Gracias por compartir - Alfa y Omega

Llegados a estas alturas de curso quiero dedicar este espacio a tantos hombres y mujeres que dedican parte de su tiempo a trabajar en la periferia con aquellos que, por circunstancias de la vida, se encuentran tirados al borde del camino y necesitan que alguien les tienda la mano para levantarse.

Quiero pensar con mucha admiración y cariño en todos y cada uno de los voluntarios que cada día trabajan en el comedor Ave María y hacen posible el «milagro de puertas que se abren para dar pan y cariño»; el milagro de que hombres y mujeres destrozados por la dureza de la vida encuentren cada día un motivo para seguir luchando. Todos ellos, movidos por la fe y el Evangelio, se han dado cuenta de que «servir es la mejor manera de amar». Gracias a todos por hacer del comedor un lugar donde la palabra da paso a la entrega y a la generosidad, donde el Evangelio se hace vida sirviendo, sonriendo y compartiendo.

Un año más hemos recorrido un camino, a veces duro, pero sin duda alguna lleno de satisfacción por el deber bien cumplido. Y al llegar al final del camino lo hacemos cansados pero ilusionados, porque sabemos que quien nos impulsa y nos motiva es Jesús de Nazaret, el mismo que motivó hace 400 años a san Simón de Rojas, fundador del comedor. Y como no, cogidos de la mano de María, que nos lleva en todo momento al encuentro de su Hijo.

Jesús de Nazaret se nos ha manifestado a lo largo de estos meses de diferentes formas en cada uno de los que se han acercado a nosotros. Por eso debemos preguntarnos: ¿es a Jesús, pobre, maltratado y ultrajado por la sociedad al que hemos descubierto en el rostro triste, candado y dolorido de aquellos que han llamado a nuestro puerta pidiendo un poco de pan y una sonrisa?

Gracias a todos por el esfuerzo que hacéis, por vuestra entrega y generosidad, por vuestra sonrisa y por esa mano siempre abierta y dispuesta a compartir.

Amigos, son muchos los que nos van a seguir esperando en la periferia de nuestra ciudad. ¡Adelante, no os desaniméis!