«La gloria de Dios es la vida del Hombre. Cuídala al volante» - Alfa y Omega

«La gloria de Dios es la vida del Hombre. Cuídala al volante»

Este 8 de julio, la Iglesia celebra la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, y la Conferencia Episcopal Española alienta a todos los conductores a ser conscientes del valor sagrado de la vida y por ello, a extremar las precauciones durante la conducción

José Calderero de Aldecoa
Cartel de la Jornada

El día 10 de julio se celebra la festividad de San Cristóbal, patrono de los conductores. Por este motivo, la Conferencia Episcopal Española, a través del Departamento de Pastoral de la Carretera, celebra el 8 de julio, el domingo más próximo, la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, que este año lleva por lema La gloria de Dios es la vida del Hombre. Cuídala al volante.

Cada vida humana es sagrada. Monseñor Ciriaco Benavente, obispo de Albacete y presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones, alienta a recordarlo «en toda ocasión y de manera especial cuando nos ponemos al volante, para que, atentos y vigilantes, no pongamos nunca en peligro ni la vida propia ni la ajena», y se alegra de que, «en los últimos años, han descendido los accidentes y las muertes en carretera de manera importante».

Hace tres años, Benedicto XVI quiso «reiterar una vez más el deber para todos de la prudencia en la guía y en el respeto de las normas del código vial. ¡Unas buenas vacaciones comienza precisamente por esto!», añade el obispo. Y es que la festividad del patrón de los conductores coincide con el periodo estival, una época del año donde se producen millones de desplazamientos en nuestro país para disfrutar de las vacaciones

El responsable episcopal de Migraciones tiene también «unas palabras de aliento y de felicitación a todos los profesionales del volante, en sus múltiples manifestaciones, y a todas aquellas personas que, sin ser profesionales, son conductores y tienen en san Cristóbal un poderoso intercesor. Que el Señor nos dé fuerza a todos para salir juntos de este bache (en referencia a la crisis, que afecta al sector automovilístico), sin que nadie se tenga que quedar —nunca mejor dicho— tirado en la carretera».

San Cristóbal

En los materiales elaborados para esta Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, la CEE presenta la figura de san Cristóbal, a quien un ermitaño había alentado a servir al Señor ayudando «a vadear el torrente a los caminantes que lo precisen». Cristóbal, que en aquella época se le conocía por el nombre de Relicto, «obedece al ermitaño. Su cuerpo gigantesco transporta a nado sobre sus hombros a los que no se atreven a vadear el peligroso río. De esta guisa comenzó el nuevo soldado de Cristo a servir a su Señor. Hasta que un día divisó un niño bien pequeño en la misma ribera del río. Prugntóle qué deseaba y el pequeño le respondió que le pasase a la otra orilla. Tomóle Relicto y se lo puso al hombro, teniendo por cosa de juguete el peso».

«Cristóbal —relata uno de sus biógrafos— entró animoso al río con su báculo, como jugueteando con las ondas; pero a pocos lances conoció que aquel alto bajel se iba a pique, arrebatando de la furia de la corriente. Crecían las aguas, entumecíanse las olas; procuraba cortarlas valiente, haciendo en la arena pie firme; por nada le valía, porque el pequeño Niño que llevaba en sus hombros tanto le abrumaba con el peso que si él mismo no le diera (aunque él no lo conocía) la mano, como a San Pedro, para librarle del naufragio, en ellas hubiera hallado Cristóbal su sepultura. Rendido, como sudando y gimiendo, salió a la orilla y puso (bien que admirado) al Niño en la arena, y le dijo al que imaginaba niños estas palabras: «¿Quién eres, Niño? En grande peligro me has puesto. Jamás me vi en riesgo de perder la vida, sino hoy, que te llevé sobre mi espalda. Las coléricas aguas aumentaban su enojo, y Tú ibas multiplicando el peso. No pesabas tanto al principio. ¿Quién eres, Niño, que tan en la mano tienes hacerte ligero o pesado? Creo que más pesas Tú que el mundo, pues éste no me acobardara con el peso, aunque me lo echara al hombro».

El Niño respondió: «Te llamarás Cristóforo, porque has llevado a Cristo sobre tus hombros. No te admires, Cristóbal de que yo pese más que el mundo, aunque me ves tan niño; porque peso yo más que el mundo entero. Yo soy de este mundo que dices, el único Criado; y así no sólo al mundo, sino al Criador del mundo, has tenido sobre tus hombros. Bien puedes gloriarte con el peso, Yo soy Cristo, Yo soy ese Señor que buscas. Ya hallaste lo que deseas, y a quien has servido tanto en estas obras piadosas, y, aunque sobra mi palabra para crédito de mi verdad, pues sólo porque yo lo digo tiene su firmeza la fe, ejecutaré un prodigio para que conozcas la grandez de este Niño pequeño. Vuélvete a tu casa, no tienen ya que temer las olas. Fija en la tierra ese árido tronco que te sirve de báculo, que mañana le verás no sólo florido, sino coronado de frutos».