foto: La Ilustración Española y Americana

Herido de bala por un sacerdote perturbado el 18 de abril de 1886, fallecía al día siguiente, 19 de abril, en la misma catedral de San Isidro, hoy parroquia de Nuestra Señora del Buen Consejo. Destino extraño el de Martínez Izquierdo: sepultar su vida desbordante en el servicio y empaparse un poco con la dignidad del perdedor, del sabio, del atípico. Nada de extrañar que haya quedado olvidado en una borrosa tumba en San Isidro. Le debemos mucho (y apenas lo hemos pagado) a Martínez Izquierdo.

Francisco Rodríguez de Coro
El autor participó en una jornada en la Universidad San Dámaso sobre Martínez Izquierdo. Diputado, senador y primer obispo de Madrid-Alcalá (1830-1886). Ha publicado en Edibesa un libro con ese mismo título