Record histórico de participación en las audiencias del Papa - Alfa y Omega

Record histórico de participación en las audiencias del Papa

«¡Jesús es Dios con nosotros!», repitió e hizo repetir Francisco a los peregrinos que asistieron a la audiencia general de esta semana, la última del año, en la que el Papa habló sobre el significado de la Navidad. Navidad significa que «Dios se abaja», y por eso también nosotros «no debemos ponernos por encima de los otros, sino abajarnos, hacernos pobres con los pobres», porque «es algo feo cuando se ve a un cristiano que no quiere abajarse y se pavonea por todos lados. ¡Ése no es un cristiano!». Por otro lado, la Casa Pontificia informó de que, en 2013, un millón y medio de personas asistieron a las audiencias generales de los miércoles con el Papa Francisco

Cristina Sánchez Aguilar

Un miércoles más, miles de peregrinos llenaron la Plaza de San Pedro para asistir a la catequesis semanal del Papa Francisco, la última de 2013. Según datos difundidos por la Casa Pontificia, 1.562.000 personas asistieron a las audiencias generales de los miércoles, muy por encima de las 447.000 de 2012, si bien es cierto también que se han trasladado las audiencias del Aula Pablo VI a la Plaza de San Pedro, lo que permite una mayor asistencia de fieles. Los datos de 2013 no contabilizan las audiencias de Benedicto XVI, algunas de ellas multitudinarias, especialmente las últimas, en las que se despidió de los fieles.

El Papa aprovechó esta última catequesis para hablar del sentido de la Navidad. «Dios está con nosotros y Dios se confía a nosotros. ¡Es generoso nuestro Padre Dios!», dijo Francisco, y agregó: «La tierra no es un valle de lágrimas, sino el lugar donde Dios mismo ha puesto su tienda. Es el lugar del encuentro de Dios con el hombre, de la solidaridad de Dios con los hombres». El Pontífice subrayó que es sorprendente que la presencia de Dios no se haya realizado en un mundo ideal, «sino en este mundo real, marcado por tantas cosas, buenas y malas, marcado por divisiones, maldad, pobreza, opresiones y guerras». Haciendo esto, continúo, Dios manifiesta «que ha tomado partido por el hombre para salvarnos, para levantarnos del polvo de nuestras miserias, de nuestras dificultades, de nuestros pecados». Así, «ha demostrado de modo insuperable su inclinación a la misericordia».

Por eso, añadió el Santo Padre, el gran regalo del Niño en Belén es el de «una energía que nos ayuda a no hundirnos en nuestras fatigas, en nuestra desesperación, en nuestras tristezas, porque es una energía que enardece y transforma el corazón».

Finalmente, recalcó que en Navidad «Dios se abaja, y esto significa que no debemos ponernos por encima de los otros, sino abajarnos, hacernos pobres con los pobres», porque «es algo feo cuando se ve a un cristiano que no quiere abajarse y se pavonea por todos lados. ¡Ése no es un cristiano!». También señaló que, si Dios se comprometió con el hombre para ser como uno de nosotros, «quiere decir que cualquier cosa que hagamos a un hermano y a una hermana se lo hacemos a Él». Y pidió a la Virgen María que nos ayude a reconocer «en el rostro de nuestro prójimo, especialmente el de las personas más vulnerables y marginadas, la imagen del Hijo de Dios hecho hombre».

Texto completo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Este encuentro tiene lugar en el clima espiritual del Adviento, aún más intenso por la Novena de la Santa Navidad, que estamos viviendo en estos días y que nos lleva a las fiestas navideñas. Por eso, hoy me gustaría reflexionar con vosotros sobre la Navidad, la Navidad de Jesús, fiesta de la confianza y la esperanza, que supera la incertidumbre y el pesimismo. Y la razón de nuestra esperanza es ésta: ¡Dios está con nosotros y confía en nosotros otra vez! Pero piensen bien en esto: ¡Dios está con nosotros y Dios se fía todavía de nosotros! Es generoso este Padre Dios ¿eh? Dios viene a morar con los hombres, elige la Tierra como su casa para estar junto al hombre y encontrarlo allí donde el hombre pasa sus días en la alegría y en el dolor. Por lo tanto, la tierra ya no es sólo un valle de lágrimas, sino es el lugar donde Dios mismo ha puesto su tienda; es el lugar de encuentro entre Dios y el hombre, de la solidaridad de Dios con los hombres.

Dios ha querido compartir nuestra condición humana hasta el punto de llegar a ser uno con nosotros en la persona de Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre. Pero hay algo aún más sorprendente. La presencia de Dios en medio de la humanidad no se ha realizado en un mundo ideal, idílico, sino en este mundo real, marcado por tantas cosas, buenas y malas, marcado por divisiones, maldad, pobreza, opresiones y guerras. Él ha elegido habitar nuestra historia tal como es, con todo el peso de sus limitaciones y de sus dramas. Al hacerlo, ha demostrado de manera insuperable su inclinación misericordiosa y llena de amor por las criaturas humanas. Él es el Dios-con-nosotros; Jesús es Dios-con-nosotros, ¿creen ustedes esto? Pero, ¿hacemos juntos esta confesión? Jesús es Dios con nosotros, ¡todos! ¡Jesús es Dios con nosotros! Otra vez: ¡Jesús es Dios con nosotros! Muy bien, ¡gracias! ¡Jesús es Dios con nosotros! Desde siempre y para siempre con nosotros en los sufrimientos y en los dolores de la historia. El nacimiento de Jesús es la manifestación de que Dios toma partido por el hombre, para salvarnos, para levantarnos del polvo de nuestras miserias, de nuestras dificultades, de nuestros pecados.

De aquí viene el gran regalo del Niño de Belén: una energía espiritual que Él nos trae, una energía que nos ayuda a no hundirnos en nuestras fatigas, en nuestra desesperación, en nuestras tristezas, porque es una energía que enardece y transforma el corazón. El nacimiento de Jesús, de hecho, nos trae la buena noticia de que somos amados inmensamente e individualmente por Dios, ¡y este amor no sólo nos lo hace conocer, sino que nos lo da, lo comunica!

De la contemplación gozosa del misterio del Hijo de Dios nacido para nosotros, podemos sacar dos consideraciones: la primera es que si en Navidad, Dios se revela no como alguien que está en lo alto y domina el universo, sino como el que se abaja, ¡Dios se abaja! Desciende a la tierra, pequeño y pobre. Esto significa que para ser como Él, no debemos ponernos por encima de los otros, sino más bien abajarnos, ponernos al servicio, hacernos pequeños con los pequeños y pobres con los pobres. Pero es algo feo cuando se ve un cristiano que no quiere abajarse, que no quiere servir. Un cristiano que se pavonea por todos lados, ¿es feo eso, no? ¡Ése no es un cristiano! ¡Ése es un pagano! ¡El cristiano sirve, se abaja! ¡Hagamos de tal modo que estos nuestros hermanos y hermanas nunca se sientan solos!

En segundo lugar, si Dios, por medio de Jesús, se comprometió con el hombre para llegar a ser como uno de nosotros, quiere decir que cualquier cosa que hagamos a un hermano y una hermana se lo hacemos a Él. Nos lo recordó el mismo Jesús: aquel que haya alimentado, recibido, visitado, amado uno de los pequeños y de los pobres entre los hombres, lo habrá hecho al Hijo de Dios.

Encomendémonos a la materna intercesión de María, Madre de Jesús y nuestra, para que nos ayude en esta Santa Navidad, ya tan cercana, a reconocer en el rostro de nuestro prójimo, especialmente de las personas más vulnerables y marginadas, la imagen del Hijo de Dios hecho hombre. Gracias.

Saludo del Papa a los peregrinos de lengua española

Queridos hermanos y hermanas. Cercanos ya a la Navidad, les propongo hoy pensar sobre el nacimiento de Jesús como expresión de la confianza de Dios en el hombre y fundamento de la esperanza del hombre en Dios.

El Verbo no se ha encarnado en un mundo ideal, sino que ha querido compartir nuestras alegrías y sufrimientos, y demostrarnos que Dios se ha puesto de parte de los hombres, con su amor real y concreto. Y nos regala una energía espiritual que nos sostiene en medio de las luchas de cada día.

La Navidad nos puede hacer pensar en dos cosas. Primero: Dios se abaja, se hace pequeño y pobre. Por eso, si queremos ser como Él, no podemos situarnos por encima de los demás, con vanidad, sino que debemos ponernos al servicio, ser solidarios, especialmente con los más débiles y marginados, haciéndoles sentir así la cercanía de Dios.

Segundo: ya que Jesús, en su encarnación, se comprometió con los hombres hasta el punto de hacerse uno de nosotros, el trato que nosotros damos a nuestros hermanos o hermanas se lo estamos dando al mismo Jesús. Recordemos que quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos procedentes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Saludo en especial al equipo de fútbol San Lorenzo, que acaba de salir campeón el domingo pasado y ha venido a traer la copa aquí. ¡Muchas gracias! Confío a todos ustedes, y a la protección maternal de María, Madre de Dios y Madre nuestra. Que ella los cuide y los llene de alegría y de paz. Muchas gracias.