Diez plazas, para diez mandamientos - Alfa y Omega

Diez plazas, para diez mandamientos

Diez plazas para diez mandamientos es el nombre de la iniciativa promovida por el movimiento Renovación en el Espíritu Santo, que se inauguró el domingo 9 de septiembre en la romana Piazza del Popolo. Se trata de una serie de encuentros de evangelización que tendrán lugar a lo largo del año en diversas plazas de ciudades italianas, dentro del contexto del Año de la fe y como exponente de la nueva evangelización promovida por Benedicto XVI. Precisamente por ese motivo, el Papa envío a los participantes en la iniciativa un vídeomensaje, proyectado en las pantallas gigantes de Piazza del Popolo, tal como informó la Santa Sede

VIS

Mandamientos comprensibles para todos

«¿Qué sentido —se preguntó el Santo Padre en un vídeomensaje a los participantes— tienen estas diez palabras, en el contexto cultural de hoy, en el que el secularismo y el relativismo pueden llegar a ser los criterios de cada elección y en nuestra sociedad que parece vivir como si Dios no existiera? Nosotros respondemos que Dios nos dio los mandamientos para educarnos a la verdadera libertad y al verdadero amor, para que podamos ser verdaderamente felices. Son un signo del amor de Dios Padre; de su deseo de enseñarnos el correcto discernimiento entre el bien y del mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo justo y lo injusto. Son comprensibles para todos y, precisamente, porque fijan los valores fundamentales en normas y reglas concretas, cuando el ser humano las pone en práctica puede recorrer la senda de la verdadera libertad (…) que conduce a la vida y a felicidad».

Adorar los nuevos ídolos

Además, Benedicto XVI explicó que, «por el contrario, cuando en su existencia, el ser humano ignora los mandamientos, no sólo se aleja de Dios y abandona la alianza con El: también se aleja de la vida y de la felicidad duradera. El hombre abandonado a sí mismo, indiferente a Dios, orgulloso de su autonomía absoluta, acaba por seguir a los ídolos del egoísmo, del poder, de la dominación, contaminando la relación consigo mismo y con los demás y recorriendo, no senderos de vida, sino de muerte. Las tristes experiencias de la historia, especialmente del siglo pasado, son una advertencia a toda la humanidad». Y concluyó: «Jesús lleva a su plenitud el camino de los mandamientos con su Cruz y Resurrección; lleva a la superación radical del egoísmo, del pecado y la muerte, con el don de sí mismo por amor. Sólo la acogida del infinito amor de Dios, la confianza en Él, el seguir el camino que ha trazado, dan un significado profundo a la vida y abren un futuro de esperanza».