Aquel primer salesiano que llegó a Madrid - Alfa y Omega

Aquel primer salesiano que llegó a Madrid

Ernesto Oberti fue mucho más que la Ronda de Atocha de Madrid o San Bartolomé en Málaga o Utrera en Sevilla. A las afueras de Madrid o de Sevilla o de Málaga. A las afueras de, siempre…

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Ernesto Oberti fue mucho más que la ronda de Atocha de Madrid o San Bartolomé en Málaga o Utrera en Sevilla. A las afueras de Madrid o de Sevilla o de Málaga. A las afueras de, siempre.

Oberti nos ha menospreciado a todos con su menosprecio de bajito y calvo, y ahora, a la hora de echar una mano en la aljubarrota de un Centenario, nos va a hacer temblar las prensas con un nuevo perfil y otra biografía desconocida.

Oberti había nacido en Cúneo, no lejos de Turín, el 7 de mayo de 1854.

Su padre era médico, a pesar de que sus muchos admiradores de Utrera hicieron circular, por varios conductos y en distintas versiones, que era hijo de marqués.

Oberti nació para abrir brecha.

Se ordenó de sacerdote en 1876 y fue designado por don Bosco para formar parte de la primera comunidad destacada en España: Utrera.

El injustamente diluido, el de las leyendas sentimentales, el diminuto Ernesto Oberti, es quien más y mejor ha cantado el éxito de su tribu religiosa, sin saberlo ni pretenderlo, pegándose unas inauguraciones que ni un jefe de Estado.

Llegó a Madrid la mañana del 19 de octubre de 1899, con la alforja llena de experiencias de sus 18 años en Utrera. Le esperaba en la estación la cooperadora María de la Paz Sánchez, para ganar enseguida el pequeño chalé de la calle Zurbano, 50.

El desconcierto fue una de las leyes de su naturaleza, ¿o fue una enfermedad que él mismo provocó? En Madrid empezó, rápido, a dar vueltas de tuerca a su actividad: Oratorio-Centro Juvenil, clases elementales, catecumenados y primeras comuniones, juntas de bienhechores y cooperadores.

Y como el casado casa quiere, buscó, rebuscó casa para los primeros salesianos en la Villa y Corte. El duque de Tetuán, Carlos O’Donnell, vendía Ronda de Atocha, 17.

Costaba cara.

Cabeceaban los primeros salesianos, mirándose unos a otros. ¿Qué hacer?

Oberti sentía el rabotazo del corazón contra las circunstancias. Y llegó la mano tendida del diputado Guillermo Rolland, que alargaba los dineros.

Oberti traspasó la barrera del tiempo y con él los salesianos de principios del siglo XXI -temblorosos y agradecidos- pueden exhibir hoy al todo Madrid su puntual riqueza, el cofre de todas las esencias: Salesianos-Atocha, el condensador de todos sus movimientos y desplazamientos proféticos, de ayer y de mañana.

Oberti moría de cáncer de hígado el 28 de octubre de 1904, en Roma, en el callejón de la Minerva, a las afueras de los centros vistosos. Pero en el corazón del Trastévere, en el sigiloso taller donde se fabricaban los santos salesianos, en la casita del procurador general, Juan Marenco.

A las afueras de Madrid -en el Ensanche-, nos puso casa un santo.

Samuel Segura Ferreira Siles