«Es suicida el revisionismo de la Transición» - Alfa y Omega

«Es suicida el revisionismo de la Transición»

La familia es «la célula básica de la sociedad». «Por tanto, al atacar a la familia se está atacando a la sociedad y debilitando la vida democrática». Son palabras de Pablo Casado, el nuevo presidente del PP, en un encuentro celebrado en Alfa y Omega con otro político católico, Ignacio Camuñas.

Ricardo Benjumea

Dos políticos católicos de dos generaciones distintas cara a cara. Ignacio Camuñas (Madrid, 1940) fue uno de los fundadores de la Unión de Centro Democrático (UCD) y uno de los primeros espadas en los gobiernos de Adolfo Suárez y, tras dejar la política nacional ha sido, entre otras cosas, presidente de la Asociación Española de Fundaciones y del Foro de la Sociedad Civil. Pablo Casado (Palencia, 1981) es en la actualidad diputado por Ávila y vicesecretario general de Comunicación del Partido Popular (PP). Alfa y Omega los reúne el 15 de junio, el día en que se cumplen 40 años de las primeras elecciones democráticas en España. Hablan de cómo ha cambiado el país en este tiempo y de otras cosas que no lo han hecho tanto. Camuñas recuerda que, siendo diputado por Valladolid, la petición más frecuente de los vecinos era que se instalara una cabina telefónica en su pueblo. Durante sus continuos periplos por la provincia de Ávila, Pablo Casado confiesa que lo que más le piden es… cobertura para el móvil.

¿Qué queda del legado de la Transición?
Ignacio Camuñas: Desde la Transición hasta hoy hemos conseguido la implantación de un régimen democrático, reconciliar definitivamente a nuestro país con respecto a las secuelas de la Guerra Civil e incorporarnos a Europa, que para mi generación representaba un anhelo fundamental. Todo eso, acompañado de un desarrollo económico y social inmenso. Pero a la vez han aparecido problemas que ya se suscitaron en la II República, como la sublevación de Cataluña y los ataques a la Iglesia católica. Y se repite, con matices, la obsesión por parte de la izquierda de expulsar del tablero político a la derecha. Me preocupa, en ese sentido, la Ley de la Memoria Histórica, aprobada por el presidente Zapatero, que el Partido Popular ha dejado correr. Esta memoria histórica se opone al espíritu de reconciliación, que es lo que preside el esfuerzo máximo que se hizo en la Transición.

Pablo Casado: Mi generación es tremendamente egoísta e irresponsable con la generación que hizo la Transición. Hay un movimiento suicida de revisionismo por parte de Podemos y del secesionismo nacionalista que intenta presentar la Transición como una obra tutelada por élites con oscuros intereses inconfesables. Pretenden resucitar la confrontación que empieza en la II República con argumentos tan pueriles como: «Yo no voté la Constitución y no tengo por qué reconocerla».

I. C.: ¿Quieres que te diga una cosa sobre tu generación, sobre los jóvenes en el centroderecha español? Igual que, en el año 89, Fraga, en un acto de lucidez, se hizo a un lado para dejar paso a un nuevo liderazgo, también hoy el Partido Popular necesita una refundación. Después del desgaste monumental que está sufriendo el PP, sería conveniente un relevo ordenado para ceder el testigo a líderes jóvenes sin toda la problemática que se ha venido arrastrando en estos últimos años. De lo contrario, se compromete la gobernabilidad de nuestro país, porque un tablero a cuatro partidos la hará muy difícil. Es necesario que se consoliden dos grandes fuerzas políticas, una a la izquierda y otra a la derecha que cuenten con un apoyo significativo del electorado.

Foto: Rodrigo Pinedo

P. C.: Ahora mismo la figura de Rajoy aglutina la experiencia y la seguridad en un momento en el que los partidos de la oposición, en mi opinión, no están a la altura de los retos que tienen España y el mundo. Yo estoy muy preocupado en concreto con la vuelta de Pedro Sánchez. El Gobierno actual ofrece, en cambio, la tranquilidad de que en el tema de Cataluña no va a haber choque de trenes, sino el choque de un tren con un muro, la Constitución, a menos que ese tren empiece a reducir la marcha.

I. C.: Admito la superioridad de Rajoy en el hemiciclo, pero esa superioridad no se traduce en apoyo popular en la calle. Se necesitan caras nuevas y frescas para que la gente no vaya a votar con la nariz tapada, simplemente por miedo a que vengan estos o los otros. El PP se ha dejado girones en estos últimos años: ha permitido la continuidad de la Ley de la Memoria Histórica, la ley del aborto, el matrimonio homosexual y está en estos momentos coqueteando con la ideología de género. Además su política económica es básicamente la que podría hacer Ciudadanos y hasta el propio PSOE… ¿Dónde está la defensa genuina de un ideario propio de un partido de centroderecha? ¿Centrarse exclusivamente en la creación de empleo? ¡Eso no es un verdadero proyecto político de alcance nacional que satisfaga los propósitos de su electorado!

Pablo Casado. Foto: Rodrigo Pinedo

P. C.: Esos puestos de trabajo son el resultado de un gran esfuerzo que, para empezar, evitó la pérdida de nuestra soberanía con un rescate macroeconómico. Y sí, hay que reconocer que la primera legislatura estuvo muy focalizada en la crisis económica. Como ha explicado Mariano Rajoy, «lo urgente nos impidió hacer lo importante».

I. C.: ¿Cómo no aprovechasteis la mayoría absoluta para legislar?

P. C.: Se sacaron adelante leyes tan importantes como la prisión permanente revisable o la reforma y modernización de la Administración. O la ley educativa, aunque luego ha venido la izquierda –y otros que no son de izquierda– a paralizarla. Lo mismo ha ocurrido con la Ley de Seguridad Ciudadana, que planteaba cuestiones muy lógicas. Pero es que incluso las reformas económicas, que son las que han hecho que se cree empleo, ya están anunciando que las quieren tumbar.

I. C.: ¿Por qué no derogó el PP la Ley de Memoria Histórica?

P. C.: Para no reabrir heridas. En ese tipo de cuestiones hay que buscar consensos políticos.

I. C.: Es muy curioso que cuando gobierna la izquierda no busca consensos, legisla con su mayoría y en paz. Pero cuando lo hace la derecha, se suele escudar en la búsqueda del consenso para no hacer nada. El consenso fue necesario en el año 77 para poner en marcha un régimen democrático con unas reglas básicas aceptadas por todos pero no se puede apelar continuamente al consenso para adoptar las políticas necesarias de cada momento.

P. C.: En esta legislatura no hay más remedio que llegar a acuerdos, y no está siendo fácil conseguirlo ni siquiera en temas tan básicos como la reforma de las pensiones o el techo de gasto para los presupuestos. Se está intentado coser un cordón sanitario en torno al Partido Popular con el arma arrojadiza de la corrupción.

¿Hablamos del descrédito actual de la política?
P. C.: Participé en un libro sobre Benedicto XVI y me llamó la atención su descripción de la política como una de las vocaciones más nobles del ser humano. Ahora esta vocación está denostada. Es verdad que nunca estuvo muy cuidada en cuanto a remuneración o incompatibilidades, pero en estos momentos el principal problema es que está mal vista socialmente.

I. C.: El legislativo está muy mal pagado para determinadas personas, pero no para otras, que llegan al Parlamento sin titulación alguna y con un historial laboral ciertamente escaso.

P. C.: Yo me refería sobre todo al ejecutivo. No es un normal que un presidente de Gobierno cobre al mes lo que cobra. En el legislativo estamos en la media, baja, de la UE. De lo que me quejo es de las incompatibilidades. No veo por qué un parlamentario no puede seguir dando sus clases o por qué un abogado no puede mantener su despacho abierto, con las debidas incompatibilidades y con transparencia. No podemos encapsulsar la actividad política ni demonizar las puertas giratorias, sino facilitar que las personas más válidas puedan entrar en la política por un tiempo y salirse. Esto ayudaría a recuperar el prestigio de la política. Hay asesores y asistentes que trabajaron la anterior legislatura en nuestro grupo parlamentario y que, con la pérdida de escaños, han tenido que buscar trabajo en otra parte. Algunos, después de mucho tiempo sin encontrar nada, optaron por omitir del currículum su paso por el Congreso. Esto es dramático.

Ignacio Camuñas. Foto: Rodrigo Pinedo

I. C.: Mientras los diputados no representen realmente a su electorado, no tendrán prestigio. Hay que cambiar el sistema electoral. El que tenemos se aprobó en la Transición porque había que proteger a los partidos, que eran muy débiles, pero 40 años después es un escándalo que sigamos con las listas cerradas y que haya un señor o un comité que ponga y quite a los candidatos. El diputado necesita contacto con su gente, y que su gente pueda ir a plantearle sus problemas. Esa es la base misma de la democracia.

P. C.: Ese problema se da en las grandes ciudades. En Ávila somos tres diputados y la gente te conoce. Hay sedes a pie de calle, mi email lo tiene todo el mundo e intento visitar cada pueblo. En cuanto a la reforma del sistema electoral, habría que estudiarlo. El Senado tiene listas abiertas y desbloqueadas, y siempre acaba teniendo más votos el que empieza por A.

I. C.: Yo estoy a favor de suprimir las subvenciones a los partidos, y que en su lugar al diputado electo se le den unos fondos para montar su oficina electoral. Y si los partidos quieren tener edificios propios en la calle Génova o en Ferraz, que se lo paguen ellos. ¿Por qué vamos a tener que pagarlos con nuestros impuestos?

Hace unos días el exdiputado Javier Puente dejaba la militancia del PP por el giro ideológico del partido en el aborto y otras cuestiones. No es un caso aislado. ¿Qué les dirías, Pablo, a esas personas que sienten que el PP ya no les representa?
P. C.: Es que Javier es buen amigo mío y esas cosas las hemos hablado muchas veces. En esos debates siempre he exigido respeto. Es muy fácil legislar, pero cada uno tiene que ser coherente luego en su casa. Reconozco que una de las cosas que más me han dolido en estos cinco años ha sido no haber podido volver al menos a la ley del 85, que aunque tenía sus carencias, era más digna que la que aprobó Zapatero. Se firmó un recurso contra esa ley y ojalá se pronuncie cuanto antes el Constitucional.

¿Reconoces, Ignacio, en este tipo de políticas algún tipo de continuidad con la Transición?
I. C.: Las cosas empezaron a torcerse con el Gobierno Zapatero. Con la salvedad de algunos defectos anteriores, como la reforma que hace el PSOE en el año 85 del Consejo General del Poder Judicial (la famosa declaración de Alfonso Guerra: «Montesquieu ha muerto»), el espíritu de la Transición se mantuvo durante un cuarto de siglo. Es Zapatero el que protagoniza un viraje importante, por un lado, al provocar el incendio de la cuestión catalana, prometiendo su apoyo al Estatuto que le llegara de Cataluña. Y por otro, con su acercamiento a las tendencias del nuevo orden mundial, consistente en implantar un relativismo total de los valores y un ataque frontal a la familia. Porque todas estas leyes que se aprueban durante su mandato lo que van es a debilitar el concepto de familia, siendo la familia la célula básica de la sociedad, y siendo la sociedad el soporte básico de un Estado democrático. Por tanto, al atacar a la familia se está atacando a la sociedad y debilitando la vida democrática.