El mejor recuerdo del Concilio - Alfa y Omega

El mejor recuerdo del Concilio

El Papa visitó el lunes el centro de los misioneros verbitas, donde residió hace casi 50 años como perito del Concilio Vaticano II. De aquellos días, guarda «tal vez el mejor recuerdo de todo el Concilio». Participar en la elaboración del decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia ad gentes fue para él «un enriquecimiento espiritual», confesó el Papa, que, en referencia a sí mismo, agradeció que se hubiera invitado, «no sé por qué», «a un teólogo sin gran importancia, muy joven». Así lo ha contado L’Osservatore Romano:

L'Osservatore Romano

Fue una mañana marcada por los recuerdos, relacionados con el período en que era un joven teólogo en el concilio Vaticano II, la que vivió el lunes 9 de julio Benedicto XVI con ocasión de su visita al centro de los misioneros verbitas, junto al lago de Nemi.

Cuarenta y siete años después de participar en los trabajos de la Comisión Conciliar de las Misiones, Joseph Ratzinger ha vuelto a los mismos lugares para encontrarse con los 125 padres capitulares de la Sociedad del Verbo Divino reunidos en el centro que lleva el mismo nombre del decreto del Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia ad gentes.

Una visita privada en la forma, que inmediatamente se transformó para el Pontífice en una ocasión propicia para volver con la mente y con el corazón a aquellas jornadas de las que dijo que conserva un «hermosísimo recuerdo, tal vez el mejor recuerdo de todo el Concilio». Momentos inolvidables vividos en el «verde», al contacto con «el respiro de la naturaleza» y «el aire fresco» en «compañía de tantos grandes teólogos».

Así los recuerdos asumieron los rasgos del rostro de algunos protagonistas de la gran etapa conciliar: el superior general verbita de la época, padre Schütte, un hombre «lleno de dinamismo misionero» que había elegido -como dijo el Papa hablando de sí mismo- «a un teólogo sin gran importancia, muy joven, invitado no sé por qué. Pero era un gran don para mí». Y luego estaban el obispo Fulton Sheen, de quien la Santa Sede acaba de reconocer sus virtudes heroicas, que fascinaba a los presentes con sus discursos vespertinos; el dominico Yves Congar y los grandes misionólogos de Lovaina.

«Para mí fue un enriquecimiento espiritual», comentó Benedicto XVI, haciendo referencia también a la controversia entre la escuela de Lovaina y la de Münster, sobre el fin principal de la misión. Benedicto XVI confesó que no «nunca había comprendido realmente» los motivos de esa controversia, pues en su opinión «todo convergía en un único dinamismo de la necesidad de llevar la luz de la Palabra de Dios, la luz del amor de Dios al mundo y de dar una nueva alegría por este anuncio».

Por último, dirigiéndose directamente a los capitulares presentes, el Papa expresó su complacencia al ver cómo la familia verbita florece en tantas naciones. «Claramente, el dinamismo misionero vive -concluyó-, y vive sólo si se tiene la alegría del Evangelio, si se tiene la experiencia del bien que viene de Dios y que debe y quiere comunicarse».