Comienza la Misión Madrid - Alfa y Omega

Comienza la Misión Madrid

Arranca la Misión Madrid. El cardenal Rouco la inauguró el domingo 30 de septiembre, con la celebración de la Eucaristía en la explanada de la catedral de la Almudena, ante unos 4 mil fieles. Era el colofón a la peregrinación que, durante el fin de semana, han realizado más de mil personas de la diócesis al Santuario de Fátima. La Misión Madrid es la respuesta que va a dar, en los próximos cursos, la Iglesia en Madrid, al llamamiento del Papa a la conversión y a la evangelización, que son los dos ejes del Año de la Fe. Éstas son las palabras del cardenal Rouco durante la homilía:

Redacción

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Con esta celebración eucarística, comienza Misión Madrid. Se trata de una acción extraordinaria, desde el punto de vista pastoral y apostólico de la Archidiócesis de Madrid, que quiere poner en marcha para responder a la llamada del Señor que hemos escuchado claramente formulada a través de la voz del Papa, que invita a la Iglesia a vivir un Año de la fe como una oferta de nueva evangelización.

Me alegro mucho de que concelebren conmigo los obispos auxiliares, un madrileño que es Nuncio en Kazajstán [monseñor Miguel Maury], los señores vicarios episcopales, los arciprestes, muchos sacerdotes, con presencia de los seminaristas. Me alegra sobre todo la presencia de tantos fieles que están aquí hoy en este atardecer de un domingo suave de otoño para sintonizar con nosotros en este gran empeño de Misión Madrid.

Saludo de modo muy especial al grupo de peregrinos que nos acompañaron en actitud y disposición de peregrinos penitentes al Santuario de Fátima. El viernes salió la peregrinación, tuvimos la ocasión de vivirla con toda la riqueza espiritual que se desprende de aquel lugar, una historia para la Iglesia contemporánea y para nuestro tiempo también.

Han hecho un sacrificio, ha sido una peregrinación simbólica de la Archidiócesis de Madrid al Santuario de Fátima y como preludio espiritual, pastoral, fraterno, de esta celebración de hoy con la que comenzamos Misión Madrid.

Misioneros por naturaleza

Una acción extraordinaria de misión. En realidad la Iglesia es misionera por esencia, por naturaleza, por finalidad. Un cristiano es misionero por esencia, por naturaleza, por finalidad. Deben de ser siempre testigos del amor de Cristo, de la verdad de Cristo, de la esperanza de Cristo y testigos del amor de Cristo. Y la Iglesia es la realidad visible, estructurada, organizada como una gran comunidad, con sus ministerios, sus carismas, con los ministerios que el Señor ha instituido, el Primado de Pedro, los obispos, el sacramento del orden de los sacerdotes, con vocaciones diversas, a la vida consagrada, al matrimonio, a la familia, pero toda ella, al final, debe aparecer como un signo a través del cual lo hombres sientan y conozcan que Cristo ha venido a su encuentro, les ha salvado y les salva, y así se a una especie de servicio y de instrumento para que todos los hombres se sientan unidos con Dios en Cristo, y así, entre sí.

Eso que es la Iglesia ordinariamente, queremos mostrarlo de una forma de entrega, de ejercicio de nuestra entrega, de nuestra vocación y misión extraordinariamente para Madrid y para la Iglesia, en comunión con la iglesia, con todas las diócesis de España, con la Iglesia universal con el Santo Padre.

El tiempo urge

El tiempo urge, y los tiempos urgen. La venida de Cristo ya fue la llamada, el toque de atención decisivo de Dios al mundo para que se convirtiese. Con Él y desde Él, el tiempo urge a todo el mundo y toda la humanidad y todos y cada uno de nosotros, los que hemos sido bautizados, los que hemos creído, desde que nuestra vida desarrollando en etapas distintas, formas diversas. El final del tiempo para cada uno de nosotros es escaso, por mucho que vivamos. El final del tiempo no tardará mucho, pero tampoco para la humanidad, es un tiempo de salvación, Dios se ha hecho uno de nosotros, y ha dado todo por nosotros, su cuerpo, su sangre, su vida, para que podamos reencontrar de nuevo el camino de Dios y así también el camino del hombre.

Desde hace siglos, nuestra época ha vivido mucho la tentación de querer separar al hombre de Dios y querer hacer del hombre la medida de todas las cosas, pero no lo es ni visto individualmente, ni visto en relación social, ni comunidad estado. Y siempre que en la historia lo ha intentado ser, el tiempo se ha vuelto malo, enemigo, hostil, se ha hecho presagio de muerte más que de vida. Eso que ocurría antes de Cristo, por eso los profetas le urgían que no rompiese con Dios aunque veían que en el horizonte Dios había hecho más de lo que había hecho entonces. Después de Cristo la urgencia es máxima. Dios no puede hacer más por nosotros que habernos entregado a su Hijo. Si es así siempre, en cualquier momento de la historia, en este tiempo nuestro muy gravemente, podíamos enumerar unos hechos: la perdida de la fe en los países de gran tradición cristiana, también en España y Madrid. Una situación de la sociedad y del hombre llena de crisis, todos experimentamos: la crisis económica, la falta de trabajo, la pérdida de trabajo, la escasez de medios, la pobreza, el dolor el sufrimiento. Después los males de siempre, en cualquier época bonanza económica, nos sorprende la enfermedad y la muerte.

Otro fenómeno de crisis que nos aflige mucho que es la crisis del matrimonio y de la familia, de la vida, ¿si no somos capaces de dar vida, seremos capaces de dar otras cosas? Podemos citar más ejemplos para comprobar que el tiempo urge para ofrecer de nuevo a Cristo. Juan Pablo II en la vigilia mariana con los jóvenes en 2003 les decía testigos de la verdad de Cristo proponiéndolo, no imponiéndolo. Ese es el método de la misión, proponiéndolo con palabras, ideas, cultura, pensamiento, con el arte. El es el logos de Dios hecho carne por nosotros, hay que darlo a conocer en toda su verdad. Por eso, los pecados contra la fe son especialmente graves, porque atentan contra el contenido mismo de lo que se anuncia y afectan a la verdad de lo que se anuncia.

Tenemos que comunicar la verdad, sin miedo

El Papa decía en el Sínodo de Madrid en el año 2005 que el primer deber de la caridad es comunicar la verdad. Tenemos que comunicar la verdad, sin miedo, cuesta. Los primeros apóstoles de la verdad, en sentido estricto de la expresión, ya tuvieron que sufrir el martirio —Esteban, Pablo, los 11 y así hasta hoy— pero morir por Cristo es ganar la vida definitivamente y es sembrar semillas de verdad y fe y de corazón del mundo. La iglesia prosperó ofreciendo la salvación de Cristo, de forma visible y palpable a través de sus mártires, de sus santos.

Nos urge a nosotros evangelizar con la palabra y con las obras, y para ello necesitamos -sobre todo los que estamos muy unidos a esta misión, misericordia, perdón y ayuda del Señor. No hay ninguna época de gran fecundidad apostólica que no pase por una conversión. Nosotros, los consagrados, las consagradas, si no nos convertimos, si no nos entregamos al Señor, ¿quién lo va a hacer? Pero también los seglares, que sienten muy a fondo su vocación, los padres de familia, los matrimonios, las asociaciones apostólicas y realidades eclesiales, si no se dejan ganar por Cristo hasta el fondo del alma, transformar en la forma de pensar, vivir, los problemas de nuestro tiempo, no hay misión, se estanca se paraliza. Cristo es ignorado y el hombre también.

Por eso hemos ido a peregrinar a Fátima porque en ese lugar el 13 mayo de 1917 como una profecía post-cristiana llamó la atención al mundo a través de tres niños, que la Iglesia necesitaba convertirse, invitar al mundo a convertirse, a invitar a rezar el rosario y promover la conversión. En sus mensajes había promesas, de que vendría la paz, se terminaría la guerra, aunque también presagios de malos acontecimientos como fue después la segunda guerra mundial. O de persecuciones contemporáneas de la iglesia, no sólo vistas a través de la figuras sacerdotes con túnicas blancas manchadas de sangre. Era una llamada de atención a la Iglesia de tiempos contemporáneos en un momento en que renacía espiritualmente a fondo, la Iglesia de la que decía, un gran escritor de la época, grandes pensadores, Guardini, empezaba a despertar en las almas.

Podíamos decir hoy que sería muy bueno que la Iglesia empezase a despertar con fuerza apostólica en alma y corazón de los que formamos parte de la archidiócesis de Madrid en los pastores y en los fieles y así con esta palabra, en santidad, después en justicia y entrega apostólica. Fuimos a Fátima para pedirle a la Virgen que nos devolviese a Madrid para iniciar esta misión celebrando la Eucaristía el misterio, que actualiza el misterio de nuestra salvación, la entrega de Cristo, le podemos comer, beber, unirnos a él. Para cualquier intento humano de unir a los hombres. No hay fuente ni realidad más unida que la de la comunión eucarística.

Invocándola a Ella, y poniéndonos bajo su protección. Y a Jacinta y Francisco que el espíritu nos colme de sus dones y gracia y que nos haga testigos suyos porque traerá mucha vida, mucha gracia, mucha esperanza para Madrid y para sus hijos e hijas.