Hacia la luz. La gran Luz que no se extingue - Alfa y Omega

Hacia la luz. La gran Luz que no se extingue

Juan Orellana
Escena de 'Hacia la luz'
La luz del atardecer es una de las metáforas más importantes de la búsqueda de los protagonistas del filme. Foto: ABC

La directora japonesa Naomi Kawase, que nos deleitó con Una pastelería en Tokio, nos ofrece ahora otra delicatessen, pero más exigente, menos inmediata, a la vez que más poética. Se trata de un drama que tuvo su puesta de largo en el Festival de Cannes y que está protagonizado por dos singulares personajes. El señor Nakamori (Nagase Masatoshi) es un afamado fotógrafo que ha perdido la vista hasta llegar casi a la ceguera total. Trabaja como evaluador en una empresa de audiocomentarios cinematográficos para ciegos. Él —unto a otros tres o cuatro invidentes— escucha los audiocomentarios propuestos y dice si le sirven de ayuda o no, y por qué, y de esa forma se van corrigiendo los textos. Misako (Misaki Ayame) es una joven solitaria, cuya madre viuda sufre de alzhéimer, que se dedica a redactar los citados audiocomentarios, y que por tanto recibe una opinión directa sobre su trabajo de parte del señor Nakamori. Este le devuelve habitualmente unas valoraciones muy duras sobre sus textos, algo que genera en ella un gran disgusto. Pero a pesar de ello, y por diversas circunstancias, entre ambos comienza una relación personal al margen del trabajo que va poniendo de manifiesto sus profundos anhelos comunes. Cada uno desea alcanzar, por distintos motivos, la gran Luz que no se extingue.

Hacia la luz es un filme eminentemente lírico. Por un lado ofrece una puesta en escena intimista, llena de primerísimos primeros planos, con la cámara muy pegada a los sentimientos de los personajes. Pero por otro, es muy generoso en metáforas y en símbolos visuales. La metáfora más importante es la de la luz del atardecer. Desde una religiosidad muy oriental y cosmológica, los personajes —marcados por una profunda soledad— buscan la luz del ocaso que representa para ellos la paz, la eternidad, el amor que no decae, el reencuentro con lo perdido. Kawase nos ofrece una historia abierta, sugerente, que no pretende responder preguntas sino, más bien al contrario, abrir caminos. El hecho de que el arte fotográfico esté tan presente por la profesión del protagonista introduce un factor, el de la belleza, que se une al de la luz, en un binomio que llevó a su plenitud Visconti en el plano final de Muerte en Venecia.

Un filme para la contemplación

Decíamos arriba que se trata de una película exigente. Esto es así porque su ritmo cadencioso, sus silencios, su sobriedad expositiva, la escasa acción y la contención interpretativa, se dirigen a un espectador con una sensibilidad educada en un cierto nivel de contemplación. El panel de secundarios, pequeño, dotan de mayor ternura y simpatía el filme, creando un colchón humano tangible que compensa su sobrecarga metafísica. Gran parte de la crítica no ha sabido leer en profundidad la cinta, y le han dado la espalda como si se tratara de un patinazo en la fecunda carrera de la directora. Ciertamente cabía esperar más información sobre los personajes, más química entre ellos, más desarrollo en definitiva —que no duración—. Pero Kawase ha preferido mostrarnos solo su deseo de Luz. Arriesgado pero interesante, ¿no?

Hacia la luz
Director:

Naomi Kawase

País:

Japón

Año:

2017

Género:

Romance

Público:

Todos los públicos

Cartel de 'Hacia la luz'