El Papa invita a vivir la «espera palpitante del encuentro final con Dios» - Alfa y Omega

El Papa invita a vivir la «espera palpitante del encuentro final con Dios»

Los cristianos somos «hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte», ha afirmado el Santo Padre en la Misa por los obispos y cardenales fallecidos durante el año

Redacción
Foto: EFE/Maurizio Brambatti

En la Misa en sufragio por los cardenales y obispos fallecidos durante el año, celebrada este viernes en la basílica de San Pedro, el Papa Francisco ha reiterado que recordar a los difuntos en las celebraciones litúrgicas «alimenta sobre todo nuestra esperanza por ellos y por nosotros mismos».

La muerte —ha comenzado diciendo el Papa— «hace definitiva la “encrucijada” que ya está ante nosotros aquí, en este mundo: la senda de la vida, es decir, con Dios, o la senda de la muerte, es decir, lejos de Él». Quienes eligen la primera, «experimentan la realidad de la vida que no acaba, la victoria completa sobre la muerte a través de la resurrección».

Y lo hacen «por la bondad misericordiosa de Dios», manifestada en Jesucristo, que «se hizo nuestro hermano y compartió nuestra condición hasta la muerte; con su amor rompió el yugo de la muerte y nos abrió las puertas de la vida».

Una comunión real

Esta vida se experimenta ya en este mundo, pues en la Eucaristía, «con su cuerpo y su sangre, Cristo nos alimenta y nos une a su amor fiel, que lleva en sí la esperanza de la victoria definitiva del bien sobre el mal, sobre el sufrimiento y sobre la muerte». Esto hace que la comunión con los muertos, lejos de ser «simplemente un deseo», se vuelva real.

Todo ello «nos lleva a ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte», marcados por «la espera palpitante del encuentro final con Dios».

El Papa ha concluido con unas palabras sobre los obispos y cardenales por los que ofrecía la Eucaristía; hombres que «nos han dejado después de haber servido a la Iglesia y al pueblo que se les confió con la mirada puesta en la eternidad. Por tanto, damos gracias por su servicio generoso al Evangelio y a la Iglesia».