Durand-Ruel, el gran mecenas de los impresionistas - Alfa y Omega

Durand-Ruel, el gran mecenas de los impresionistas

La exposición Inventing Impressionism de la National Gallery de Londres rinde, desde ayer y hasta el 31 de mayo, homenaje al marchante de arte Paul Durand-Ruel (1831-1922) a través de 85 obras de pintores como Monet, Degas, Manet, Renoir, Pissarro y Sisley, a los que prestó un apoyo moral y financiero imprescindible

Rosa Puga Davila
Fotografía de Paul Durand-Ruel, en su galería, por Dornac (ca. 1910)

«Sin Durand, habríamos muerto de hambre todos los impresionistas», dijo Monet al final de sus días. El pintor se remitía a los hechos cuando realizó esta afirmación, ya que Durand-Ruel fue el primer marchante que defendió el talento de este grupo de artistas cuando su trabajo era infravalorado y ridiculizado. Hubo un tiempo en el que pintores como Claude Monet, Camille Pissarro y Pierre-Auguste Renoir no eran reconocidos; sus trabajos se exponían en las llamadas Exposiciones impresionistas, entre 1874 y 1886, al margen del Salón oficial controlado por la Academia de Bellas Artes francesa.

Paul Durand-Ruel procedía de una familia francesa de comerciantes de cuadros y, en 1865, abandonará la empresa familiar estableciéndose por su cuenta como marchante principal de los pintores de la escuela de Barbizon. Uno de estos pintores (Daubigny) será quien le presente a Monet y Pissarro, en la época en que los cuatro se hallaban refugiados en Inglaterra por causa de la guerra franco-prusiana de 1870-1871. Durand se quedará fascinado por su talento.

El marchante parisino comenzó así a ser valedor de los impresionistas en solitario, rozando la bancarrota en ocasiones. Los defendería también al otro lado del Atlántico, sin inmutarse por la opinión inicial crítica y la resistencia pública que existía hacia ellos. Estos pintores que producían pinturas coloridas, veladas y espontáneas fueron apoyados por Durand, que apostó por el gusto y el talento de Édouard Manet, Alfred Sisley y Edgar Degas ante una audiencia receptiva americana. En 1886, consigue un éxito clamoroso con una gran exposición de la obra de los impresionistas en Nueva York que le anima a abrir, en dicha ciudad, una filial de su empresa y a desempeñar un importante papel en la formación de algunas de las grandes colecciones impresionistas estadounidenses. Con el reconocimiento de los norteamericanos, la sociedad parisina, temiendo perder algo propio, pronto cedió al carisma de los impresionistas. Durand transformaría así su negocio, basado en París, en una firma global con galerías en Londres y Nueva York.

La determinación de estos artistas supuso un paso fundamental en el desarrollo de la independencia del artista moderno con respecto a las instituciones académicas y en la creación de un mercado privado de arte, dado que, por primera vez, los pintores, organizados en grupo, exponían sus obras dándolas a conocer a posibles compradores, con independencia de la Academia de Bellas Artes.

La fe de Durand en el talento de estos artistas y sus estrategias financieras y nuevos métodos de difusión y promoción fueron muy importantes en el destino de los Impresionistas, y por ello la National Gallery de Londres ha querido rendirle homenaje. Gracias a este mecenas, la historia ha hecho justicia a muchos artistas y ha elevado la figura del marchante de arte a la de pieza importante en la carrera del artista y su relación con el público.