María Isabel Herrera y Raquel Lara, de la JOC: «Si la Iglesia no da respuesta a los jóvenes, lo hará la sociedad» - Alfa y Omega

María Isabel Herrera y Raquel Lara, de la JOC: «Si la Iglesia no da respuesta a los jóvenes, lo hará la sociedad»

María Isabel (30, derecha) y Raquel (25 años, izquierda) son parte del equipo que dirige en España la Juventud Obrera Cristiana (JOC), esa intuición que tuvo Joseph Cardjin en los años 20 del siglo pasado para llevar el mensaje de Jesús a todos los rincones. La primera como presidenta y la segunda como responsable de Iniciación, Conexión y Extensión de la organización. Hablan con Alfa y Omega de los retos de la Iglesia con la juventud actual

Fran Otero
Foto: Fandiño

¿Quiénes son los jóvenes obreros de hoy?
Raquel: Antes, el mundo obrero se establecía en torno a una fábrica. Hoy todo eso ha cambiado, pero el movimiento sigue. Yo soy universitaria y me considero obrera.

María Isabel: El mundo obrero es el que se las tiene que apañar para salir adelante día a día. Hoy, esa realidad está muy difuminada y, por tanto, llegar a los jóvenes de esas realidades es difícil.

Esos jóvenes son vuestra razón de ser.
M. I.: Nuestro trabajo es acompañarlos en su vida. No somos guías, animadores o monitores. Sí evangelizadores y educadores. Se trata de estar con ellos en las diferentes esferas de la vida: el trabajo, las relaciones, los estudios…

R.: El objetivo es el de educar y evangelizar a los jóvenes del mundo obrero, empoderarlos para que sean protagonistas de sus vidas y puedan hacer que otros lo sean.

¿Y cómo lo hacéis?
M. I.: Entre otras cosas, utilizamos la revisión de vida: el ver, juzgar y actuar. Así, el joven descubre a través de un acontecimiento, una realidad, que luego pasa a través de los ojos del Evangelio, del que surge un compromiso.

R.: Son procesos lentos y largos, pero que ponen en el centro a la persona. No nos importan los números, sino la calidad del acompañamiento.

M. I.: Lo importante es el joven, no que acabe en la JOC. Esto puede ser una consecuencia, pero la motivación no son los números sino las personas. Te podríamos contar milagros, los mismos que en el Evangelio. Casos de jóvenes rotos, desatendidos, sin posibilidades que han logrado salir adelante.

¿Y dónde?
R.: Lo hacemos en todo tipo de lugares, también en los barrios más humildes de ciudades como Sevilla, Ciudad Real o Córdoba. Ahí también hay que echar la semilla, porque esos jóvenes también tienen derecho a conocer a Jesús. En nuestro caso, el primer anuncio lo hacemos desde la realidad que viven esos jóvenes, desde sus problemas. Así, a través de una escuela deportiva o un grupo de ecología, vamos incorporando a su vida valores, que son los del Evangelio.

La dimensión comunitaria es muy importante…
M. I.: No podemos vivir la totalidad del Evangelio sino es en comunidad, porque nos perderíamos la fraternidad, el compañerismo, el acompañamiento. Por eso, nosotros nos organizamos en equipos de vida, la base del movimiento, donde trabajamos las motivaciones de cada uno, donde nos dejamos interpelar, cogemos fuerzas y sentimos que no estamos solos. Esto es un pilar para, después, poder salir afuera.

El actuar también ocupa un lugar señalado…
M. I.: Esto más que como una carga, se vive como una acción liberadora. Comprometiéndote, participando, teniendo en cuenta al otro yo me salvo y nos salvamos todos.

R.: Por las obras y por el amor que nos tenemos nos reconocerán. Nosotros tenemos la responsabilidad de estar en la masa y ejercer como levadura. Yo soy feliz teniendo a Jesús como referente de mi vida y quiero que tú también lo seas.

Estamos en un periodo de reflexión de cara al Sínodo de Obispos que, precisamente, va a abordar la cuestión de los jóvenes. ¿Qué le pedís a la Iglesia?
R.: Que no tenga miedo, que salga, que no nos mire con prejuicios, porque los jóvenes no somos botellón ni vagos. Que nos mire con los mismos ojos de Jesús, porque valemos y tenemos capacidad. Tiene que confiar.

M. I.: Que el joven pase de ser destinatario a parte activa. Esa es la clave.

R.: Espero que el sínodo sea un revulsivo. Porque los jóvenes están en búsqueda, pero si la Iglesia no da respuesta, lo hace la sociedad. La Iglesia tiene que ser consciente de que la sociedad responde de una manera muy diferente al Evangelio. Se tiene que plantear qué respuesta está ofreciendo, porque los jóvenes buscan que se los escuche, ser valorados; necesitan referentes.