La actual crisis y su trasfondo moral y espiritual - Alfa y Omega

La actual crisis y su trasfondo moral y espiritual

El pasado 31 de enero, el cardenal arzobispo de Madrid habló, ante el Pleno de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, de la que es miembro, sobre La actual crisis y su trasfondo moral y espiritual. Éste es un resumen de la ponencia, algo más amplio que el recogido en las páginas de nuestro semanario:

Redacción

I.- Introducción

Crisis es el concepto y la palabra clave para describir y definir en una buena medida el momento histórico por el que atraviesa la sociedad contemporánea al iniciarse la segunda década del siglo XXI. El hecho social de la crisis alcanza a todos los rincones del planeta con mayor o menor virulencia y con idénticas o análogas características; pero no parece que nadie pueda dudar de que se trata de un fenómeno social universal, muy en consonancia con la era de la globalización de las relaciones humanas más allá de todas las fronteras naturales y espirituales que la historia de pueblos y culturas ha ido creando a lo largo y a lo ancho de la geografía universal.

El inicio más visible y verificable del proceso desencadenante de la crisis ha sido claramente de naturaleza financiera y económica.

Tampoco hay divergencias notables al constatar muy importantes aspectos sociológicos, políticos y jurídicos implicados en la crisis. Se apunta incluso a deficiencias no sólo funcionales, sino también, estructurales de los Estados democráticos de derecho; muy especialmente, de los organismos e institucionales internacionales y regionales.

En el trasfondo de la discusión pública se encuentra frecuentemente la pregunta cultural y, estrechamente vinculada a ella, la cuestión moral y espiritual.

En su conciso estudio, se centra en el análisis de tres grandes encíclicas que responden con mayor o menor explicitud temática a tres grandes crisis de los sistemas económicos, políticos y jurídicos del siglo XX: la Quadragesimo Anno de Pio XI (Roma, 15 de mayo de 1931), dos años después del Crack de la bolsa de Nueva York de 1929; la Centesimus Annus de Juan Pablo II (1 de mayo de 1991), un año y medio después de la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989); y Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), un año después de la quiebra de una parte muy importante de la Banca neoyorquina. Las tres crisis guardan relación con sucesos y momentos cruciales para el presente y futuro de la humanidad; en la primera y la tercera con un significado dramáticamente negativo; en la segunda, en una dirección y sentido positivos.

Son pasos progresivos en el desarrollo de la respuesta del magisterio social de la Iglesia a los problemas socio-económicos y políticos del hombre y de la sociedad.

II.- Encíclica Quadragesimo Anno

Publicada en el cuarenta aniversario de la Rerum Novarum, de León XIII, en ella Pío XI la desarrolla y actualiza, aclara dudas sobre su interpretación, y trata de descubrir las causas del desorden social del momento. Así, por ejemplo, reafirma la doctrina de León XIII sobre el salario justo, aunque modulándola ante el cuestionamiento radical que hacía del salario en sí mismo el socialismo marxista; y afirma que para conseguir una satisfactoria restauración del orden social se necesitan dos cosas: la reforma de las instituciones y la enmienda de las costumbres. Considera que la respuesta a la pregunta verdadera y fecunda por un principio rector de la economía que logra un orden justo y libre de vida socio-económico para el momento tan grave de crisis social que sufre el mundo de su tiempo, sería la de la justicia social y la caridad social.

La tesis del Papa se resume en su deseo de que se reformen las costumbres. Para ello, se necesita caridad.

III. Encíclica Centesimus Annus

Su elaboración y aparición obedece a una simultánea preocupación de Juan Pablo II, que considera que urge una orientación doctrinal, moral y pastoral clara e iluminadora ante unos sorprendentes sucesos históricos que conmueven al mundo y abren un horizonte inesperado para una gran esperanza: la caída del Muro de Berlín (9.XI.1989), que arrastra en su caída a la Unión Soviética y a todo el sistema político, impuesto por su fuerza militar en los países del centro y del este de Europa. También había motivos más que suficientes en el orden de la vida y de las ideas dominantes para desarrollar un nuevo esbozo de la doctrina social de la Iglesia a la altura de la evolución tecnológica vertiginosa de finales del siglo XX.

Juan Pablo II recuerda las líneas fundamentales sobre la propiedad privada y el destino universal de los bienes diseñada por León XIII para la realidad económica de fin de siglo; señala peligros y propone formas éticamente responsables para evitarlos. Y considera que la viabilidad actual de un orden económico-social, libre, justo y solidario depende más que nunca de que se establezca y funcione una cultura política, arraigada en una ética, pesada y practicada a partir de una concepción del hombre, acorde con la dignidad personal, que le es propia como ser que trasciende, los límites del mundo físico.

Le preocupa esa peculiar circunstancia histórica, inédita hasta el momento, de Estados y sociedades que buscan caminos para salir de la cultura y praxis de los totalitarismos marxistas de una democracia olvidada de la recta concepción de la persona humana. Y añade que la protección del derecho a la vida, al matrimonio y a la familia es indispensable para la ordenación justa de la comunidad política en conformidad con las reglas de subsidiariedad y de solidaridad.

En un momento esperanzador de la historia por la caída de un sistema socio-económico y político opresor del hombre, Juan Pablo II propone e impulsa la respuesta de avanzar en un progreso de la sociedad, consistente en un desarrollo social integral, de la persona humana, apelando al sentido de responsabilidad de todos los que intervienen activamente en la vida social en las distintas áreas sociopolíticas en las que se divide la geografía política del tiempo. Y añade que a los católicos y a la Iglesia les incumbe asumir la tarea como un aspecto esencial de la evangelización del mundo contemporáneo.

La clave reside en que la sociedad y la cultura contemporáneas sepan conocer y reconocer la centralidad del hombre en el conjunto de las estructuras y de la sociedad. Así, afirma que no habrá verdadero progreso económico y social si no se atiende a bienes tan fundamentales como son el don de la vida, el matrimonio, la familia, el cultivo de la vida intelectual y cultural, el cuidado de la dimensión religiosa y espiritual de la persona humana.

IV- Encíclica Cáritas in Veritate

En ella, Benedicto XVI plantea la cuestión social en plena crisis mundial con un horizonte histórico y cultural de mayor alcance doctrinal y de más duraderos y transformadores efectos en la vida de las sociedades, de las familias y de las personas, que aquellos a los que había llegado la enseñanza anterior de la doctrina social de la Iglesia.

En su texto se descubre una clara propuesta magisterial para una actualización completa de los elementos doctrinales básicos que el Magisterio social de sus predecesores destacó y que la labor científica de los teólogos elaboró intelectualmente y sistematizó. Al Papa le importa mucho subrayar explícitamente el significado singular que debe atribuirse a la doctrina del Vaticano II en el desarrollo temático de la doctrina social del Magisterio Pontificio.

El Papa no se retrae ante ninguna de las cuestiones que agitan y angustian al hombre y a la sociedad contemporánea globalizada. Lo que sí hace es examinarlas y discernirlas en sus causas y raíces más profundas. Y, con ello, señalar las vías teóricas y prácticas para una solución que vaya más allá de sus aspectos coyunturales. Vía exigente en lo moral, en lo espiritual, en lo profundamente humano.

La novedad mayor que representa la Encíclica Caritas in Veritate en el desarrollo de la doctrina social de la Iglesia reside en una decidida y explícita inclusión de su vertebración intelectual en el ámbito material y formal de la teología dogmática o, dicho con otra expresión clásica de la historia de la teología, en el ámbito de la teología especulativa y/o contemplativa. Con ella se le abre a la Iglesia un nuevo camino pastoral.

V.- Conclusión

A la luz de la lectura atenta de la Encíclica de Benedicto XVI Caritas in Veritate, habremos de afirmar la doctrina que la responsabilidad social de la Iglesia ante los gravísimos problemas con los que se enfrentan en la hora actual de la humanidad hombres y pueblos es formidable.

A la nueva y renovada doctrina y praxis social de la Iglesia le toca hacer comprensible teórica y prácticamente que la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica.

Llamar la atención sobre el trasfondo moral y espiritual de la crisis actual urge y apremia.