El Papa de la paz justa - Alfa y Omega

Cuando el paso de los años permita observar el pontificado de Francisco con perspectiva histórica, uno de los rasgos originales quizá sea el paso de la doctrina de guerra justa a la de paz justa.

Ese cambio lo inició discretamente en 2016 pidiendo a la conferencia internacional sobre No violencia y paz justa «revitalizar los instrumentos de la no violencia y, en particular, de la no violencia activa», teniendo presente que «el objetivo último y más profundamente valioso de los seres humanos y de la comunidad humana es la abolición de la guerra».

La ley del Talión, ojo por ojo y diente por diente, nació para moderar las represalias, es decir, para que nadie se sintiese legitimado a arrancar los dos ojos a quien le haya arrancado uno. Con el paso del tiempo, ese principio pasó a ser una especie de legitimación de la represalia.

La doctrina tradicional de la guerra justa, como legítima defensa, en determinadas condiciones, etc., tenía sentido cuando las guerras se libraban entre ejércitos. Hasta la Primera Guerra Mundial, el 90 por ciento de las víctimas eran militares, pero a partir de los bombardeos de ciudades en la Segunda Guerra Mundial, muchos conflictos se saldan ahora con un 80 o un 90 por ciento de víctimas civiles inocentes. Basta mirar a Siria, Yemen o Somalia, por no hablar de lo que puede suceder en Corea y Japón (otra vez) en caso de un conflicto nuclear.

En su mensaje sobre la paz para 2017, Francisco proponía la «no violencia activa» y el esfuerzo de todos –estados, organizaciones internacionales, maestros y ciudadanos de a pie– por favorecer la «paz preventiva» y promover la «paz justa». Un esfuerzo continuo, como la prevención de enfermedades.

El pasado uno de noviembre el Papa afirmaba que «las guerras solo producen cementerios y muerte», pero «la humanidad parece no haber aprendido la lección o no querer aprenderla». Al día siguiente, conmemoración de los fieles difuntos, visitaba el enorme cementerio militar americano al sur de Roma para hacerlo visible.

Recientemente ha pedido «trabajar con determinación para construir un mundo sin armas nucleares» y termina el año volcándose en evitar el anunciado traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén «para evitar añadir nuevos elementos de tensión a un panorama mundial convulso y marcado por tantos conflictos crueles».

La paz es necesaria.