El Papa del trabajo - Alfa y Omega

En su hermosa encíclica Laudato si sobre la responsabilidad de cuidar la creación, el Papa Francisco hizo, al mismo tiempo, un profundo análisis sobre la economía internacional, cuyas anomalías hacen daño a la casa común y, sobre todo, a las personas y países más débiles.

Ahora, desde Génova, ha advertido que «una enfermedad de la economía es la progresiva transformación de los empresarios en especuladores», personas que no aman su empresa sino que «usan su empresa y sus trabajadores para lograr ganancias».

Esa actitud es contraria a las «virtudes típicas del empresario» como «la creatividad, el amor a la propia empresa, la pasión y el orgullo por los productos…». El buen empresario «trabaja junto a sus trabajadores y con ellos. Es, ante todo, un trabajador».

El último gran documento magisterial sobre el trabajo es la encíclica Laborem exercens de san Juan Pablo II, de 1981. Al cabo de 36 años, el escenario productivo y el sistema económico global han cambiado muchísimo.

Quizá por eso Francisco aborda las grandes líneas sobre el trabajo humano contemporáneo, señalando ante todo «la necesidad de trabajar bien, porque el trabajo hay que hacerlo bien». Asumir que alguien trabaja bien para cobrar más «desestima gravemente la dignidad del trabajador y del trabajo».

El Papa se opone «a un mundo en que trabajen solo la mitad o dos tercios de los trabajadores y los otros sean mantenidos con un cheque social. El objetivo no es “ingresos para todos” sino “trabajo para todos”, porque sin trabajo no hay dignidad».

También es malo el trabajo «sin horarios ni límites» en un mundo en que muchas personas «querrían trabajar pero no pueden, y otras querrían trabajar menos pero tampoco pueden».

En otro trazo fuerte, el Papa advierte que «muchos valores de las grandes empresas y la gran finanza son contrarios a la dignidad humana y el humanismo cristiano». Concretamente, «acentuar la competición entre trabajadores dentro de la empresa, además de ser un error antropológico y cristiano es también un error económico», pues erosiona «el espíritu de confianza que es el alma de toda organización».

Según el esquema clásico de Ciencias Económicas, la encíclica Laudato si analiza la macroeconomía mundial y el discurso de Génova, la microeconomía. En realidad, Francisco aborda algo más importante: la dignidad de la persona humana. Que requiere trabajar bien y al servicio de los demás.