«Doy gracias a Dios por darme la fuerza para perdonar al asesino de mi hijo» - Alfa y Omega

«Doy gracias a Dios por darme la fuerza para perdonar al asesino de mi hijo»

Cuidó del guerrillero —ya anciano y enfermo— que asesinó a su padre. Años después haría lo mismo con un joven paramilitar que torturó y asesinó a su hijo. Pastora Mira perdió también a su primer marido y a su hija. Todo ese dolor lo ofreció ante el Papa «para romper el ciclo de violencia de las últimas 5 décadas en Colombia

Ricardo Benjumea

«Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz», decía el Papa en la mañana del viernes en la Misa de beatificación de un obispo asesinado por la guerrilla y otro sacerdote mártir. Unas horas después, diversos testimonios encarnaron de forma desgarradora estas palabras, conmoviendo visiblemente al Papa y al resto de asistentes al encuentro de oración por la reconciliación nacional celebrado en el parque Las Malocas de Villavicencio, en el que tomaron la palabra dos víctimas, un antiguo comandante guerrillero y una miembro de un grupo paramilitar.

Pastora Mira García hizo un repaso de su vida demostrando que es posible «perdonar lo imperdonable». Primero fue el asesinato de su padre, siendo ella todavía una niña de 6 años, en el municipio de San Carlos (Antioquia). Años más tarde, la mujer cuidó del asesino, enfermo, anciano y abandonado.

Después vino el asesinato de su marido. Su hija, Sandra Paola, era entonces una bebé de dos meses. En 2001 los paramilitares la secuestraron. Pastora Mira tardó 7 años en encontrar el cadáver. Desde 2004, trabaja en la ayuda a familias de las víctimas de desaparición forzada por (unos 60.000 en los últimos 50 años) y desplazados (más de 6 millones).

«¡Pero no todo estaba cumplido!», prosiguió la mujer relato. La historia iba a repetirse de forma trágica y cruel. En 2005, los paramilitares asesinaron a su hijo menor, José Aníbal, nacido de su segundo matrimonio. «Tres días después de haberlo sepultado, atendí, herido, a un jovencito y lo puso a descansar en la misma cama que había pertenecido a Jorge Aníbal. Al salir de la casa el joven vio sus fotos y reaccionó contándome que era uno de sus asesinos y cómo lo habían torturado antes de matarlo. Doy gracias a Dios que, con la ayuda de Mamita María, me dio la fuerza de servirle sin causarle daño, a pesar de mi indecible dolor».

Con muchos de los presentes escuchando su relato con lágrimas en los ojos, Pastora ofreció todo su dolor a Jesús Crucificado «para que lo una al suyo y, a través de la plegaria de Su Santidad, sea transformado en capacidad de perdón para romper el ciclo de violencia de las últimas 5 décadas en Colombia». Como símbolo de esa ofrenda, puso a los pies del Cristo mutilado de Bojayá (ante el cual murieron asesinados decenas de inocentes) una camisa que su hija Sandra Paola había regalado a Jorge Aníbal.

La mujer concluyó su relato con esta plegaria: «Dios transforme el corazón de quienes se niegan a creer que con Cristo todo puede cambiar y no tienen la esperanza de un país en paz y más solidario».