«Recuperé mi amor propio, mi dignidad» - Alfa y Omega

«Recuperé mi amor propio, mi dignidad»

Tan solo el 1,9 % de las denuncias de víctimas de maltrato son de mujeres mayores de 65 años, pero lo sufren al mismo nivel que las mujeres de otras edades. El daño prolongado, su rol de cuidadoras o la dependencia económica son algunos de los motivos por los que no dan el paso. La Fundación Luz Casanova lleva desde enero trabajando en Madrid en un programa específico dirigido a estas mujeres

Cristina Sánchez Aguilar
Foto: Pixabay

Lucía tiene 70 años. La han maltratado desde que nació. «Primero fue mi padre y luego el hombre con el que me casé». Embarazada de cuatro meses, le puso una navaja en el cuello. «Echó fuera de mi vida a mi familia, a mi madre y a mis hermanas, no me dejaba ni siquiera tener un teléfono para avisar a alguien por si me ponía mala». Controlaba todo lo que ganaba, «me decía que lo derrochaba todo. No podía poner la calefacción porque se gastaba».

A Cecilia, de 72, le costó ser consciente de lo que pasaba. «Lo que sí sabía es que mi vida era muy triste. Hay días que me echaba de la cama, decía que era suya. Me tumbaba en el suelo frío y también me quitaba la manta. Me daba puñetazos». Cecilia reconoce que no habló con sus hijos, porque ni siquiera yo percibía lo que estaba pasando».

Un día ambas mujeres reaccionaron. «Cuando salí por la puerta le dije que iba a recuperar mi amor propio, mi dignidad. Estoy feliz porque este señor desapareció de mi vida. Y sí, se sale», afirma Lucía. Lo mismo Cecilia, que salió «corriendo de casa sin saber siquiera donde iba a ir. Pero me daba igual dormir en un banco, estaba muy dañada, y reaccioné». Eso sí, «necesitas alguien en quién apoyarte».

Tomar la decisión de poner fin al maltrato no es la tónica común entre mujeres mayores de 65 años. Tan solo el 1,9 % de las denuncias pertenecen de este grupo de edad. «A raíz de nuestro trabajo en tres distritos de Madrid detectamos que son las que menos ayuda piden, las que menos denuncian, pero la incidencia de la violencia es la misma que en mujeres de otras edades», explica Julia Almansa, directora de la Fundación Luz Casanova. De hecho, el 15,5 % de las mujeres asesinadas entre 2012 y 2016 tenían más de 65 años.

Ese fue el resorte que puso en marcha la iniciativa Hazte visible, hazme visible, dedicada a trabajar con las mujeres mayores de 65 años, a las que «la duración del maltrato les ha causado profundos daños, desarrollando sentimientos de indefensión, incapacidad e impotencia que les impiden plantearse alternativas a su situación», explica Cristina Pérez Castaño, una de las profesionales implicadas en la iniciativa. En muchas ocasiones, «su rol como cuidadoras, porque los maridos empiezan a tener problemas de salud y es imposible para ellas romper esa relación, porque tienen que cuidarles, o la dependencia económica, hacen que les sea más difícil tomar decisiones». A esto hay que añadir «las resistencias al cambio propias de la edad, el miedo a lo desconocido y a todo lo que sea empezar de nuevo».

Este proyecto, presente ya en doce centros de mayores de todos los distritos de la Comunidad de Madrid, ofrece un apoyo entre las mujeres que les permita romper el aislamiento, potenciar la comunicación e iniciar nuevas relaciones, así como contar con espacios de desahogo y ocupar el tiempo en actividades agradables. También ofrece formación a los profesionales que están en contacto con estas mujeres, «porque está comprobado que un profesional formado detecta un 30 % más de casos», añade Julia Almansa, y talleres de buenos tratos para mujeres y hombres, con el fin de sensibilizar y potenciar el buen trato en las relaciones interpersonales como prevención.

De momento, la respuesta ha sido positiva. «Los grupos funcionan fenomenal, las mujeres empiezan a quedar empiezan a quedar fuera de los centros, y lo más importante: estamos viendo cambios. Hay mujeres que no hablaban en absoluto y en un momento dado han pedido ayuda psicológica. Es un paso importantísimo para tomar conciencia y buscar alternativas. También hay algunas mujeres que empiezan a poner límites», concluye Pérez Castaño.