Al inicio del camino - Alfa y Omega

Quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento. A Alfa y Omega por la confianza que ha depositado en nuestra comunidad. A la comunidad, por considerarme capaz de desempeñar esta tarea. A todos ustedes por su atención y la benevolencia con las que sé que van a acoger mis reflexiones. Y, por supuesto, gracias al Señor de quien recibimos todos los dones.

Lo primero que se me presentó como fuerte interrogante fue: ¿y de qué voy a escribir? Y recordé una sentencia de Sócrates: «Solo nos es licito hablar de lo que atañe a nuestra propia experiencia». Una vez decidido el qué tenía que optar por un cómo. ¿Por qué no fijarme en nuestra regla y en lo que de ella dice san Gregorio Magno en sus Diálogos?: «El hombre de Dios, Benito, escribió la Regla de los monjes notable por su sencillez y claridad de lenguaje». Trataré pues de mis experiencias y expresarlas con sencillez y claridad, por si pudieran hacerles algún bien.

Nuestra comunidad nace en León en el año 966 fundada por el rey Sancho I para custodiar los restos del niño Pelayo, que había muerto mártir en Córdoba en el año 925. Las monjas viven bajo la regla de san Benito. En 1148 son trasladadas a Carbajal de la Legua, a unos seis kilómetros de León, y allí permanecen hasta 1600, en que desandan el camino recorrido y regresan a León.

En la actualidad somos 19 monjas de edades entre los 98 años y los 30 y nuestro trabajo consiste en la atención a la hospedería, un taller de ornamentos y la acogida a peregrinos que caminan hacia Santiago de Compostela. Nuestra principal tarea es la búsqueda de Dios viviendo bajo una regla y una abadesa, en una familia monástica con la que nos vinculamos de por vida mediante un voto de estabilidad. Una nota especialmente característica de nuestra espiritualidad es la acogida a todos las personas que se acercan al monasterio. En todos y cada uno recibimos a Cristo en persona.

Deseo compartir la alegría de la fe, el amor y la esperanza cristinas con la plena confianza en que, durante la travesía, nos acompaña el Espíritu Santo y nuestra Madre.