Lola Arrieta: «Ya no vale esperar a que los jóvenes vengan, hay que ir a donde están» - Alfa y Omega

Lola Arrieta: «Ya no vale esperar a que los jóvenes vengan, hay que ir a donde están»

Fran Otero
Foto: CONFER

Lola Arrieta es carmelita vedruna, experta en acompañamiento espiritual. Gracias a su amplia experiencia, conoce bien a los jóvenes y también a aquellos que los acompañan, a los que ha estado dedicada en los últimos tiempos a través de formación. Acaba de participar en las Jornadas Nacionales de Pastoral Juvenil, organizadas por CONFER, en las que ha hablado sobre acompañamiento pastoral.

Acompañar a los jóvenes es hoy también salir a por ellos, ¿no?
Hoy, en cualquier tipo de acción pastoral en la Iglesia, también en el trabajo con jóvenes, la actitud no puede ser, pues no vale, la de esperar a que vengan y se amolden a nuestra estructuras y mediaciones, que son las que están en crisis, sino que nosotros tenemos que participar como ciudadanos y como creyentes en todos los ámbitos de la vida en los que están. Se trata, en primer lugar, de hacer camino. Otra cuestión a tener en cuenta es que los jóvenes están en continuo movimiento y se plantean la vida y la fe de manera diferente a cómo nos las planteamos nosotros. Esto nos exige que seamos itinerantes. Y, por último, quisiera traer a colación la actitud de Jesús, esa capacidad de salir al encuentro, de hacerse cercano, de compartir inquietudes. Esto nos remite a la experiencia de Emaús. De eso trata salir a buscar a los jóvenes y estar en medio de la calle.

Tiene mucha relevancia hoy el acompañamiento…
Lo entendemos en última instancia como una mediación para que, ojalá, conozcan a Jesús. Se trata de crear condiciones de posibilidad para que se encuentren con Él. Es el deseo de mediar para que lleguen a conocer a Jesús como los demás lo hemos conocido. Es esa brújula que orienta el camino, un recorrido que comienza allí donde los jóvenes están.

¿Qué se le pide a una personas que vaya a acompañar a un joven?
Que pongan todo de su parte para que el joven se pueda abrir a Dios. Una vez conseguido esto, el acompañante debe saber estar en su sitio y dejar a la persona, en este caso joven, que decida desde su libertad. Por eso, nuestra forma de acompañar se tiene que modular según le momento en el que se encuentra el joven.

Supongo que se necesita una experiencia y una formación.
Cuando hablamos de acompañamiento, damos por supuesto que hay una experiencia de Jesús, también de ser acompañado. Lo que se nos pide es ser testigos de lo que hemos experimentado. Y, evidentemente, para que el diálogo fluya, ya que sabemos que el vínculo y la relación son claves, necesitamos una formación continua permanente. Y ahí es donde entran las ciencias humanas o la comunicación, que tienen mucho que aportar. Todo esto nos puede ayudar a entrar en contacto con otras culturas, contextos y realidades, al margen de la fundamentación teológica, esencial para asentar la fe en el Dios en el que creemos.

Hablas de dialogar con otros contextos, culturas… ¿A qué se refiere?
Jesús se hizo el encontradizo con todo tipo de personas y, de hecho, uno de los grandes retos a los que nos enfrenamos hoy es precisamente el de abrirnos al diálogo con todos los jóvenes, con aquellos hombres y mujeres que nos vamos encontrando y que no comparten nuestra convicciones cristianas pero sí tienen valores que concretan en otros proyectos. Tenemos un gran reto como acompañantes, que es el de estar cerca de todo aquel que es caminante por la vida.

Además, el acompañamiento de frontera no solo se refiere a aquellos que no tienen fe, sino también a los de otras confesiones religiosas. Nuestra misión como acompañantes entendida como diálogo tiene hoy mucha fuerza.

Al margen del propio Jesús en Emaús, ¿encontramos alguna referencia de acompañamiento a lo largo de la historia?
Cuando hablo de esto me gusta recordar que en el siglo I ya hubo mujeres que fueron parteras de la sabiduría, que mostraron con fuerza la experiencia de Dios en medio de las dificultades, en una sociedad que no las tenía en cuenta. Estas mujeres, con la fuerza del Espíritu, dejaron su huella e hicieron una aportación revolucionaria, capaz de atravesar barreras y situaciones hostiles. El poder reconocerlas y descubrir que hay muchos otros varones y mujeres que han sido mediación y testigos para otros me parece muy importante.