Everlyn derriba las murallas de Cartagena - Alfa y Omega

Everlyn derriba las murallas de Cartagena

El programa Talitha Qum trabaja con 70 niñas y adolescentes de las periferias de Cartagena de Indias, una ciudad símbolo de la desigualdad que lastra a Colombia. El domingo, Francisco bendijo esta labor

María Martínez López
La hermana Blanca, con algunas de las niñas de Talitha Qum delante de un mural para conmemorar la visita del Papa. Foto: Archivo personal de la hermana Blanca Nubia López

Muy cerca de las playas caribeñas que hacen las delicias de los turistas, en Cartagena de Indias hay otra costa muy distinta: la ribera de la Ciénaga de la Virgen, una laguna al norte de la ciudad a la cual se vierte sin depurar buena parte de las aguas negras de la urbe. Un tercio de la población vive precariamente a su alrededor.

«Cartagena tiene sus murallas, que son muy lindas y custodian todo el centro turístico –afirma la hermana Blanca Nubia, de la Delegación de Pastoral Social de la archidiócesis–. Pero también tenemos murallas invisibles: las murallas del hambre, de la falta de educación y formación en valores. Y entre esos muros crecen los problemas de la droga, la prostitución, la violencia familiar, las pandillas…».

El domingo, el Papa Francisco cruzó estas fronteras invisibles para visitar el barrio de San Francisco. Quiso poner los focos sobre «una parte pobre de la ciudad –recordó en el avión de regreso a Roma–. Del otro lado está la parte turística, un lujo sin medidas morales. ¿Los que están allá no se dan cuenta de esto? ¿Los analistas socio-políticos?», se preguntaba. Denunciaba así un problema del que la ciudad es sintomática, pero que afecta a todo el país. Según la ONU, Colombia es el octavo país más desigual del mundo.

En el barrio con el que comparte nombre, el Pontífice bendijo las primeras piedras de dos proyectos diocesanos: una casa para personas sin hogar y la nueva sede del proyecto Talitha Qum, que trabaja con 70 niñas y adolescentes para prevenir la violencia, el abuso sexual y los embarazos precoces. Poco después, al rezar el ángelus desde la casa santuario de san Pedro Claver, el Pontífice pidió «trabajar por la dignidad de todos nuestros hermanos, en especial por los pobres y descartados de la sociedad».

Un trabajo… o la playa

La hermana Blanca, de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, es la responsable de Talitha Qum. Y Everlyn es, según la religiosa, uno de los mejores ejemplos de lo que quieren lograr. A sus 17 años, también ella cruza cada día las murallas invisibles de Cartagena. Lo hace cuando acude desde las periferias a aprender inglés en el Colombo Americano, un centro de estudios superiores en plena zona turística. Evelyn aspira a trabajar en alguno de los muchos hoteles de la ciudad, una perspectiva muy distinta a la de otras chicas de su entorno.

«Hay familias –cuenta la hermana Blanca– que empujan a las niñas a casarse a la edad de 12 o 13 años» para tener una boca menos que alimentar. Otras jóvenes acaban prostituyéndose. «Hay redes de turismo sexual muy bien organizadas. A veces los turistas abordan a las jóvenes en las playas, otras veces son ellas las que se acercan. Y en las agencias y hoteles hay gente sin escrúpulos que hace de intermediaria». «En Talitha Qum –añade Everlyn– nos ayudan a que estemos prevenidas sobre esto, y nos forman en valores para que cuidemos nuestra vida espiritual y nuestro cuerpo; para que nos respetemos».

«Solo conocen su periferia»

La principal apuesta del programa es la educación. Cuando recorren los dos barrios en los que trabajan de momento –San Francisco y La María– en busca de candidatas, la primera condición es que las chicas estén escolarizadas o se las escolarice. Por las tardes, en Talitha Qum hacen refuerzo escolar. Otro de los pilares del programa son las actividades deportivas y culturales, con salidas para que las niñas conozcan el patrimonio de una ciudad que atrae visitantes de todo el mundo pero cuya riqueza cultural sus habitantes muchas veces nunca han visto: «Solo conocen las periferias».

Pero también con cosas más sencillas se puede conseguir mucho. Por ejemplo, como la mayoría la población de estas periferias es afrodescendiente, «las animamos a hacerse peinados afro, a amar su pelo rucho, para fortalecer su autoestima y el reconocimiento de su raza negra». En la ciudad donde san Pedro Claver fue «esclavo de los esclavos», tener la piel oscura es todavía hoy causa de discriminación y desprecio.

Con todo, la religiosa insiste en que «el eje transversal de todo es la evangelización y el fortalecimiento de los valores humanos y cristianos de las chicas». De hecho, muchas de ellas hacen la Primera Comunión dentro del programa. En el caso de Everlyn, fue el año pasado, cuando se confirmó y comulgó por primera vez. «Nunca había vivido esa presencia del Espíritu Santo dentro de mí y sentí una alegría muy grande», dice con sorprendente locuacidad la joven, habitualmente parca en palabras.

Dentro de unos meses, Talitha Qum comenzará a trabajar en un nuevo barrio de los alrededores de la Ciénaga. El deseo de hermana Blanca es ir avanzando, barrio a barrio, hasta cubrir en su totalidad esta otra costa de Cartagena.

Por los 15… que vuelva mamá

Si en Latinoamérica cumplir 15 años es una ocasión especial, hace poco lo fue aún más para Anyie, una de las chicas de Talitha Qum. «En cuatro años que llevaba en el programa no la habíamos visto sonreír, no se relacionaba con las compañeras», cuenta la hermana Blanca, responsable del proyecto. Llevaba 12 años sin ver a su madre; desde que esta, atrapada en una relación de maltrato, la dejó a cargo de su abuela. Ahora vive con una tía… y otras 12 personas. En Talitha Qum, además de ayudarla con unos estudios que se le resisten –todavía está en 6º de Primaria, con niños de 12 años–, intentaron sanar a toda la familia. «El año pasado conseguimos contactar con la mamá, que se había mudado a otra zona, y por el 15º cumpleaños de la chica ambas se reencontraron. Estuvieron ocho días juntas, e incluso las llevé a mi casa para que pudieran conversar a solas. Desde entonces, a Anyie le brillan los ojos y es una alegría ver su sonrisa. Cuando termine el colegio, veremos si hay ocasión de que vuelva con la madre y siga sus estudios».