«San Josemaría tenía claro que los sacerdotes nunca debían ser instrumentos de división» - Alfa y Omega

«San Josemaría tenía claro que los sacerdotes nunca debían ser instrumentos de división»

José Calderero de Aldecoa
Jordi Miralbell, autor de Días de espera en guerra (Editorial Palabra). Foto: Miquel Codolar

Fue el propio san Josemaría Escrivá de Balaguer el que le contó a Jordi Miralbell lo que había supuesto para él su estancia en la Barcelona republicana de 1937. El fundador del Opus Dei permaneció 41 días en la ciudad condal antes de poder escapar, a través de los Pirineos, de la persecución religiosa desatada en España durante la Guerra Civil. Ahora, cuando se cumplen 80 años del suceso, Mirabell lo ha puesto por escrito en Días de espera en guerra (Editorial Palabra), un libro en el que también recoge el testimonio de aquellos que acompañaron al fundador en su paso a la zona nacional.

Jordi Miralbell atiende a Alfa y Omega desde la misma Barcelona en la que está ambientado su libro y poco antes de coger el AVE en dirección a Madrid, donde este martes en la librería Neblí presentó su libro.

Usted no pretendía escribir un libro…
En el centenario de san Josemaría hubo varias personas que reconstruyeron el paso de los Pirineos del fundador del Opus Dei en dirección a Andorra. Hicieron un trabajo muy exhaustivo. También se encontraron relatos de los días previos que [Escrivá de Balaguer] pasó en Barcelona, pero no los historiaron por centrarse exclusivamente en la travesía montañosa. Eran relatos maravillosos y me decidí a intentar reconstruir esos 41 días de san Josemaría en la ciudad. Fue la abundancia de testimonios lo que hizo imposible no publicarlos en formato libro.

Por otro lado, conocí a san Josemaría en vida y había oído el relato de su estancia contado por él mismo. Yo soy de Barcelona y me parecía una obligación histórica contar lo que aquí sucedió.

¿Qué le contó san Josemaría de su paso por Barcelona durante la Guerra Civil?
Fue en 1973. Yo era muy joven y san Josemaría se encontraba precisamente en Barcelona por una operación que le tenían que hacer a Álvaro del Portillo —primer sucesor del fundador—.

De su estancia en la ciudad él recordaba fundamentalmente tres cosas. La primera, que se veía absolutamente incapaz físicamente de pasar a Andorra por las montañas como querían los que le acompañaban. Pensaba que no podría y que sería un estorbo.

En segundo lugar, las Eucaristías. Las celebraba en la mesita de noche de un piso en el que estaban alojados. Recordaba aquellas Misas con mucho cariño.

Y, por último, a su amigo Pascual Galbe, republicano que por aquel entonces era magistrado del Tribunal contra el Espionaje y la Alta Traición de Cataluña. Había sido compañero suyo en la facultad. Se querían mucho, hasta tal punto que le dijo al fundador que, si le cogían, dijera que era amigo suyo. San Josemaría le intentó acercar a Dios y siempre rezó por él, aunque Pascual se decía ateo. En las actas del tribunal que perseguía la masonería figura que Galbe se suicidó en Francia en el año 40. Sin embargo, con motivo del libro hemos localizado una hija póstuma que nos contó que su madre siempre decía que Pascual no se suicidó, le mataron, y que murió cristianamente.

Eucaristías, apostolado… parece el día a día de un sacerdote cualquiera que no estuviera viviendo en medio de una guerra civil
Una cosa que llama mucho la atención es que no hay ninguna referencia de san Josemaría a la guerra. Claro que ve sufrir a los sacerdotes, las iglesias destruidas… y cuando pasa cerca de los templos pide que se rece, que se pida perdón a Dios.

Pero su preocupación no era la situación política, ni siquiera era ponerse a salvo. Su preocupación era localizar a las almas que Dios había puesto bajo su cuidado. Su preocupación era continuar con lo que el Señor le pedía, que era sacar adelante el Opus Dei.

En cuanto llega a Barcelona se pone a confesar a todo el que se lo pide, se pone a celebrar Misa. En septiembre del 37, antes de venir a Barcelona, él sale de la legación de Honduras donde estaba refugiado y se pone a trabajar en Madrid intensamente pensando en continuar con el Opus Dei. Fueron Juan Jiménez Vargas e Isidoro Zorzano quienes le convencieron de que tenía que intentar pasar a la zona nacional.

Precisamente por este interés por las almas, en la época de Barcelona se ve a un san Josemaría dubitativo.
Para él fue un calvario. No perdió el buen humor nunca, pero sí que sufrió muchísimo. Él pensaba que tenía que estar con sus hijos espirituales que quedaban en Madrid, hacer allí de sacerdote porque en la capital no quedaban. Esa duda explotó muy fuerte estando en Barcelona y se encaminó a la estación para volver. Pero luego, recapacitó y vio que tenía que hacer caso a Juan e Isidoro. Lo único que quiere es hacer lo que Dios le pida, y no tenía nada claro qué era esto. Mejor dicho, no lo tenía nada claro en Barcelona. Luego, el suceso de la rosa de Rialp le confirmó que debía seguir adelante.

San Josemaría obvia la situación política y la guerra y lo único que le interesa es hacer de sacerdote. ¿Sería este un buen consejo para la Barcelona de nuestros días?
Él siempre tuvo muy claro que los sacerdotes debían estar por encima de la situación política, que nunca debían ser instrumentos de división y que tenían que tener los brazos abiertos de par en par para acoger a todos, como Jesucristo en la cruz. El sacerdote no puede ser de uno o de otros. San Josemaría también amaba mucho la libertad y la convivencia.

Días de espera en guerra
Autor:

Jordi Miralbell

Editorial:

Palabra

Año de publicación:

2017

Páginas:

320

Precio:

18,50 €