Jóvenes blindados por la fe - Alfa y Omega

Jóvenes blindados por la fe

Los disturbios de Pozuelo, la violencia entre novios y las agresiones a profesores han copado últimamente las páginas de los periódicos. Diagnóstico: la juventud es la etapa de los desfases, y nuestra sociedad se lo permite todo. ¿Solución? Diversos estudios apuntan hacia una dirección diametralmente opuesta a la recomendada por las autoridades -con su EpC por bandera-: la fe blinda a los jóvenes ante el consumo de drogas, el alcoholismo y la violencia. ¿Y ellos? ¿Qué dicen los jóvenes?

José Antonio Méndez

Jueves por la mañana. Dos jóvenes, chico y chica, bajan en el autobús desde el municipio de Majadahonda hacia Madrid. Suena el móvil del chico y todo el autobús se entera, merced a su estridente tono de voz, que han quedado en media hora con sus amigos «para comprar el alcohol para el botellón». Sólo son las 11:45 de la mañana. Sigue el viaje y, en una animada charla -en el mismo audible tono de voz-, ambos describen los pormenores de sus hazañas sexuales, vividas durante las fiestas de los municipios del norte de Madrid. Azañas, claro, que implican a otras chicas y chicos, cuya dignidad no sale especialmente bien parada. Alguna señora se vuelve para observarlos, con una mirada más atónita que escandalizada. ¡Cómo está la juventud!, dice otro pasajero. ¿Toda la juventud? No, no toda.

La fe, más fuerte que el grupo

A pesar de que los disturbios de Pozuelo, los casos de violencia entre novios y las agresiones a profesores pintan un panorama desolador entre la juventud, no todos comparten el mismo modus vivendi que la pareja del autobús.

Según un estudio publicado por la revista norteamericana Journal of Drugs Issues, los jóvenes religiosos tienden a no consumir alcohol, tabaco ni hachis, aunque su grupo de amigos les presionen para hacerlo. Y no es el único estudio similar. El Journal of Adolescence publicó, en 2007, una investigación que evidencia que los adolescentes que valoran la religión o asisten habitualmente a misa, tienen menos riesgo de consumir drogas, caer en depresión o iniciarse en el sexo prematuro. Dato que ya venía confirmado por un estudio de la revista Social Science & Medicine, del año 2003.

La cara B de esta realidad viene de la mano de un sondeo hecho público hace unas semanas por el Instituto de la Juventud (Injuve). Según el estudio, los jóvenes más permisivos con el consumo de drogas, los comportamientos violentos y la promiscuidad sexual son mayoritariamente ateos y afines a las ideologías de izquierdas. Aquellos que se declaran creyentes, sin embargo, parecen acostumbrados a nadar contra corriente en asuntos como la defensa de la vida, el compromiso social o la educación religiosa en el colegio.

Un rostro tras los números

Más allá de todas las estadísticas, hay rostros concretos. Rostros como el de Ángela, una joven gallega de 18 años, que cuenta -con una punzadita de dolor y de decepción- cómo «he tenido que optar entre ser yo o dejarme llevar, y por eso he tenido que cambiar de grupo de amigas, porque su forma de vivir y de divertirse ya no tenía nada que ver conmigo». Si le preguntamos por el botellón, responde como un rayo: «Cuando estás llena por dentro, no hace falta llenarte de otras cosas. Algunos beben para olvidar sus problemas, ya ves tú… Mis problemas no los olvido, los soluciono con ayuda de Dios y de otros». El día a día le trae más de un comentario despectivo. Ella no hace ni caso: «Ser creyente es algo que eliges libremente, nadie te lo impone. A mí me hace feliz, y cuando se meten con la Iglesia, y hablan de pederastas o cosas así, siempre digo: ¿Crees que yo hago esas cosas? Pues yo también soy católica y soy Iglesia. Y se quedan callados, porque la mejor forma de defender lo que creo es mostrar cómo vivo». Y eso, termina por dar frutos en su entorno: «Mi novio me acompaña a misa, aunque antes no iba, y una amiga mía, después de hablar mucho, se confirmó y me pidió que fuese su madrina».

Fuerza ante los agobios

Edu, de 14 años, también está acostumbrado a no seguirle el juego al mundo. Al poco de entrar en los juveniles del Real Madrid de baloncesto, sus compañeros de vestuario ya sabían que había vivido una convivencia de Pascua con su familia. «Creer en Dios me hace feliz, y me ayuda a esforzarme en los estudios y en el deporte. Cuando estoy agobiado o cansado, pido fuerzas a la Virgen y al Padre, para que me ayuden. Y me las dan. Ni bebo, ni fumo, porque tengo que entrenar, pero es que, además, no me gusta. No es divertido».

¿Y no les importa a estos chavales no ser como el resto de sus compañeros? A Edu y a Ángela, como a otro buen montón de jóvenes con su fe y sus ideas claras, no les resulta raro ser diferente: «Alguien tiene que ser distinto, si no, sería muy aburrido -dice ella-. Si ya estoy acostumbrada a ser diferente por ir a misa y confesarme, ¿por qué me va a importar decir No a las cosas que me perjudican y a las que me hacen feliz, aunque el resto no las comparta?».