De nuevo en Mosul - Alfa y Omega

Por primera vez desde hace tres largos años, el patriarca caldeo Louis Sako ha podido recorrer algunas calles de Mosul, la capital del norte de Irak. A poca distancia se escuchaba el fragor de los combates que prosiguen para liberar los barrios en que se atrincheran los últimos yihadistas. Sako ha contemplado el estado de destrucción de algunas iglesias y ha rezado en su interior. También ha aprovechado para enviar un mensaje nítido a favor de la unidad nacional y de la plena ciudadanía de los cristianos en un momento de profunda inquietud cara al futuro.

En efecto, aún no ha concluido la lucha contra el Daesh, que ha conseguido unir temporalmente a todos, y ya se incuba un nuevo conflicto que puede hacer saltar en pedazos tan precaria unidad. El Gobierno kurdo radicado en Erbil ya ha anunciado la convocatoria de un referéndum de independencia que difícilmente puede aceptar el Gobierno de Bagdad. Por su parte las milicias chiíes, fuertemente implicadas en la reconquista de Mosul, desean fortalecer su presencia en el norte, mientras los suníes temen la severa factura que pueda pasarles su relativa connivencia de estos años con el Daesh. Una sombra profunda se cierne sobre la llanura de Nínive.

También entre los cristianos hay discordia sobre cómo defender sus derechos en el nuevo escenario. Algunos apuestan por una especie de territorio autónomo o por un sistema cantonal, una solución que encuentra especial eco entre los sirio-católicos pero que se topa con la explícita oposición de Sako. El patriarca caldeo da una vez más muestras de una rara clarividencia al erigirse en el gran referente de un Irak unido, en el que todos sus ciudadanos gocen de idénticos derechos, sea cual sea su pertenencia étnica y confesional.

Por todo ello su presencia en un Mosul todavía inseguro tiene un enorme valor en una cultura marcada por lo simbólico. Con su especial sentido de lo concreto, ha pedido a las autoridades que la obra de reconstrucción sea una oportunidad de trabajo y una ocasión para garantizar la paz y la estabilidad, siempre en el espíritu de unidad nacional plasmado en la Constitución. Se comprende que es difícil tener una mirada de amplios horizontes cuando se ha sufrido tanto como lo han hecho cristianos en estos últimos tres años. Por eso hay que agradecer más aún un liderazgo auténticamente pastoral, como el del patriarca Sako, que incluye una profunda inteligencia del contexto histórico.