Coltán, muertes y hambre: ésto es el Congo - Alfa y Omega

Coltán, muertes y hambre: ésto es el Congo

Maribel Egiluz, Franciscana Misionera de María, ha trabajado durante 32 años en la República Democrática del Congo. Entre otros logros, ha conseguido garantizar la atención sanitaria a un gran número de personas y llevar luz y agua a diversos suburbios del país. Pero la guerra por el coltán y la violencia sexual ejercida por los grupos armados son las grandes cuentas pendientes del país

Cristina Sánchez Aguilar

«Lo que peor llevo es ver a los niños morir de hambre», reconoce la vizcaína Maribel Egiluz, Franciscana Misionera de María, tras 32 años de misión en la República Democrática del Congo, donde ha ejercido de enfermera, su profesión, en diversos centros de salud. Otro de sus grandes talones de Aquiles es ver «cuántas mujeres siguen falleciendo por parir en sus casas o por complicaciones en los partos». Aunque, como reconoce, uno de los grandes logros que ha visto durante su estancia en el país africano ha sido «garantizar la atención sanitaria a un gran número de personas construyendo dispensarios médicos, en diferentes lugares».

El hambre crónica y las carencias en materia de salud no son el único problema del país. La República Democrática del Congo es un país rico en minerales y piedras preciosas, pero los gobernantes no han «sabido o querido», reconoce la misionera, repartir los recursos entre los ciudadanos. De hecho, el país es el principal productor de coltán -se concentra cerca del 80 % de las reservas mundiales estimadas-, el mineral con el que se fabrican los teléfonos móviles, las videoconsolas y los ordenadores. En este mineral está en el origen de una de las guerras más cruentas de los últimos años y que ha causado millones de muertos. «Los nativos no son dueños de sus reservas y les explotan», explica Maribel.

También, según denuncia Maribel, en el Congo, durante todo 2011, continuaron las agresiones tanto de las grupos armados, como de las fuerzas armadas del país, y en esos ataques se ejerció la violencia sexual a gran escala. Pero la prestación de ayuda humanitaria supone un grave desafío, debido a los problemas de seguridad y las dificultades para llegar a las comunidades que necesitan los servicios. Sin embargo, añade Maribel Egiluz, «hemos conseguido que en algunos suburbios tengan agua y hasta luz eléctrica».

Maribel ha sido la responsable de las once casas que las Franciscanas Misioneras de María tienen en el Congo. Ahora, ha vuelto a España temporalmente «para reciclarse, discernir y afrontar con nuevos aires» su próxima misión, que intuye volverá a ser en el Congo. Pero, el lugar, es lo menos importante: «Iré allí donde me manden», afirma.

Desde aquí, anima la Iglesia local «a colaborar, de cerca o de lejos. Hay que tener presente que somos una iglesia comunitaria. La sociedad debe tener el deseo de luchar para que exista la justicia y la persona pueda vivir dignamente», concluye.