Cardenal D’Rozario: «Los musulmanes están muy abiertos a escuchar al Papa» - Alfa y Omega

Cardenal D’Rozario: «Los musulmanes están muy abiertos a escuchar al Papa»

El primer cardenal de Bangladés nació en 1943 en Barisal, cuando todavía era una colonia inglesa. Miembro de la Congregación de la Santa Cruz, acaba de celebrar su primer año de cardenalato. Durante 15 años (1995-2010) fue obispo de Chittagong, la diócesis que comprende Cox’s Bazar. Conoce bien, por tanto, la región que está acogiendo a cientos de miles de rohinyás. En 2011 fue nombrado arzobispo de Daca, y es también presidente de la Conferencia Episcopal de Bangladés

María Martínez López
El cardenal D’Rozario, con fieles. Foto: Archidiócesis de Dacca

En Bangladés los católicos son una minúscula minoría. ¿Qué prioridades tiene la Iglesia en este país?
En efecto, somos solo el 0,3 % de la población. Pero nos consideramos, como dijo Jesús, la sal de la tierra y una lucecita para el mundo. Somos pocos y pequeños, pero podemos tener un impacto en la sociedad. La Iglesia de Bangladés está implicada en la educación, la atención sanitaria, la caridad, la ayuda al desarrollo, la promoción de los valores humanos y el diálogo interreligioso. También es importante para nosotros hacer una aportación espiritual cristiana a las cuestiones políticas y ambientales que vivimos en la sociedad y dar testimonio de los valores del Evangelio. Igual que la sal: bastan unos granitos para que un plato de arroz sea sabroso.

¿Cómo se plantean la evangelización?
Tenemos cristianos bengalíes y también entre la población tribal. A los grupos tribales podemos evangelizarles, y se convierten. Con la comunidad musulmana estamos más implicados en el diálogo. Dialogamos en la convivencia, compartiendo alegrías, dolores, fiestas…; y a través de la acción inspirada en la doctrina de la Iglesia. La Iglesia ha puesto en marcha muchas instituciones educativas, sanitarias y caritativas a través de las cuales enseñamos los valores del Evangelio. En ellas, trabajamos con personas de otras religiones que comparten esos valores. Por ejemplo, en Caritas, entre el 60 % y el 70 % de los trabajadores no son cristianos.

¿Cómo espera la sociedad bengalí al Papa?
En nuestra cultura hay un gran sentido de lo espiritual. Cualquier persona que es espiritual es aceptada por los demás. El Santo Padre viene como un líder espiritual, no solo para los cristianos sino también para las demás religiones. En segundo lugar, mucha gente lo conoce a través de los medios de comunicación, conocen su sistema de valores, cómo quiere dar voz a los pobres y cómo denuncia los males sociales modernos. La comunidad musulmana está muy abierta a escucharle, y están esperando su llegada. No hay tensiones ni hostilidad hacia él.

¿Por qué se ha elegido el lema Armonía y paz?
Parte de nuestra experiencia. Bangladés es un país con una gran pluralidad de etnias, religiones e ideologías, pero vivimos en armonía entre todos. Es algo muy positivo, y queremos que el Santo Padre también lo experimente para poder proclamarlo al resto del mundo. También vivimos algunas divisiones y tensiones sociales, pero lo que nosotros queremos promover es la armonía y el respeto. Esta visita será una oportunidad para que el Papa inspire y celebre la convivencia y la paz.

Hace un año, Alfa y Omega le entrevistó con motivo de su creación como cardenal y habló de algunos intentos de expandir el islamismo en su país. Desde entonces, instituciones musulmanas como la universidad de Al-Azhar han comenzado a hablar con fuerza de convivencia, ciudadanía común. ¿Ha llegado esta corriente a su país?
Esos valores —la convivencia, la ciudadanía, la libertad— en Bangladés no hace falta importarlos, son parte de nuestra cultura. Lo que tenemos que hacer es que la gente tome conciencia de lo que tenemos, de lo que hemos perdido y de que hay que hacer frente a los desafíos contemporáneos. En efecto, de vez en cuando grupos minoritarios que viene de fuera, extremistas y terroristas, causan problemas. Pero su presencia es muy pequeña, y toda la sociedad está contra ellos y les hace frente. Incluso los musulmanes son conscientes de su responsabilidad de restringir este nuevo fenómeno. Se están poniendo en marcha iniciativas, tanto del Gobierno como de la sociedad civil, para purificar el islam.

El Papa llega a Bangladés justo después de Myanmar. La cuestión de los rohinyá ha sido uno de los focos de atención mediática. ¿Están trabajando las Iglesias en los dos países para hacer frente a esta cuestión?
Estoy en contacto con el cardenal Bo, pero para él en este momento es muy difícil hacer nada de forma conjunta. Cuando todo esté un poco más asentado veremos cómo podemos trabajar en red. La crisis de los rohinyá es una crisis de humanidad. Y no es algo repentino: ya tenemos 600.000 refugiados. Han dejado Myanmar por muchos factores: políticos, económicos, étnicos, religiosos… Ahora no es el momento de resolver todos los problemas, sino de responder urgentemente a la emergencia humanitaria de esta gente, que está sufriendo. La mayoría son mujeres y niños, y hay problemas de saneamiento e higiene que he visto con mis propios ojos cuando he visitado la zona.

¿Cómo está haciendo frente la Iglesia a esta crisis?
Cáritas ha asumido de forma muy valiente proyectos de primera respuesta. Tiene bajo su cuidado a unas 40.000 familias. Muchas familias tienen siete u ocho hijos cada una, por lo que casi un tercio de los refugiados está siendo atendido por Cáritas. Es un esfuerzo muy grande para una Iglesia tan pequeña, y más teniendo en cuenta que ni entre los rohinyás que llegan ni en esa zona hay cristianos.

¿Puede esta crisis tener consecuencias para el resto del país?
Bangladés los ha aceptado porque como sociedad tenemos valores como el de cuidar al pobre y al necesitado. Es algo de lo que podemos estar orgullosos, pero implica un gran riesgo. Bangladés es un país muy limitado y pobre. Estamos dando una repuesta de emergencia para ayudar a gente que ha sido atacada. Pero no podemos continuar así mucho tiempo. La gente sigue llegando, y eso tiene un impacto en la población y el medio ambiente. En esa zona hay grupos tribales que se pueden ver desplazados cuando los campos de refugiados ya no puedan acoger a más rohinyá. Y ellos mismos llegan con mucha frustración. Tememos que en algún momento haya brotes de violencia. Pero ahora mismo no hay más salida que atender esta emergencia.

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