Reliquias: contra el comercio y la superstición - Alfa y Omega

Reliquias: contra el comercio y la superstición

La nueva instrucción de la Santa Sede sobre las reliquias en la Iglesia sale al paso tanto del comercio ilegal por internet de objetos falsificados como del auge del esoterismo y el milenarismo

Andrés Beltramo Álvarez
Urna con reliquias de san Severino, en la iglesia que lleva su nombre, en París. Foto: Dennis Jarvis

Aún atraen multitudes. Denostadas como obsoletas por ateos y laicistas, movilizan la fe de comunidades enteras. Son las reliquias. Manifestaciones tangibles de los santos que fueron y, hoy, permanecen no solo en la memoria de quienes atestiguaron sus vidas extraordinarias. Su culto, pese a ser antiquísimo en la Iglesia católica, todavía necesita ser regulado. Por eso la Santa Sede acaba de emitir una detallada instrucción ¿El objetivo? Garantizar la autenticidad de las piezas y evitar abusos, entre ellos una indebida comercialización.

El documento de la Congregación para las Causas de los Santos titulado Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación, fue publicado el 16 de diciembre. Consta de 38 artículos y tiene diez páginas de extensión. Dirigido principalmente a los obispos, completa lo indicado en la Sanctorum mater, de 2007.

El texto es claro: «Están absolutamente prohibidos el comercio (es decir el intercambio de una reliquia en especie o en dinero) y la venta de las reliquias (es decir la cesión de la propiedad por un precio equivalente), además de su exposición en lugares profanos o no autorizados». Estas prescripciones incluidas en el número 25 no contemplan la legítima cesión, a efectos litúrgicos.

A decir verdad, ya la ley fundamental de la Iglesia había establecido un veto similar. Se trata del Código de Derecho Canónico de 1983. En su apartado número 1190 indica con precisión que «está terminantemente prohibido vender reliquias sagradas». Orden que ha sido reforzada en la nueva instrucción introduciendo por primera vez el concepto de «comercio».

«Está claro que en el Medievo existió una cierta comercialización de las reliquias que provocó la propalación de muchas que tienen una dudosa proveniencia. Por eso ya en el Concilio Vaticano II y en los años posteriores, la Iglesia quiso aclarar que está bien continuar con el culto a las reliquias de los santos pero con moderación, evitando que degenere en una especie de superstición o cosa similar», explica Massimo del Pozzo a Alfa y Omega. Para este profesor de Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma, la instrucción responde a dos aspectos centrales: por un lado, la existencia de muchas reliquias falsas o carentes de legitimidad y, por otro, la presencia de todo un mundillo esotérico y milenarista que se alimenta de estos objetos, cual modernos talismanes.

Repunta el comercio ilegal

Este último aspecto ha propiciado curiosos debates públicos. En 2008, por ejemplo, la exhumación de los restos del santo Padre Pío de Pietrelcina –cuya tumba, en San Giovanni Rotondo, visitará el Papa el 17 de marzo– causó revuelo en Italia. Especialmente por la decisión de exponer el cuerpo al público, calificada entonces por los críticos como una «vergonzosa operación comercial». La indignación se magnificó cuando los frailes de San Giovanni Rotondo optaron por fabricarle una máscara al cuerpo, detalle que profundizó el realismo de la exposición.

En los últimos años, varias reliquias de san Juan Pablo II cobraron peculiar notoriedad. En 2014 una de ellas recorrió México de punta a punta, dejando a su paso una estela de revitalización espiritual y millones de visitantes. En octubre pasado una ampolleta con la sangre del Papa polaco fue robada en Italia, junto a algunos fragmentos de huesos del beato Jerzy Popieluszko.

Al mismo tiempo se ha verificado un resurgimiento, tanto del comercio como de la sustracción ilegal. Obtenidas de viejas iglesias en desuso, algunas reliquias han llegado a ser subastadas en internet, donde se ha creado un discreto mercado negro aventajado por sitios especializados en la compraventa de objetos usados o de antigüedades. De ahí la necesidad, para la Iglesia, de constatar su veracidad.

La nueva instrucción indica que las reliquias «no pueden ser expuestas a la veneración de los fieles sin un específico certificado de la autoridad eclesiástica que garantice su autenticidad». Además, recomendó su custodia en «tecas selladas» para asegurar que sean honradas con espíritu religioso, «evitando cualquier forma de superstición».

Hay un apartado especial dedicado la clasificación. No son lo mismo las «reliquias insignes» que las demás. Las primeras están compuestas por el todo o partes importantes de los cuerpos de beatos y santos. Por su consistencia e importancia histórica, exigen una especial atención y trato. Las otras son objetos que estuvieron en contacto con las personas recordadas.

El documento de la Santa Sede incluye recomendaciones técnicas precisas sobre cómo operar la sustracción de los restos, su confección y conservación, los aspectos judiciales que tomar en cuenta, pidiendo evitar «escrupulosamente cualquier signo de culto indebido al siervo de Dios o venerable aún no beatificado». En particular, advierte de que «no está permitido el desmembramiento del cuerpo», salvo que el obispo haya obtenido el permiso del Vaticano.

El culto a las reliquias sigue vigente, sin importar el paso de los años. Y atrae no solo a los fieles, sino que tiene también impacto entre quienes han perdido la fe, como explica Massimo del Pozzo. «Es un poco curioso que la gente un poco más racionalista resulta atraída por estas expresiones de la piedad popular y de la devoción. Sucede quizás porque las reliquias tienen una materialidad, mientras otras cosas son espirituales y más difíciles de percibir. Las reliquias no son una cosa en desuso, siguen siendo válidas por tratarse de elementos materiales con los cuales pueden interactuar, incluso aquellos que tienen poca o casi nula fe».