Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias: NOTAS - Alfa y Omega

Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias: NOTAS

CEE

NOTAS

[1] Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, 1.

[2] Ya Pablo VI (Audiencia General del 27-9-1975) había condenado expresamente el terrorismo en España. Juan Pablo II lo ha hecho repetida y enfáticamente: antes de su Visita pastoral de 1982, dos veces durante aquel viaje -primero en Toledo (4-11-1982) y luego en Loyola (6-11-1982)- y, entre otros muchos momentos, con ocasión del Encuentro de Oración por la Paz de Vitoria-Gasteiz (13-1-2001).

[3] Recordamos sólo algunas de estas intervenciones: de la Asamblea Plenaria, Ante el momento presente (1974), La Verdad os hará libres (Jn 8, 32) (1990), Moral y sociedad democrática (1996) y La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX (1999). De la Comisión Permanente, Reconciliación, repudio a la violencia e Iglesia sociedad-civil (1975), Nota sobre algunas situaciones que vive el país (1975), Nota ante la actual situación española (1977), La responsabilidad moral del voto (1979), Comunicado por causa de los «atentados terroristas que se repiten casi a diario entre nosotros» (1979), Ante el terrorismo y la crisis del país (1981), Constructores de la paz (1986) e Impulsar una nueva evangelización (1990). Son importantes también las intervenciones de los Presidentes de la Conferencia Episcopal en sus discursos inaugurales de diversas Asamblea Plenarias, como las siguientes: XXX (1978), XXXII (1979), XXXIV (1981), LIII (1990), LXIII (1995); LXXIV y LXXV (2000), LXXVI y LXXVII (2001), LXXVIII (2002). Se pueden encontrar también otras intervenciones sobre este tema en: J. F. Serrano Oceja (ed.), La Iglesia frente al terrorismo de ETA, Presentación del cardenal A. Mª Rouco Varela y Epílogo de monseñor F. Sebastián Aguilar (BAC, Madrid 2001).

[4] Cf. Conferencia Episcopal Española, Una Iglesia esperanzada. ¡Mar adentro! (Lc 5, 4), Plan Pastoral 2002-2005, 58. 78 (Edice, Madrid 2001).

[5] Cf. Nota de Prensa Final de la CLXXXIX Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (19-6-2002).

[6] Juan Pablo II recuerda en su encíclica Veritatis splendor que la determinación de la moralidad de los actos por su objeto es uno de los servicios específicos que la Iglesia presta al mundo. No hay otro camino para evitar la gran confusión que lleva consigo la mentalidad utilitarista o consecuencialista, cuando justifica fácilmente como mal menor cualquier efecto que conduzca al fin deseado; cf. Veritatis splendor, 83.

[7] Juan Pablo II, encíclica Sollicitudo rei socialis, 24; cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 2297.

[8] Ya el 16 de noviembre de 1937 por la Convención de Ginebra y por la ONU con la Declaración del 18 de diciembre de 1972.

[9] Cf. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 24.

[10] Cf. San Jerónimo, Epístola, 82, 3 (Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum LV, 109, 6).

[11] Cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 2297; Juan Pablo II, Mensaje en el aniversario del 11S (14-9-2002).

[12] Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, Constructores de la paz, 96, 18; cf. Juan Pablo II, Homilía en Drogheda (Irlanda) (29-9-1979).

[13] Cf. Juan Pablo II, encíclica. Evangelium vitae, 57, afirmación que goza de la calificación de doctrina de fe divina y católica; Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal aclaratoria de la fórmula conclusiva de la profesión de fe (29-6-1998), 5 y 11: cf. Ecclesia 2.902 (18-7-1998) 1086-1089.

[14] Cf. Pablo VI, encíclica Populorum progressio 31; Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Libertatis conscientiae, 79.

[15] Cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1867.

[16] Cf. Juan pablo II, Veritatis splendor, 80.

[17] Catecismo de la Iglesia católica, n.1869.

[18] Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 36; Exhortación apostólica Reconciliatio et Poenitentia, 16.

[19] Juan Pablo II, Evangelium vitae, 24.

[20] El Papa Juan Pablo II ha recordado cómo del olvido de Dios se sigue el desprecio de la vida humana (Evangelium vitae, 22): «…cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado, como afirma lapidariamente el Concilio Vaticano II: La criatura sin el Creador desaparece… Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida (Gaudium et spes, 36). El hombre no puede ya entenderse como misteriosamente otro respecto a las demás criaturas terrenas; se considera como uno de tantos seres vivientes, como un organismo que, a lo sumo, ha alcanzado un estadio de perfección muy elevado. Encerrado en el restringido horizonte de su materialidad, se reduce de este modo a una cosa, y ya no percibe el carácter trascendente de su existir como hombre. No considera ya la vida como un don espléndido de Dios, una realidad sagrada confiada a su responsabilidad y, por tanto, a su custodia amorosa, a su veneración. La vida llega a ser simplemente una cosa, que el hombre reivindica como su propiedad exclusiva, totalmente dominable y manipulable».

[21] Cf.Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 37.

[22] Cf. Juan Pablo II, Veritatis splendor, 1.

[23] Juan Pablo II, Discurso al cuerpo diplomático (12-1-1979): «Vencer el virus de la violencia manifestado en formas de terrorismo y represalias invita a desterrar el odio».

[24] Juan Pablo II, Discurso en la UNESCO (2-6-1980), 14.

[25] Cf. Juan Pablo II, encíclica Redemptoris missio, 37.

[26] Cf. Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas (5-10-1995), 8: «El derecho a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y promueve lo que llamaría su originaria soberanía espiritual. …Toda nación tiene también consiguientemente derecho a modelar su vida según las propias tradiciones, excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos humanos fundamentales, y, en particular, la opresión de las minorías. Cada nación tiene el derecho de construir el propio futuro proporcionando a las generaciones más jóvenes una educación adecuada».

[27] Cf. Juan Pablo II, Discurso al cuerpo diplomático (14-1-1984), 3-4: «En cambio, países soberanos que hace mucho tiempo que son independientes, o que lo son desde hace poco, se ven amenazados alguna vez en su integridad por la contestación interior de una parte que hasta llega a considerar, o bien a pedir, una secesión. Los casos son complejos y muy diversos y cada uno de ellos pediría un juicio diferente, según una ética que tenga en cuenta a la vez los derechos de las naciones, fundados en la cultura homogénea de los pueblos, y los derechos de los Estados a su integridad y soberanía. Deseamos que más allá de las pasiones -y de todas maneras evitando la violencia-, se llegue a formas políticas bien articuladas y equilibradas que sepan respetar las particularidades culturales, étnicas, religiosas y, en general, los derechos de las minorías». Cf. también catecismo de la Iglesia católica, n. 2239.

[28] Cf. Juan Pablo II, íbid.

[29] Basta recordar en este sentido la intervención de Juan Pablo II y de la Conferencia Episcopal Italiana expresando su estima por la unidad del Estado italiano y criticando las actitudes que disgregan la unidad social; cf. Lettera ai vescovi italiani circa le responsabilità dei cattolici di fronte alle sfide dell’attuale momento storico (6-1-1994). Cf. Comunicato della Presidenza della CEI, 30-6-1992. Noticiario CEI 5/1992, pp. 183-186; cf. Juan Pablo II, Discurso ante el Parlamento de Italia (14-11-2002).

[30] Pío XI, encíclica Mit brennender Sorge, 12: «Si la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del mismo, si los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana tienen en el orden natural un puesto esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de valores terrenales elevándolos a suprema norma de todo, aun de los valores religiosos, y, divinizándolos con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios, está lejos de la verdadera fe y de una concepción de la vida conforme a ésta».

[31] Cf. Juan XXIII, encíclica Mater et Magistra, 262.

[32] Empezando por Pío XI en el ambiente prebélico: cf. Pío XI, encíclica Ubi arcano (23-12-1922), 12; íbid. Discurso a la Curia Romana (24-12-1930); íbid., encíclica Mit brennender Sorge (14-3-1937); íbid. A los alumnos de Propaganda fide (21-8-1938).

[33] Cf. Pío XII, Radiomensaje al Pueblo helvético (21-IX-1949): «En nuestra época, en la que el concepto de nacionalidad del Estado, exagerado a menudo hasta la confusión, hasta la identificación de las dos nociones, tiende a imponerse como dogma»; cf. también: Juan Pablo II, Discurso en la UNESCO (2-6-1980), 14; íbid., Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas (5-10-1995), 8: «…teniendo en cuenta la dificultad de definir el concepto mismo de nación, que no se identifica a priori y necesariamente con el de Estado».

[34] LXXIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX (26-11-1999), 7. Comunicado de la XXXIV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (28-2-1981), Amenaza a la normalidad constitucional. Llamada a la esperanza, 2: «Es de todo punto necesario recuperar la conciencia ciudadana y la confianza en las instituciones, todo ello en el respeto de los cauces y principios que el pueblo ha sancionado en la Constitución».

[35] Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1998, 7.

[36] Cf. Sollicitudo rei socialis, 38.

[37] Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2002.

[38] Íbid., 3.

[39] Íbid., 14.

[40] Íbid., 1.

[41] Íbid., 15; cf. también las invitaciones del Papa en los Mensajes anuales con ocasión de la Jornada Mundial de la Paz