Ofensiva diplomática por los migrantes - Alfa y Omega

Ofensiva diplomática por los migrantes

Con el Papa a la cabeza, la Iglesia llevará a cabo una labor de lobby ante los gobiernos de todo el mundo para influir en los dos pactos mundiales sobre migrantes y refugiados que la Asamblea General de la ONU espera aprobar en septiembre de 2018

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Baggio, con el jesuita Czerny y el Papa en el Vaticano. Foto: migrants-refugees.va

Fue responsable de Migraciones con Jorge Bergoglio en Buenos Aires y ahora vuelve a estar a sus órdenes, ya que el Papa ha querido hacerse cargo temporalmente de esta área de forma directa. Se trató más que de una decisión simbólica: «Francisco está al tanto del trabajo en el día a día en la sección», asegura el italiano Fabio Baggio, misionero scalabriniano y uno de los subsecretarios del nuevo Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. Imposible no creerle cuando, tras la entrevista con este semanario, se encuentra en su móvil con una llamada perdida del Santo Padre.

El responsable vaticano del área de migraciones visitó la pasada semana España para coordinarse con los obispos y responsables diocesanos en una gran acción que va a desarrollar la Iglesia a nivel global con el Papa a la cabeza para defender los derechos de migrantes y refugiados de cara a los dos pactos mundiales que la ONU quiere aprobar en septiembre de 2018. «Para las convenciones internacionales anteriores el trabajo de incidencia política se le encargaba a las misiones permanentes de la Santa Sede [ante la ONU]», explica. «Considerando la importancia de este tema, hemos decidido involucrar a las conferencias episcopales» en el diálogo con los gobiernos.

Baggio, con el cardenal Osoro durante su visita a Madrid. Foto: Comisión Episcopal de Migraciones

Algunos episcopados «tienen ya una larga tradición de diálogo con los gobiernos» en ámbitos como la familia, la escuela o el derecho a la vida, y lo que el Vaticano les pide es que apliquen ese bagaje a las migraciones. Para facilitar la unidad de acción, la Santa Sede ha elaborado –recogiendo experiencias y propuestas de las Iglesias locales– un documento de 20 puntos, en los que se abarca toda la realidad de migrantes y refugiados desde el punto de vista tanto de los países de origen, como de los de tránsito y de destino.

En lo que afecta a España, destacan aspectos como el rechazo a la reclusión de extranjeros indocumentados en centros de internamiento o la formación en derechos humanos de la Policía de fronteras. Se aboga también por «ampliar los canales regulares para que las personas puedan llegar de forma segura, porque de otra manera los ponemos en manos de los traficantes». Pero «no basta con acoger, después hay que integrar», y esto requiere «acompañar a estas personas», facilitar su inserción social y laboral, dice Baggio, citando el ejemplo de los corredores humanitarios de Sant’Egidio.

No se le oculta tampoco al subsecretario el recelo que existe, también entre católicos, a la llegada de personas que «traen olores distintos, visten de forma distinta…». Una de las partes más importantes del trabajo que deben hacer las Iglesia locales –considera– es promover una «cultura de la acogida» en las parroquias. «Cerrar las puertas al que huye de la guerra o el hambre no es cristiano», zanja.

Ese deber de acogida incluye «naturalmente» a personas de otras religiones, añade Baggio. «Yo personalmente tengo más miedo a los procesos de secularización que quieren eliminar la dimensión religiosa y trascendente de nuestra existencia que a una persona que cree profundamente en su religión y me va a ayudar a mí a mantener abierta esta puerta hacia Dios que otros quieren cerrar».

Y mientras esa labor de sensibilización avanza, los plazos corren. Para febrero los gobiernos deben tener fijadas sus posturas ante los pactos mundiales. En América Latina, los trabajos están muy adelantados, resalta Baggio. En Europa, en cambio, las iglesias y la sociedad civil se mueven, pero «no vemos grandes movimientos entre los gobiernos». La gran incógnita es Estados Unidos. La Administración Trump amenaza con descolgarse, como ha hecho ya con los acuerdos sobre el clima de París o al retirarse de la UNESCO.

B. V.

Buenos Aires como precedente

No es la primera vez que Fabio Baggio trabaja a las órdenes directas de Jorge Bergoglio. Entre 1997 y 2002 fue responsable de Migraciones en el Arzobispado de Buenos Aires. De aquella época Baggio destaca tres puntos que «ahora van a ser una parte muy importante de nuestro programa». El primero se refiere a la sensibilización en las propias comunidades católicas.

Otro es «el rol fundamental que desempeñó el entonces arzobispo de Buenos Aires» en la reforma de la ley argentina de inmigración –para facilitar, entre otras cosas, la regularización de los indocumentados–, una labor de incidencia política análoga a la que impulsa ahora el Papa ante la ONU. Y un tercer punto se refiere a la lucha contra la trata que llevó a cabo Bergoglio en Buenos Aires y que ahora promueve a nivel mundial. «Es un problema sumamente importante que afecta a millones de personas», subraya Fabio Baggio.

Para combatir la esclavitud moderna es necesario, a su juicio, incidir en la demanda, porque «si nadie compra, tampoco va a existir venta». Esto es evidente en lo que respecta a la prostitución y a la trata con fines de explotación sexual, pero no solo.

«Talleres textiles clandestinos los estamos encontrando en todas partes. ¿Y los dueños quiénes son? ¿Cuáles son las multinacionales involucradas?», pregunta de forma retórica. «Lamentablemente no hay muchas denuncias, debido a una serie de factores que van desde la vergüenza de la persona que es víctima, hasta la voluntad de encubrir porque a lo mejor hay personajes poderosos que quieren esconder este panorama», afirma. En lo que respecta al Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral –anuncia–, «dentro de muy poco tiempo, en semanas, vamos a realizar una consulta a diversos actores para asentar nuestra postura sobre un fenómeno que se ha vuelto muy complejo».