El sacerdote que se hizo mendigo por los niños - Alfa y Omega

El sacerdote que se hizo mendigo por los niños

Redacción
Ilustración: Asun Silva

La vida de cientos de personas que crecieron en Andalucía es ahora mejor gracias a la ayuda de los Hermanos Obreros de María, y a las Ciudades de los niños que estos religiosos dirigen en Granada, Málaga y Huelva. Sólo en la casa de Granada, ha llegado a haber 500 chicos. Las Ciudades son residencias para niños que no tienen familia, o que no los puede cuidar. Entre los Hermanos, recuerdan con especial cariño al Hermano Escobar.

El fundador de los Hermanos, Carlos Fernández Dorador, encomendó al Hermano Escobar, desde el principio, que fuera el limosnero de las Ciudades; es decir, el encargado de conseguir dinero. Le dijo: «No tenemos nada, lo que comamos será lo que usted traiga». Durante más de 50 años, el Hermano Escobar recorrió calles, tiendas y todo tipo de lugares pidiendo dinero para sus niños. «Si querían darle algo para él, o darle dinero para un taxi, lo guardaba para los niños. Iba siempre andando. Le movía a ello el amor a Dios y a los niños, que no tenían qué comer». Lo cuenta el Hermano José Miguel, que lo conoció durante 50 años y lo cuidó en sus últimos años, hasta que murió el 31 de enero pasado.

Una vez, el Hermano Escobar le pidió dinero a un señor al que no le gustaba la Iglesia, y el señor le escupió. El Hermano se limpió la saliva y le dijo: «Esto es para mí. Pero deme algo para mis niños». Al final, el señor le dio un buen donativo.

Después de tantos años, «todo el mundo le conocía. No le importaba ir al Ayuntamiento a hablar con el alcalde, y le daban todo lo que necesitaba. Y, si nos ponían una multa, iba a protestar a la policía».

Jhon, un chico que pasó varios años en la Ciudad de los niños de Málaga, recuerda un día en el que iban en autobús con él y pasó algo parecido: «Dio tanto la lata a los guardias civiles, que al final no nos pusieron la multa». John y sus tres hermanos habían nacido en Colombia, y vinieron a España cuando asesinaron a su madre. Al poco tiempo, metieron al padre en la cárcel, y los hermanos fueron a la Ciudad de los niños. «Se ha convertido como en nuestra segunda familia».

Jhon acaba de terminar Enfermería, y él y sus hermanos ya son independientes. Como otros muchos niños de estas peculiares ciudades, recuerdan con mucho cariño al Hermano Escobar: «Era muy jovial, aunque tuviera 80 ó 90 años. Siempre iba sonriendo, con su sotana, su boina y su bastón. Pedir para los niños no era su trabajo, sino su vida».

El hermano José Miguel añade que «los niños lo querían mucho, porque les daba caramelos, los llevaba al Corpus y a los columpios…».