El Papa rohinyá - Alfa y Omega

A lo largo de tres años, el Papa Francisco ha sido el líder mundial que ha denunciado con más fuerza el abuso contra los musulmanes del estado costero de Rakhine en Myanmar, utilizando siempre la palabra rohinyá.

El término tiene una implicación étnica y política muy irritante para el régimen militar que controla el país: los ministerios de Defensa, Interior y Fronteras, el 25 % de los escaños del parlamento, reservados al Ejército, y sectores clave de la economía. También irrita a la población, envenenada de nacionalismo e islamofobia, pues los militares favorecen el budismo extremista.

Por eso, durante sus cuatro días en Myanmar, el Papa evitó utilizarlo, como no lo utilizan Aung San Suu Kyi –cuya capacidad de maniobra es mínima–, el informe de Kofi Annan, o las conferencias internacionales sobre este problema.

La palabra crispa a los generales de Myanmar, responsables de las matanzas, las violaciones y la expulsión de un millón de personas, la mayor comunidad apátrida del mundo, pues les quitaron la nacionalidad en 1982.

Las dictaduras militares reaccionan muy mal a provocaciones en público en su propia casa. Ninguno de los tres últimos Papas criticó a los hermanos Castro en Cuba, como ningún jefe de Estado critica a otro en su país. Algunos columnistas, tertulianos y organizaciones humanitarias pontifican sobre los que debe hacer el Pontífice, quizá por autopublicidad.

En Myanmar, Francisco tuvo palabras duras en privado para el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el general Min Aung Hlaing, el hombre fuerte responsable de la matanza y limpieza étnica.

Prefirió ayudar al millón de exiliados rohinyá por la vía constructiva: intentando aplacar a los militares y trabajando en equipo con Bangladés, el país vecino, que visitó a continuación y que acoge a más de 600.000 refugiados. La misión del Papa es construir puentes, no hacerlos saltar por los aires.

En Daca, el Papa se reunió con 16 refugiados –doce hombres, dos mujeres y dos niñas– para escuchar sus historias y ponerlas ante los ojos de todo el planeta mediante imágenes que hablaban con fuerza incomparable.

Y pidiendo perdón por los crímenes de los generales de Myanmar y la «indiferencia del mundo». Pero, sobre todo, recordando que son imagen de Dios: «La presencia de Dios hoy se llama rohinyá. Que cada uno de nosotros dé su propia respuesta».