Creía que él solito podía con todo… y le estaban ganando la batalla las apuestas deportivas - Alfa y Omega

«Pues al natural destierra / y hace propio al forastero». Tres versos más arriba dice ese mismo poema: «(mirad si es harto sagaz)». Lo pone entre paréntesis para significar que te lo está diciendo al oído. Eso es lo que le estaba pasando a P., que vino a verme preguntando por un cura, pero en ese momento solo estaba yo. P. se había convertido en un forastero de sí mismo, se había convencido de que él solito podía con todo… Y le estaban ganando la batalla las apuestas deportivas.

«¿Debes dinero?». «No, todavía no». Sí se había gastado lo que le habían mandado de casa para pagar el piso en Madrid, la reserva de matrícula para el curso que viene, lo que había ganado en el juego las semanas anteriores, lo que le había pedido prestado a su novia –«o sea, lo de mi novia sí que lo debo»–. Total, ¡un desastre! Y, este año, los estudios a la deriva. «Desterrado de su naturaleza», P. se ha acercado a pedir ayuda para volver a ser él mismo.

Buena cosa eso de que nos acordemos de santa Bárbara cuando truena. Quiere decir que hay una lucecita en algún lugar que nos dice que hay un refugio donde no te juzgan, aunque te ponen frente al espejo; un descanso para el alma donde puedes tomar el respiro necesario para seguir nadando.

Versión corta: llamé a su padre porque él no se atrevía para contarle la movida. Resultó ser un padre comme il faut, un tipo normal, que ya intuía la cosa, pero no sabía cómo abordar el tema con su hijo. El padre me pidió que le pasase el teléfono. ¡Grande! Le envía billete de tren. Le ha pedido el número de cuenta de la novia. Le va a dar un abrazo que le va a romper. Y le va a encender el pelo con la bronca que le va a echar. Todo junto. ¡Mola! Bueno, probablemente se queden sin vacaciones, y eso ya no mola tanto. Es que los padres son muy suyos, pero es difícil ganarles a generosos. Sobre todo, a los que se saben la parábola del hijo pródigo.

Al rato llegó un sacerdote. «¿Quieres confesarte?». «Uf, hace tanto…». Largo examen de conciencia, larga confesión. Lágrimas. Ahora, de vuelta a la austeridad. Que no es mala. Don Dinero, ¿me oyes?