Un testigo veraz - Alfa y Omega

Un testigo veraz

Donde algunos sólo ven «alguien por el que el Estado español se gastó mucho dinero para repatriarlo», hay un hombre de «raza, de esos que entregan su vida tan callando». Así describe monseñor Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo y Presidente de la Comisión de Misiones de la Conferencia Episcopal Española, al sacerdote misionero Miguel Pajares, fallecido a causa del ébola

Braulio Rodríguez Plaza
El padre Miguel Pajares, en el hospital de Monrovia, donde servía como sacerdote y médico

La rapidez con que la opinión pública devora los acontecimientos que desfilan ante nuestros ojos nos hace sentir la impresión de que la muerte, en el madrileño hospital Carlos III, del padre Miguel Pajares, de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, ya no es casi actualidad. Pero este religioso, sacerdote y médico, en el que tantos ven únicamente alguien por el que el Estado español se gastó mucho dinero para repatriarlo desde Monrovia, es un testigo veraz. De esa raza que crece en muchos sitios, pero sobre todo en la Iglesia, y que entregan su vida tan callando. Así lo aprendió de san Juan de Dios, que ardía en amor por los enfermos y desvalidos, nunca contento con lo que hacía por los pobres.

¡Qué curioso espectáculo el que se produce en nuestras sociedades occidentales! Reaccionan con rapidez ante la situación médica de los países pobres, pero únicamente porque una pandemia como el virus del ébola puede complicar su seguridad sanitaria, sin haber tenido la valentía de invertir en investigación para afrontar lo que está destruyendo la poca calidad de vida de los países africanos, en los que el ébola se desarrolla desde hace ya bastante tiempo; y sin tener mucho en cuenta las muy precarias situaciones económicas de esos países. Hace falta estar cerca de la pobreza, en medios humanos y de salud que se dan en el tercer mundo, para valorar la entrega y la generosidad de hombres y mujeres, muy pocos, que afrontan el servicio de salud con tan precarios medios. Situación, por cierto, en más de medio mundo, como yo mismo he tenido posibilidad de comprobar en alguna parte de Etiopía que he visitado en el pasado mes de agosto. El padre Miguel Pajares ha sido uno de ellos, médico que su fe en Cristo le llevó a descuidar su propia salud.

Así son los misioneros

No he tenido la suerte de conocer personalmente al padre Pajares; pero me he dado cuenta de que es un misionero más que integra esa lista de valientes, movidos por el amor de Dios a la Humanidad. Son misioneros y misioneras que, con otros cooperantes y voluntarios de distintas asociaciones y organizaciones, hacen mejor a esta Humanidad. Estoy orgulloso de que haya nacido en una de las pequeñas parroquias de mi diócesis toledana, La Iglesuela, en la sierra de San Vicente; de nuevo oro por él y su familia, que ha vivido con paz y fe la muerte del que quería regresar, por su edad, para poder gozar del descanso merecido. Y agradezco a la Iglesia y a la Orden de San Juan de Dios que produzca estos frutos al servicio de los más pobres. Así son los misioneros.

¿Creéis que el padre Miguel Pajares buscó estar durante unos días en la apertura de noticieros televisivos, radios o diarios? Él aceptó que fuera tratado en ese hospital de Madrid, pero antes se había entregado a sus enfermos hasta el punto de hacer casi imposible su recuperación. Es un testigo veraz, como Jesucristo.

Valga la entrega del padre Miguel y sus compañeros, hombres y mujeres valientes, para que nuestra sociedad vea la realidad en la que tantos países de África viven cada día, sin apenas recursos sanitarios, pues son pobres. ¿O seguiremos reaccionando de modo egoísta sólo cuando vemos que corremos riesgo en nuestros países de contagios que vienen de África, o de otros continentes? Ésa es una reacción basada únicamente en el miedo, un mal consejero.