La Humanidad tiene que escoger entre el amor y el odio. Carta del Papa a los Jefes de Estado y de Gobierno - Alfa y Omega

La Humanidad tiene que escoger entre el amor y el odio. Carta del Papa a los Jefes de Estado y de Gobierno

Papa Juan Pablo II
Musulmanes rezando en una mezquita

Hace exactamente un mes tenía lugar en Asís la Jornada de oración por la paz en el mundo. Hoy mi pensamiento se dirige espontáneamente hacia los responsables de la vida social y política de los países que estaban representados por los jefes religiosos de numerosas naciones.

Las intervenciones inspiradas de esos hombres y mujeres, representantes de las diferentes confesiones religiosas, así como su deseo sincero de trabajar a favor de la concordia, de la búsqueda común del auténtico progreso y de la paz en el seno de toda la familia humana, encontraron su expresión elevada y concreta a la vez en el Decálogo proclamado al concluir esa jornada excepcional (veáse p. 17) Tengo el honor de enviar el texto de este compromiso común a Su Excelencia, convencido de que estas diez proposiciones podrán inspirar la acción política y social de su Gobierno. Pude constatar que los participantes en el encuentro de Asís estaban más animados que nunca por una convicción común: la Humanidad tiene que escoger entre el amor y el odio. Y al sentirse todos miembros de una misma familia humana, supieron traducir esta aspiración a través de este Decálogo, persuadidos de que el odio destruye, por el contrario el amor construye.

Deseo que el espíritu y el compromiso de Asís lleven a todos los hombres de buena voluntad a la búsqueda de la verdad, de la justicia, de la libertad, del amor, para que toda persona humana pueda gozar de sus derechos inalienables, y cada pueblo de la paz. Por su parte, la Iglesia católica, que pone su confianza y esperanza en el Dios del amor y de la paz (2 Corintios 13, 11), seguirá comprometiéndose para que el diálogo leal, el perdón recíproco y la concordia mutua tracen la ruta de los hombres en este tercer milenio.

Agradeciendo a Su Excelencia el interés que presta a mi mensaje, aprovecho la ocasión que se me ofrece para asegurarle mi profunda estima.

Vaticano, 24 de febrero de 2002