Marisa siente y ve la vida como una niña de 12 años - Alfa y Omega

La vida te sorprende en sus virajes sin pedir permiso, y propone encaje e integración más que elección. Quizás por eso la vida, más que lo que nos pasa, es lo que hacemos con ello. Por motivos inesperados, en la mía se ha abierto un agujero que me ha metido de lleno el mundo de las personas con capacidades diferentes o personas con discapacidad psíquica, como se las llamaba tradicionalmente.

Hasta ahora, este era para mí un mundo desconocido, al que los fines de semana me acerco de la mano de una mujer de mi edad pero que siente y ve la vida como una niña de 12 años, que es todo bondad e ingenuidad y a la que le está tocando afrontar de repente muchas pérdidas. Su libertad en el sentir y en el decir, más allá de ningún mecanismo de control interno me seduce, a la vez que me pone en situaciones complejas y políticamente incorrectas para las que no hallo respuestas.

También de su mano estoy conociendo magníficos profesionales, cuidadores, terapeutas, psicólogos, etcétera, expertos en ponerse en su lugar y apoyar en su integración, rompiendo así con el aislamiento y la marginación a la que históricamente han estado sometidos. Sin embargo, su gran calidad humana y profesional contrasta con la insuficiencia de recursos públicos, especialmente residenciales, donde estas personas puedan vivir cuando se van haciendo mayores y la única opción que queda son los centros privados, que solo pueden permitirse quienes tienen dinero para pagarlos, lo cual resulta tremendamente injusto.

Hoy escribo este texto desde la cafetería de uno de ellos, donde espero a Marisa, que así se llama mi iniciadora es esta periferia existencial de la que tan ignorante me siento. Mientras ella termina unas actividades en un taller, yo termino este texto en la cafetería del centro sociosanitario en el que, desde la muerte inesperada de su hermano hace unas semanas, está viviendo. En la puerta, un cartel con una cita de Albert Einstein me ha dejado reflexiva: «Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de escalar un árbol vivirá su vida entera creyendo que es inútil».

Va a ser verdad que los genios casi siempre tienen razón.