Presos murcianos van a Caravaca «como hombres sin más que caminan» - Alfa y Omega

Presos murcianos van a Caravaca «como hombres sin más que caminan»

«Una experiencia única», «estoy deseando repetirla», «cansado pero satisfecho», «una experiencia que hay que vivirla para entenderla». Estas son algunas de las impresiones con las que definían la peregrinación a Caravaca de la Cruz los 16 internos del centro penitenciario Murcia II, de Campos del Río. Junto a funcionarios de prisiones, voluntarios y sacerdotes, peregrinaron la semana pasada desde el Niño de Mula hasta la basílica

Susana Mendoza
Los peregrinos, a la llegada a Caravaca de la Cruz. Foto: Diócesis de Cartagena

La mañana del 24 de octubre salieron de la cárcel de Campos del Río rumbo a Mula, desde donde partieron en peregrinación hasta Bullas, allí hicieron noche, para retomar su camino el miércoles. A las 17 horas celebraron la Misa del peregrino en la basílica menor-santuario de la Vera Cruz, que fue presidida por el vicario de la zona Caravaca-Mula, Jesús Aguilar. Este les invitó a aprovechar el tiempo en la cárcel: «Ahora, si algo tenéis, es tiempo para vosotros, para dedicaros y para pensar. Aprovechadlo. Pensad en lo que es prioritario, lo que es importante, por lo que merecería la pena dar la vida. Centrad vuestras vidas».

También les recordó que «el peregrino va ligero de equipaje, que hace ver lo que es esencial en la vida», y que la cruz a la que habían peregrinado es «señal de vida porque allí Cristo dio muerte a la muerte… Si el Señor murió por mí y por ti, y somos tan válidos para Él, tenemos que coger de ahí las fuerzas para vencer las dificultades. Nada nos separa de su amor».

Por su parte, Antonio Sánchez, capellán del centro penitenciario de Campos del Río, exhortó a los presentes a «ganar el cielo. Con Dios siempre tenemos esperanza. La cruz nos enseña que no es el final de la vida, de la cárcel se sale con ilusión y esperanza».

Un momento de la celebración en la basílica. Foto: Diócesis de Cartagena

«Nos tratamos de tú a tú»

Una ilusión que se vio reflejada en la cara de presos, funcionarios y voluntarios. «Hemos tenido la posibilidad de salir y compartir estos momentos de esfuerzo lejos del corsé establecido de reglamentos, tratándonos de tú a tú, como personas, como hombres sin más que caminan», contaba Juanjo Macián, uno de los funcionarios de prisiones que también participó en la peregrinación.

En el rostro y la voz de Camilo, uno de los internos, brotaba la alegría, pues no imaginaba vivir algo así en la situación en la que se encuentra, y lo consideró «un logro importante a nivel personal, emocional y espiritual».

«Hemos disfrutado mucho porque para nosotros es una experiencia única –aseguraba José, otro de los internos– poder salir a la calle y disfrutar de algo que no es cotidiano. También es una experiencia muy cansada», añadió. Un cansancio que no se mostraba en sus rostros, pues la alegría los inundaba.

Parte del grupo de presos de la cárcel de Campos del Río. Foto: Diócesis de Cartagena

«También son hijos de Dios»

Los centros penitenciarios realizan salidas terapéuticas con algunos internos. Cuando comenzó el Año Jubilar en Caravaca el capellán de Campos del Río, Antonio Sánchez, pensó en realizar una de esas salidas: «El año pasado me marcó mucho ir con dos presos de nuestra diócesis peregrinando a Roma en el jubileo del Año de la Misericordia. Ese jubileo con el Papa Francisco me recordó que también se podía hacer aquí, en Caravaca».

Sánchez asegura que, a diferencia de otros centros penitenciarios, el de Campos del Río está sometido a más normas y reglas de lo habitual, por lo que su intención fue, desde el principio, darles a los presos las mismas oportunidades que otros internos de otros centros.

La esperanza es una de las máximas que desde la capellanía católica siempre enseñan a los presos: «Como creyentes sabemos que son delincuentes, pero como cristianos también sabemos que son hijos de Dios y Dios quiere siempre a sus hijos, aún más al que se equivoca –explica el capellán–. Nosotros, mis compañeros capellanes y yo, somos ahí el rostro de la Iglesia queriéndolos. Y cuando alguien quiere a alguien pues le hace cosas buenas, y sacarlos y compartir con ellos esta experiencia, es un regalo muy grande para nosotros y para ellos».