Conocerse y quererse - Alfa y Omega

Los verbos que aceptan formas pronominales tienen una guasa especial. En español uno puede «ilusionarse», también puede «morirse». El verbo del amor es «desvivirse», literalmente dar la vida.

Una colección de Cuentos populares gitanos (Siruela, 1998), muy interesante, me ha servido como plan de trabajo con un grupo de ejecutivos y directivos. En el libro, cuentistas de diferentes orígenes –griegos, españoles, turcos, indios, americanos, moldavos– comparten con el lector 80 cuentos con vida y humor. Cuentos, algunos, que apenas completan una página y llevan a la reflexión o a la pausa o a la risa.

Las historias que aparecen en este libro se encarnan en personajes y se sitúan en antecedentes, momentos, profesiones y edades diferentes. Hay músicos, obreros, activistas políticos, novelistas, tenderos, profesores, vendedores ambulantes… y todos tienen en común el enfoque dicotómico entre lo romaní y lo gachó (o sea, lo gitano y lo payo). Un buen repertorio de ideas para el día a día de quien «trabaja a través del trabajo de otros». Hemos tratado de buscar en los cuentos cosas que cumpliesen dos condiciones: que estuvieran relacionadas con experiencias vividas y que, a la vez, hablasen de hacer el bien a los demás (una forma de acercarles a las obras de misericordia). De manera natural salieron temas relacionados con: «decir la verdad», buscar el «bien común», «dejar que cada uno asuma sus responsabilidades, sin invadir terrenos» (¿no es eso, de algún modo, el principio de subsidiariedad?) y un cierto etcétera de temas que podríamos considerar emanados de la doctrina social de la Iglesia. Se lo dije. Alucinaron. «Oye, ¿en Misa habláis de estas cosas?».

Avanzamos por la vía del reconocimiento y nos detuvimos en diseccionarla: «re», «conocimiento» y «cimiento». Se llevaron tarea para hacer sus listas en lo personal y en lo profesional. «Si te las envío, ¿las miras y me dices lo que piensas?». Tuve que hacerme el fuerte.

Una perla final: «Al tercer intento [Dios] decidió crear el tiempo y un reloj para asegurarse… y cuando sacó las figuras del horno, estaban en su punto, doradas. Este es el origen de los gitanos». Uno dijo: «Eso tiene que ver con la autoestima, ¿no?».