Más que un reclamo contra los corruptos - Alfa y Omega

Más que un reclamo contra los corruptos

Representantes de sindicatos de todo el mundo, entre ellos miembros de UGT y Comisiones Obreras, participaron la pasada semana en el Vaticano en un encuentro sobre trabajo y desarrollo humano integral. «¡No se dejen corromper!», les pidió el Papa

Andrés Beltramo Álvarez
El cardenal Turkson inaugura el encuentro con los sindicalistas. Foto: Discaterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral

«¡No se dejen corromper!», pidió el Papa a los sindicalistas del mundo. Se dirigió así a ellos al término de una inédita cumbre con centrales de trabajadores de los cinco continentes. La frase, incluida en un discurso más amplio, acaparó la atención mediática y eso molestó entre los participantes españoles. «A veces hay lecturas interesadas», dijo Cristina Faciaben, delegada de Comisiones Obreras (CC. OO.) Y destacó otros aspectos avanzados por Francisco, como el rescate del rol clave del sindicalismo para el futuro del trabajo y la decisión de convocar a organizaciones que nunca antes habían pisado el Vaticano.

Es el caso de la CC. OO., uno de los sindicatos históricos y más combativos de España. Nacido en una iglesia y con el apoyo de curas obreros, jamás había tenido relación con la estructura eclesiástica. Por eso se sorprendió Faciaben, secretaria de Internacional y Cooperación, cuando recibió la propuesta del Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede para asistir al encuentro De la Populorum progressio a la Laudato si. Dos días de discusiones sobre «el trabajo y el movimiento de los trabajadores en el centro del desarrollo humano integral, sostenible y solidario», 23 y 24 de noviembre en el Aula Nueva del Sínodo.

Estuvieron también presentes Jesús Gallego, secretario de Internacional de la Unión General de Trabajadores (UGT); Antonio Algora, responsable de la Pastoral Obrera en la Conferencia Episcopal Española, y Fernando Díaz, consiliario de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). Ellos asistieron a un debate libre, sin condicionamientos ni presiones.

Al final, el Papa cerró la iniciativa con una carta. Entre otras cosas advirtió contra «esa terrible corrupción» de quienes «se dicen sindicalistas», se ponen de acuerdo con los empresarios y no se interesan de los obreros, «dejando a miles de compañeros sin trabajo». «Esto es una lacra», lamentó. Por eso llamó a rechazar los «intereses espurios» que arruinen la misión de los sindicatos, «tan necesaria en los tiempos en que vivimos».

El impacto de esas líneas en la prensa española «dejó mal sabor de boca», explicó Faciaben a Alfa y Omega. «Elevar a conclusión de un encuentro de estas características la advertencia del Papa a que dejáramos de ser corruptos me parece un reduccionismo y un insulto no solo para los sindicatos, sino también para la Iglesia católica», agregó.

Al mismo tiempo, reconoció que una «institución global con importante incidencia» como la Iglesia haya querido hablar sobre la dignidad y la decencia del trabajo, concepto que «las patronales se niegan a aceptar en redondo».

Cristina Faciaben, a la derecha, junto a otros participantes en el encuentro de sindicatos en la Santa Sede. Foto: Twitter Roberto Baradel

«Asistimos porque queríamos tener claro cuál era la posición de la Iglesia y contribuir al debate. Era obvio que el Papa iba a opinar, no solamente nos convocó para escucharnos sino también para dar su punto de vista. Más que echarnos en cara, algo nos iban a advertir o proponer», apuntó.

La «mística del trabajo»

Y efectivamente propuso. En su texto, el Pontífice defendió al trabajo como primordial para el desarrollo, no como una simple mercancía. Pidió no exagerar la «mística del trabajo», porque la persona no vive solo para trabajar. Cuestionó la mentalidad utilitarista, cortoplacista, y manipuladora, a la que solo le importa la ganancia inmediata.

«No queremos un sistema de desarrollo económico que fomente gente desempleada, ni sin techo, ni desterrada. Los frutos de la tierra y del trabajo son para todos», constató. Llamó a los sindicalistas a comprometerse con el cuidado de la casa común y superar «las murallas de sus asociaciones», para proteger a otros trabajadores, especialmente aquellos cuyos derechos ni siquiera son reconocidos.

En un tiempo difícil para el sindicalismo internacional, lejos estuvo el Papa de tomar distancia. Al contrario, reconoció su papel y sus graves desafíos. «Creo que tiene que ver con su trayectoria, Francisco no niega la relación o el contacto con nadie. Es una persona abierta a todo tipo de ideologías y posiciones, eso es muy enriquecedor», precisó Cristina Faciaben.

«Nos quedó claro que tenemos un papel muy importante que jugar, que debemos reivindicar nuestros espacios no solo en los centros de trabajo o en los ámbitos tradicionalmente nuestros, sino jugar un papel activo más allá. Se nos exige un grado de responsabilidad grande, pero al mismo tiempo se nos reconoce», siguió.

Del encuentro surgió un documento final. Un texto de 13 ideas. Entre otras cosas, denunció el actual modelo de globalización que «ha causado niveles históricos de desigualdad». Sostuvo el rol de los sindicatos en la defensa de la dignidad humana. Urgió a crear un nuevo paradigma ético que supere la «tecnocracia dominante» y al «respeto incondicional del trabajo decente». Todo esto como el punto de partida de un diálogo que mire al futuro.