2017 para el Papa Francisco: el reto de profundizar en la reforma - Alfa y Omega

2017 para el Papa Francisco: el reto de profundizar en la reforma

Francisco es un reformador. Lo asumió desde el inicio de su ministerio. No un simple maquillador de estructuras. Ni mero administrador en tiempos de crisis. A él le preocupa transformar los corazones. Sembrar cambios de fondo. Este ha sido el reto en sus tres primeros años de pontificado. En 2017 se ha dedicado a profundizar en la reforma. Dentro y fuera de la Iglesia. Un reto no exento de insidias. Se cierra un año intenso, durante el cual Francisco visitó cuatro continentes, se involucró en delicadas crisis internacionales, afrontó afiladas críticas y concentró su atención en aquello que considera importante: los desposeídos

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa come con 1.500 personas desfavorecidas durante la I Jornada Mundial de los Pobres. Foto: EFE/EPA/Claudio Peri

«Los pobres son nuestro pasaporte al paraíso». Palabras que resumen con eficacia el núcleo de la predicación del Pontífice en este año. Las pronunció el 19 de noviembre, en la primera Jornada Mundial de los Pobres. Una celebración que él mismo instauró y constituye, ya, una de sus herencias más significativas. Ese día celebró la Misa con desposeídos de diversas naciones en la basílica de San Pedro y compartió la mesa con 1.500 de ellos en el Vaticano. No por casualidad, su mensaje por la jornada se tituló: No amemos de palabra sino con obras.

Congruencia. Una constante invitación a vivir, con acciones, aquello que se cree con el corazón. Una actitud que Francisco ha querido imprimir a su labor personal e institucional. Eso mismo pidió en su más reciente mensaje de Navidad dirigido a la Curia romana, el 21 de diciembre en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano. Más que un repaso del año que termina, fue una colección de claves de lectura. Válidas para analizar el año que se fue, pero también para anticipar qué ideas de futuro tiene el Obispo de Roma.

En 2017, Francisco no evitó intervenir en situaciones internacionales de conflicto, como la crisis de Venezuela (donde quiso llamar a la cordura), la petición de erradicar definitivamente con las armas nucleares o, más recientemente, en la disputa por haber aceptado Estados Unidos a Jerusalén como capital de Israel.

«La Santa Sede está presente en la escena mundial para colaborar con las personas y naciones de buena voluntad y para repetir constantemente la importancia de proteger nuestra casa común frente a cualquier egoísmo destructivo; para afirmar que las guerras traen solo muerte y destrucción; para sacar del pasado las lecciones que nos ayuden a vivir mejor el presente, a construir sólidamente el futuro y salvaguardarlo para las nuevas generaciones», dijo el Papa en su discurso ante la Curia.

Los viajes de 2017

Así quedó plasmado en sus cuatro visitas internacionales. Comenzando por Egipto, una apuesta multiforme de paz. Rompiendo todo protocolo, Francisco aceptó hacer coincidir su viaje con una conferencia internacional por la estabilidad. Selló la reconciliación final con el imán de Al-Azhar y acercó posiciones con el papa copto Teodoro II.

En mayo le siguió la peregrinación al santuario de Fátima en Portugal, al cumplirse el centenario de las apariciones de la Virgen. Allí, a los pies de aquella señora de blanco, Francisco pidió abandonar visiones catastrofistas, para adherirse a una fe libre de condicionamientos. Además, canonizó a los pastorcitos Francisco y Jacinta.

La paz en ambientes hostiles volvió a ser protagonista en septiembre, durante el viaje a Colombia. Cuatro días para promover la reconciliación interna, tras los acuerdos entre el Gobierno y la guerrilla. La gira, que incluyó cuatro ciudades, le impactó tanto (por su organización y la entrega de la gente) que el Papa la considera la mejor de su pontificado. Un éxito para nada descontado, si se tiene en cuenta el polarizado contexto que la precedió.

De alto voltaje resultó también su recorrido por Myanmar y Bangladés. Un viaje originalmente pensado para incluir la India y que estuvo a punto de cancelarse tras un boicot subrepticio de las autoridades de ese país. Bergoglio pudo transitar más allá de las discusiones con un realismo que lo llevó, incluso, a evitar el uso de la palabra rohinyá en territorio birmano. Eso no le impidió defender con toda claridad los derechos de esta minoría musulmana, víctima de una verdadera limpieza étnica en la región. En Bangladés no solo los mencionó, lloró con ellos.

Resistencias a las reformas

El Papa asigna un valor clave a la diplomacia. Por eso decidió crear la tercera sección de la Secretaría de Estado, división exclusiva para quienes operan en el servicio diplomático de la Santa Sede. Una de las medidas más concretas de una reforma que avanza a paso lento. El mismo Pontífice lo reconoció, en su mensaje de Navidad, citando una «simpática y significativa» expresión de Frédéric-François-Xavier de Mérode: «Hacer la reforma en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes».

Una empresa delicada, un proceso que afronta no pocas cuestiones pendientes. No evitó mencionarlas, con particular crudeza, en su discurso a la Curia. En él exhortó a superar «la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos» que representan «un cáncer» de «autorreferencialidad» que se infiltra en los organismos eclesiásticos y en las personas.

Francisco fustigó a los «traidores de la confianza», personas elegidas para concretar la reforma pero que, al no comprender la importancia de sus responsabilidades, «se dejan corromper por la ambición o la vanagloria». Y cuando «son delicadamente apartadas» se declaran «equivocadamente mártires del sistema», víctimas de un «Papa desinformado» o de la «vieja guardia», en vez de entonar el mea culpa.

Santos… y aprovechados

El Papa saluda durante su viaje a Colombia al excomandante guerrillero Juan Carlos Murcia. Foto: CNS

Desnudando un conflicto aún no resuelto, señaló la presencia en la Curia de personas a las cuales «se les da el tiempo para retomar el justo camino, con la esperanza de que encuentren en la paciencia de la Iglesia una ocasión para convertirse y no para aprovecharse». Al mismo tiempo, no quiso olvidar a la «inmensa mayoría de personas fieles» que sirven cada día en las estructuras vaticanas «con admirable compromiso, fidelidad, competencia, dedicación y también con mucha santidad». En ellas confía para sacar adelante su misión.

En su mensaje, no dio nombres. Pero sus alusiones, bastante personalizadas, trajeron a la mente los casos de algunas salidas clamorosas de funcionarios vaticanos de los últimos meses. Destacan la de Libero Milone, ex revisor general de cuentas, quien presentó su renuncia el 19 de junio acusado de ordenar labores de espionaje sobre personajes de la Curia. O, más recientemente, la de Giulio Mattietti, subdirector del Instituto para las Obras de Religión (conocido coloquialmente como banco del Vaticano). Distinto fue el caso del cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a quien el Papa decidió no renovar en el cargo el 1 de julio. Nombró en su lugar al jesuita español Luis Francisco Ladaria Ferrer.

La reforma de la Secretaría de Estado va acompañada de un cambio de tono en la relación entre la Santa Sede y la Iglesia en los países. Durante 2017, el Papa recibió a episcopados de múltiples países, buena parte de ellos latinoamericanos. «He preferido tener un diálogo de escucha mutua, libre, reservado, sincero que va más allá de los esquemas protocolarios y el habitual intercambio de discursos y recomendaciones», explicó.

Una escucha sincera que se amplía a otras iglesias cristianas, con las que es necesario «deshacer los nudos de las incomprensiones y las hostilidades» y combatir «los prejuicios y el miedo del otro». Fórmula aplicable a otras religiones. Ese diálogo, cuando hay «sinceridad de las intenciones» y es «expresión auténtica de lo humano, no es una estrategia para lograr segundas intenciones, sino el camino de la verdad, que merece ser recorrido pacientemente para transformar la competición en cooperación», aseguró el Papa.

Crecer en la fe

En pocas palabras, la reforma del Papa pasa por la fe. La Navidad es una fiesta que lo expresa de modo cabal. Como Francisco señaló a sus colaboradores: «La Navidad nos recuerda que una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis; una fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer; una fe que no nos interroga es una fe sobre la cual debemos preguntarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe ser animada; una fe que no nos conmueve es una fe que debe ser sacudida. Una fe intelectual o tibia es solo una propuesta de fe, para realizarse debería implicar el corazón, el alma, el espíritu y todo el ser. Dejando que Dios nazca y renazca en el pesebre del corazón, no entre los reyes y el lujo, sino entre los pobres y los humildes».

Frente al islamismo radical, diálogo y ciudadanía

«Juntos afirmamos la incompatibilidad entre la fe y la violencia, entre creer y odiar. Como líderes religiosos, estamos llamados a condenar los intentos de justificar cualquier forma de odio en nombre de la religión». El Papa pronunció estas palabras, el 28 de abril, en un escenario bien dispuesto: la Universidad de Al-Azhar, en Egipto, la principal institución académica del islam suní. El viaje del Papa a Egipto pretendía dar un espaldarazo al proceso de reflexión dentro del islam impulsado por esta institución, fuertemente vinculada al Gobierno egipcio.

En febrero, Al-Azhar ya había acogido a una delegación del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Pocos días después, organizó una conferencia sobre diversidad, convivencia y ciudadanía en la que más de 600 delegados –incluidos representantes del Consejo de los Sabios Musulmanes (Emiratos Árabes) y del islam chiita– firmaron una Declaración de convivencia recíproca islámico-cristiana que condena el uso de la violencia en nombre de la religión y apuesta por un concepto de ciudadanía inclusiva, sin discriminar a los no musulmanes.

Esta petición coincide con la que llevan años haciendo figuras como el patriarca caldeo de Babilonia y principal líder cristiano de Irak, Luis Rafael Sako: crear en los países de mayoría musulmana Estados laicos en los que todos los habitantes, independientemente de su credo –o de la rama al islam a la que pertenezcan–, sean ciudadanos de pleno derecho, con los mismos derechos y deberes; y no, en el caso de los cristianos, una minoría protegida.

Esta apuesta resulta clave a la hora de afrontar la reconstrucción y reconciliación en un Oriente Medio que, en 2017, ha visto la derrota casi total del Estado Islámico. Junto a la celebración, no faltan sombras. A la amenaza de los terroristas que vuelvan a sus países de origen se suma la incertidumbre, mucho más inmediata, del futuro de los territorios liberados, codiciados por sunitas, chiitas y kurdos, cada grupo con el respaldo de distintas potencias regionales y mundiales.

La apuesta de la Iglesia por el derecho a la ciudadanía de todos ha latido también en las palabras del Papa a otra región, el sudeste asiático, representada por Myanmar y Bangladés. No faltan allí los conflictos étnicos y religiosos –sobre todo entre musulmanes por un lado y budistas e hindúes por otro–, de los cuales el más visible es el de la minoría musulmana rohinyá, fuertemente perseguida en Myanmar y obligada a huir al vecino Bangladés por cientos de miles.

Las fronteras de Trump

Durante su primer año de mandato, el presidente estadounidense Donald Trump ha reforzado el muro con México, ha paralizado la acogida de refugiados y ha retirado la protección de la que gozan 800.000 jóvenes indocumentados que llegaron al país siendo niños. El mandatario ha sacudido en 2017 el tablero internacional al adoptar una línea fuertemente aislacionista, retirando a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima, de la UNESCO y de los pactos mundiales sobre migración y refugiados. Pese a algunos gestos provida, sus relaciones con la Iglesia no han sido particularmente fluidas.

La lucha contra los abusos

La dimisión de Marie Collins y Paul Saunders, las dos víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes que formaban parte de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, ha alertado sobre la necesidad de seguir avanzando en la lucha contra esta lacra. El año se cierra con la publicación en Australia de un informe gubernamental sobre los abusos en el seno de instituciones sociales y religiosas que la Iglesia ha valorado como «digno de ser estudiado con seriedad», y con la muerte del cardenal Bernard Francis Law, que encubrió a los sacerdotes abusadores en Boston.

Fátima y la verdadera devoción

Mientras el mundo vive una tercera guerra mundial a pedazos, la Iglesia ha conmemorado el primer centenario de las apariciones de Fátima, estrechamente ligadas a la tormentosa historia del siglo XX. En su visita al santuario portugués el 12 y 13 de mayo, Francisco canonizó a los pastorcitos Jacinta y Francisco Marto, y reivindicó la auténtica devoción mariana, que ve en la Virgen a la «bienaventurada porque ha creído», y no a «una santita a la que se acude para conseguir gracias baratas» o que «detiene el brazo justiciero de Dios», considerado «juez implacable».

Europa, un mar de incertidumbre

La Unión Europea ha celebrado su 60º cumpleaños, en el aniversario de los Tratados de Europa. Esto le valió el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Pero la celebración no ha encontrado a Europa en su mejor momento. A la continua incertidumbre por cómo se desarrollará el brexit se suma el fracaso ante la crisis de los refugiados. En septiembre se cumplía el plazo de dos años para reubicar a 160.000 refugiados llegados a Grecia e Italia. Sin embargo, estas cuotas solo se han cubierto en un 18 %. España está a la cola: solo ha acogido al 14 % de los refugiados asignados.

Ignacio, héroe frente el yihadismo

Reino Unido ha sido, en 2017, el país occidental más golpeado por el terrorismo islamista: cuatro atentados que han dejado 35 muertos y 627 heridos. En medio del dolor, destaca como una luz la heroica muerte del español Ignacio Echeverría, apuñalado por los yihadistas mientras defendía a un policía con su monopatín, el 3 de junio en Londres. Estos datos palidecen frente a los 512 muertos del atentado del 14 de octubre en Mogadiscio (Somalia). En total, en todo el mundo ha habido este año más de un millar de atentados, y más de 7.000 víctimas mortales.

Tom, libre; Yemen, martirizado

«Nunca he tenido miedo a morir», afirmó el salesiano indio Tom Uzhunnalil al ser liberado, en septiembre, de un secuestro de 18 meses a manos de islamistas. El religioso fue apresado en marzo de 2016 durante un ataque contra una residencia de las Misioneras de la Caridad en Yemen. Este país lleva mil días sumido en un conflicto en el que 5.500 civiles han muerto violentamente, tres millones de personas han tenido que abandonar sus hogares y se han producido un millón de casos de cólera. Arabia Saudí solo permite entrar en el país un tercio de los alimentos necesarios.

Vuelve la amenaza nuclear

La escalada de la tensión nuclear entre Corea del Norte y EE. UU. ha llevado el miedo a una catástrofe nuclear a niveles comparables a la Guerra Fría. Es muy oportuna la aprobación en la ONU de un tratado para la prohibición de estas armas. La Santa Sede apuesta por el desarme integral, y en un importante congreso, en noviembre, el Papa condenó «la simple posesión de armas nucleares».