El secreto de Lolo - Alfa y Omega

El secreto de Lolo

Desde su sillón de ruedas, ciego y paralítico, Lolo llegó hasta los confines del mundo. Hace tan sólo unos días, acaba de ser aprobado el milagro que inicia la cuenta atrás para su beatificación. Escribe el Postulador de la Causa de beatificación de Manuel Lozano Garrido, Lolo

Rafael Higueras Álamo
Lolo, en su sillón de ruedas

Cuando, hace unos pocos días, el 29 de septiembre pasado, se estaba imprimiendo ya el nº 657 de Alfa y Omega, llegó a la redacción la noticia a tiempo de colarse por una rendija de las páginas del semanario: «La Congregación de las Causas de los Santos ha aprobado una curación inexplicable atribuida al Venerable Manuel Lozano Garrido, el periodista Lolo. El Proceso de su beatificación queda sólo a la espera de una decisión del Santo Padre».

Esta curación inexplicable se realizó en un niño, entonces de 2 años, con un sarampión, que degeneró en peritonitis y después en ileo paralítico; tras dos intervenciones quirúrgicas, se agravó aún más, produciéndose cólicos fecaloideos. Se colocó el crucifijo de Lolo bajo la almohada del enfermito, cuando se esperaba ya la muerte por septicemia, y el niño curó.

Alfa y Omega ha estado pendiente de la trayectoria de este Proceso de canonización de Lolo. Quizá por ello no sea, ahora y aquí, tan necesario acudir a relatar la biografía de este joven de Acción Católica, que nació y murió en Linares, paralítico total y ciego en los últimos años de su vida, pero también periodista y escritor. Él era una eucaristía viviente, por su piedad centrada en el Santísimo Sacramento, y lleno de ternura en su devoción a Santa María.

Me parece que toda esa biografía puede ser de fácil acceso, a quien lo desee, acudiendo a www.amigosdelolo.com, o en la sede de la Asociación promotora de la Causa (calle Viriato 27, 3º. 23700 Linares).

Al llegar al final de esta etapa, que tanto acerca ya a la meta de la beatificación, parece más oportuno subrayar algún rasgo de su riquísimo perfil espiritual.

Juan Pablo II releyó un punto clave de la doctrina del Concilio (La vocación universal a la santidad) y la comentó: «La santidad entendida en su sentido fundamental de pertenecer a Aquel que, por excelencia, es el Santo, el tres veces Santo. La santidad a la que están llamados todos los bautizados».

Lolo se tomó en serio su fe. Pero quede dicho ya que el Decreto, con el que el Papa Benedicto XVI declara la heroicidad de la vida y virtudes de Lozano Garrido, lleva como lema esta frase de Jesús: Vuestro gozo no os lo quitará nadie.

Lolo, a pesar de sus dolores, era alegre y contagiaba alegría: «Aparentemente, el dolor cambió mi destino… Dejé las aulas, colgué el título, fui reducido a la soledad y al silencio. El periodista que quise ser no entró en la Escuela; el pequeño apóstol a que soñara llegar, dejó de ir a los barrios; pero mi ideal y mi vocación los tengo ahora delante, con una plenitud que nunca pudiera soñar».

¡Mi ideal y mi vocación! Por eso escribirá también: «Vocación es un darse a Dios con tal ansia que hasta duelen las raíces al arrancarse». Este hombre de Dios vivió de cara a Dios toda su vida. Sus grandes horas de silencio le llenaron más y más de Dios, le convirtieron en místico: «Un préstamo: déjame tu corazón por uno, tres, cinco años, que pueda vivir todavía. Tu corazón, no para el egoísmo de realizarlo todo fácil, sin esfuerzo, sino para hacer bueno ese deber que es amarte a tu medida…».

¡Dame más, Señor!

Y en ese afán de trasplantarse el corazón del Señor llega a escribir: «Tengo sed, Señor, del agua de esa fuente. ¡Mi corazón quema de tanta lumbre interior, de tantos ardores siempre! Me abraso en ansias de ser mejor, de notarme más fiel, más leal, más generoso, más incondicional. Mi sed es de Ti; ¿por qué has de darte siempre con cuentagotas? ¡Dame más, Señor! ¡Lléname como un aljibe, y, casi en seguida, me dejas vacío, para que yo goce además del júbilo de sentir cómo te viertes! Tengo ganas de que se termine la sed, pero también quiero que nunca se acabe, porque la sed es una hermosa esperanza, y nuestra pequeña esperanza se redime en su propia espera».

¡El secreto de Lolo!: así se titula una preciosa biografía de Lolo dibujada y escrita para niños, por Blanca Aguilar. El secreto de Lolo fue su oración, su vivencia de la Eucaristía, su piedad mariana… De ahí sacaba las fuerzas para vivir la alegría contagiosa y apostólica por encima de sus dolores, de su parálisis y de su ceguera. Muchas páginas de sus libros son como un rocío de serenidad, como una fina lluvia de ternura, cuando escribe de Santa María, o cuando habla con Cristo crucificado, o cuando escribe sus oraciones… del enfermo; o por el médico; o por los periodistas; o de una madre numerosa… No es momento de hacer aquí un ensayo sobre los escritos místicos de Lolo, esparcidos por todas sus obras. Pero no me resisto a copiar otro. Así escribe, poniendo en boca de Jesús estas palabras: «Y es que una madre es una cosa de la que sale como fuego, como azúcar, como serenidad, como dicha, como alegría. Os voy a hacer un seguro de ternura para siempre. Porque quiero que tengáis junto a vosotros un corazón que se esponje cuando os tire de los párpados un ansia de llanto. Estaréis pensando que lo que digo es bonito, pero difícil. Y no. Os doy a mi Madre, que tiene el corazón como una montaña».

La hondura de su vida cristiana, sencilla, y a la vez extraordinaria, la gama de los múltiples perfiles de su vida no puede agotarse en esas pocas líneas que anteceden. Pero detrás, o delante, de este místico está su compromiso apostólico y militante desde la prensa. Su oración le lleva a un apostolado incansable desde su quietud del sillón de ruedas.

Rafael Higueras Álamo