Los punkis y los pobres - Alfa y Omega

Una mañana soleada estaba con un par de amigos del Camino Neocatecumenal tomando un café en una terraza de bar cerca de la parroquia. A un par de mesas de nosotros, tomando unas cervezas, había cuatro punkis bastante estrafalarios, ajados y agotados. Se notaba que habían estado toda la noche de trajín. En su mesa se apilaban botellines vacíos, cigarros y papeles. Yo notaba cómo nos miraban. Hasta que llamaron nuestra atención a grito pelado: «¡Cura, invítanos a una cerveza!».

Ya me imaginaba que no podían contenerse. Les pedí disculpas a mis amigos y me acerqué a ellos. No sin temor, claro está, pero sé que es mejor afrontar estas situaciones sin arredrarse. Al llegar a su mesa los saludé amablemente y les expliqué que no podía invitarlos porque tenía que dar de comer cada día a 230 personas del barrio y que mejor sería que ellos me diesen un donativo para el comedor. No podía fallar a mis pobres. Dos de ellos se burlaban y escupían diciendo que era mentira, que eran excusas, que todos los curas son iguales… Toda la letanía de sandeces y tópicos de costumbre.

Una chica que estaba con ellos (punki también) escuchaba en silencio hasta que les dijo con fuerza: «Callaos, que eso es verdad. Una vecina mía va a comer al comedor social de la parroquia. Este cura da de comer a los pobres». Se quedaron de piedra. En ese silencio incómodo, uno de ellos dijo: «Pues que nos inviten tus amigos, que serán del Opus». Me reí con ganas y les respondí: «Esos no lo son. El del Opus soy yo». Soy de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz desde hace muchos años. Como ya no tenían nada que decir siguieron a lo suyo y yo volví con mis amigos, que se reían.