Diácono permanente: un ministro ordenado dentro de la sociedad - Alfa y Omega

Diácono permanente: un ministro ordenado dentro de la sociedad

¿Qué es un diácono permanente? ¿Qué hace? ¿de dónde sale esta figura? Responde Javier Villalba, diácono permanente de la diócesis de Madrid y autor del libro Diaconado permanente (Editorial San Pablo)

José Calderero de Aldecoa
Foto: Archivo personal de Javier Villalba

Un diácono permanente puede administrar el sacramento del Bautismo, del Matrimonio, presidir las exequias, predicar homilías… pero para Javier Villalba —diácono permanente de la diócesis de Madrid y autor del libro Diaconado permanente (Editorial San Pablo)— el «ser», es decir, la identidad del diácono permanente, antecede al «hacer». «Hay gente que me dice que los diáconos permanentes no hacemos gran cosa. Siempre les respondo que no importa lo que se haga. Lo importante es la persona. Al final, el diácono permanente es un ministro ordenado que está en el tejido normalizado de la sociedad y es ahí donde vive su ministerio de servicio».

Javier es también pediatra, está casado y tiene cuatro hijos. En su día a día, «hay veces que el equilibrio es difícil». En ocasiones, «la vida profesional te exige más tiempo»; en otros momentos «estás más ocupado con la familia» o con «la parroquia». Pero a todas estas ocupaciones no se une sus tareas como diácono permanente. «No es una cosa más. Se trata de vivir todo lo anterior, todas las facetas de la vida, desde esa dimensión de servicio propia del diácono permanente».

Por lo tanto, tal y como explica Villalba en su libro —recién publicado y prologado por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro—, uno no es diácono solo cuando va a la parroquia. «Es una identidad que te configura con Jesús en todo lo que haces». «Es vivir desde el servicio, desde la confianza de que Jesús camina contigo, de que te llama, te capacita y te envía a dar un testimonio de confianza en Él». El diácono permanente «es el ministro de lo cotidiano».

Hombres, célibes o casados, centrados en la caridad

El origen del diácono permanente se sitúa en la Iglesia primitiva, aunque posteriormente su figura cayó en desuso. Durante los primeros siglos, este ministerio tenía una vinculación muy estrecha con el obispo y con la labor caritativa de la Iglesia. Atendían a los pobres, a las viudas, a los huérfanos… gente a la que el obispo, por su ministerio concreto, no podía llegar.

El Concilio de Trento ya intentó rehabilitar este ministerio como un grado más dentro del sacramento del Orden destinado a hombres célibes. Sin embargo, fue el Concilio Vaticano II el que lo restauró definitivamente para hombres que también podían estar casados. Actualmente, «en su mayoría, los diáconos permanentes están casados aunque, por supuesto, también los hay célibes», asegura Villalba.

De esta forma, muchos de los diáconos permanentes tienen lo que se llama una doble sacramentalidad: recibieron el sacramento del Matrimonio y, posteriormente, accedieron al sacramento del Orden.

Impulsor de los ministerios laicales

Célibes o casados, la figura del diácono «se pensó en algún momento de la historia como una posible solución a la falta de sacerdotes», explica Javier Villalba. La realidad es que «la vocación del diácono y del cura es diferente, aunque tanto el presbítero como el obispo pasan necesariamente por el grado de diácono, de forma transitoria, dentro del sacramento del orden sacerdotal».

Sin embargo, el 80 % de los diáconos permanentes del mundo se encuentran en América del Norte y Europa, donde el número de sacerdotes se ha visto estancado en los últimos años. Pero el diácono permanente no está llamado a suplir el trabajo de los curas. Más bien, «es un impulsor de los ministerios laicales». Su figura, insertada en el corazón de la sociedad, «promueve que todos seamos corresponsables dentro de la Iglesia, que los laicos tomen definitivamente un papel activo y sean responsables en la transmisión de la fe».

Diaconado femenino

Además de los laicos en general, Villalba también aboga por una mayor presencia y responsabilidad en particular de las mujeres en las actividades de la iglesia.

En este sentido, el Papa Francisco anunció el año pasado la creación de una comisión de estudio sobre el diaconado femenino. «El Nuevo Testamento nos confirma que en la antigüedad hubo mujeres diaconisas. Hay que dejar a la comisión y al Espíritu trabajar para ver si teológicamente es posible o no. Pero sí que es cierto que la mujer tiene que tomar un papel mucho más activo en la sociedad y en la Iglesia», asegura Villalba al respecto.

Diaconado permanente
Autor:

Javier Villalba

Editorial:

San Pablo

Año de publicación:

2022

Páginas:

xxx

Precio:

xxx €