Cheyenne-Marie Carron: «Dios espera de nosotros que seamos ardientes, no tibios» - Alfa y Omega

Cheyenne-Marie Carron: «Dios espera de nosotros que seamos ardientes, no tibios»

La realizadora de L’Apôtre, película premiada en un festival de cine cristiano y censurada temporalmente por el Gobierno francés, cuenta en Alfa y Omega el significado de su obra y su largo camino hacia la conversión

José María Ballester Esquivias

A raíz de los atentados perpetrados en París a comienzos de este año, el Gobierno francés tomó, entre otras medidas, una que pasó desapercibida fuera de sus fronteras: la prohibición de proyectar temporalmente L’Apôtre (El Apóstol) en los dos cines en los que ya estaba en cartelera. Estos han decidido volver a proyectarla.

Esta película narra la historia de Akim, un joven musulmán que se prepara, junto a su hermano Yussef, para ser imán. Mientras, la hermana de un sacerdote católico es asesinada en el barrio en el que viven. El sacerdote decide seguir viviendo cerca de la familia del asesino, pues está convencido de que les ayudará. Conmocionado por este comportamiento, Akim inicia un itinerario de conversión al cristianismo, que le enfrentará con su familia y con sus correligionarios.

La realizadora de la película es Cheyenne-Marie Carron, nacida en 1976. Fue abandonada cuando tenía tres meses y posteriormente adoptada por una familia católica. El Domingo de Resurrección de 2014, recibió el sacramento del bautismo, tras un periodo de acercamiento a la Iglesia que duró más de tres lustros; de paso agregó Marie a su nombre original.

L’Apôtre no es fruto de la imaginación de Cheyenne-Marie, sino de una situación que Cheyenne vivió cuando tenías 19 años. «He querido rendir homenaje a un sacerdote al que conocí», declara a Alfa y Omega. «El acto de caridad del sacerdote», prosigue, «es el vínculo entre la película y mi conversión».

Decidió bautizarse con 20 años. ¿Por qué su itinerario hasta la recepción del sacramento fue tan largo?
Con 20 años no me sentía lo suficientemente digna como para recibir el sacramento, con 35, me dije a mi misma: ¡ha llegado el momento! Dios esperaba eso de mí y yo ya me sentía preparada para servirle.

¿Cómo apareció en su vida?
A través de mi madre, que me acogió cuando solo tenía tres meses. Ella y mi padre adoptaron tres hijos, que se sumaron a los dos biológicos. A través del amor de mi madre descubrí el Amor de Dios.

¿Sintió antes Su presencia en los momentos más duros de su vida?
Dios estaba conmigo cuando era niña. En los momentos más dolorosos me decía: «estoy contigo, lucha y te acompañaré a lo largo del camino», es decir, de mi vida.

¿Cómo le ayuda en el día a día?
No me habla a diario, pero sé lo que espera de mí y procuro cumplirlo con abnegación; a veces con gusto, otras en medio del dolor.

Defina a Cristo en tres palabras.
Amor absoluto y exigencia

¿Su pasaje favorito del Evangelio?
Todo el Evangelio de san Lucas y la parábola del Buen Samaritano, porque demuestra la belleza absoluta de la religión católica: amar al prójimo venga de donde venga.

¿Cree que la caridad y la generosidad del sacerdote de L’Apôtre pueden tener émulos en el Occidente de hoy, decadente y relativista?
De lo que carece Occidente es del espíritu combativo cristiano. La caridad ya la tiene.

Con frecuencia, sus mensajes en las redes sociales rezuman un tono contundente y algo brusco. ¿No es víctima del furor del converso?
El hecho de que haya sido bautizada recientemente no significa que sea una conversa reciente. Como ya he dicho, Dios ya estaba conmigo en mi niñez. Y Dios no espera de nosotros que seamos tibios, sino más bien ardientes y combativos para las nobles causas de la Iglesia y de nuestras patrias respectivas.