Entrevista a los tres nuevos obispos auxiliares de Madrid: «Lo que se espera de nosotros es cercanía a la gente» - Alfa y Omega

Entrevista a los tres nuevos obispos auxiliares de Madrid: «Lo que se espera de nosotros es cercanía a la gente»

Redacción

Ya eran licenciados en estudios «civiles» cuando ingresaron en el seminario. Llegaron con una vocación religiosa muy marcada, descubierta no en una especie de burbuja, sino viviendo «como jóvenes normales en el mundo», en palabras de Jesús Vidal, que se convertirá el 17 de febrero en el benjamín del episcopado español.

Los tres nuevos auxiliares de Madrid tienen un marcado perfil pastoral y han desarrollado diversas responsabilidades en distintas realidades de la Iglesia, como Cáritas, Manos Unidas, la Acción Católica o Hermandades del Trabajo. Como rasgo central de su próximo ministerio, los tres coinciden en destacar la cercanía a la gente y el acompañamiento «cuerpo a cuerpo» a las comunidades cristianas, de algún modo a imagen de su arzobispo, el cardenal Osoro, a quien el Papa apodó «el peregrino» por sus continuas visitas pastorales.

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José Cobo: «Necesitamos una cercanía muy humana, no teórica».

Tiene un marcado perfil social. José Cobo, hasta ahora vicario episcopal de la Vicaría II, ha estado vinculado desde el inicio de su sacerdocio a Hermandades del Trabajo y a la escuela de Cáritas, donde ha colaborado con la formación del voluntariado. Dejar «que los pobres me evangelicen ha sido una nota común en mi vida de sacerdote y ahora lo seguirá siendo», afirma, y señala que, desde su nueva posición, espera «seguir aprendiendo a ser pastor, que es lo único de lo que sé».

Sus amigos le definen como un hombre «inquieto» que siempre ha buscado mejorar las cosas. ¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta en esta nueva etapa?
La diócesis tiene una tarea muy fuerte de conversión pastoral, de renovar estructuras orientadas a la misión. También tenemos el reto de las periferias, que no son solo los suburbios, sino que existen en la misma ciudad y a nuestro alrededor. Nuestra gran línea de trabajo debe ser cómo organizarnos para darles la buena noticia. Y cómo no, recoger el plan pastoral que hemos trabajado estos años en las parroquias, tiempo en el que la gente ha hablado, ha rezado y ha propuesto. Ahora toca recoger todo esto, escuchar a la gente y actuar en consecuencia.

El cardenal Osoro ha destacado que Madrid es una ciudad de 5 millones de habitantes, por lo que el arzobispo necesita ayuda para que siempre haya un acompañamiento del obispo a cada comunidad cristiana.
Desde mi experiencia como vicario —con la que me ha tocado estar más cerca de mucha gente—, he visto que las comunidades cristianas están deseando abrirse a otras comunidades cristianas, y que los sacerdotes están deseando que haya más fraternidad. Quien puede conseguir esto ahora mismo es la figura del obispo y su cercanía, pero no una cercanía teórica, sino la cercanía del comer juntos, del estar juntos, de visitar la parroquia, de pasar malos ratos y buenos ratos juntos… Esa cercanía muy humana es la que estamos necesitando, porque es la que va a hacer que engranemos y respondamos mejor a los retos que tenemos. Si no todo será teórico, pero como no somos simplemente ideas, sino personas, podemos aportar el aunarnos en la fe y caminar juntos, llorando juntos y riendo juntos. Esa es nuestra labor, la cercanía, crear puentes entre unos y otros desde el compartir diario.

El arzobispo de Madrid, cardenal Osoro, ya ha adelantado que tiene pensadas algunas tareas para cada obispo. A usted le definen como el de perfil más social. ¿Qué puede aportar a este campo tan necesario en la gran ciudad?
El reto de los más pobres, de las periferias, es el reto de toda la Iglesia y esa sensibilidad la llevamos los tres obispos auxiliares muy dentro. Yo, concretamente, lo he vivido desde que salí del seminario, he dejado que los más pobres me evangelicen y esta ha sido una nota común en mi vida de sacerdote. Ahora lo seguirá siendo, y más en esta gran ciudad, donde tenemos muchas fronteras todavía, muchas periferias, mucha soledad, mucha gente sufriendo. Nosotros tenemos una buena noticia, un potencial de felicidad tremendo que comunicar. Esto es parte de nuestro ministerio sacerdotal y episcopal. Va en nuestro ADN.

Ha dicho en ocasiones que es cura y que le gusta ser cura. ¿Es necesaria la figura del cura obispo?
Como vicario he visitado muchas parroquias y eso me ha hecho estar muy cerca de la gente. Tengo muy buenos amigos, hay muchos laicos muy comprometidos con los que me he identificado y he trabajado con ellos y seguiré trabajando así, aunque ahora la extensión sea más grande. Pero el estilo rezo por no perderlo, quiero seguir aprendiendo a ser pastor, que es de lo que sé. No sé de más cosas. La gente me ha enseñado a ser pastor, a estar con ellos y a enseñarles la buena noticia, y con eso seguiremos.

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Santos Montoya: «Nuestra misión consiste en estar cerca de la gente».

Santos Montoya (La Solana —Ciudad Real—, 1966) ha sido rector del seminario menor y viceconsiliario de la Acción Católica, entre otras responsabilidades en la diócesis. Es párroco de Beata María Ana de Jesús y director del colegio diocesano del mismo nombre. Químico en la vida civil, se especializó después en Dogmática al estudiar Teología.

Sus parroquianos coinciden en definirle como un sacerdote cercano. ¿Va a seguir siendo eso, un obispo-párroco?
Al final, nuestra misión consiste en estar cerca de la gente, saber escuchar, saber percibir sus necesidades y evangelizar desde esa cercanía. Es cierto que «acompañamiento» es una palabra clave en estos momentos, pero no se trata solo del obispo. Debe haber un acompañamiento por parte de los sacerdotes en las parroquias, de los responsables de los grupos de jóvenes… Es esa tarea de ir al lado de las personas, orientándolas sin suplantarlas ni eclipsar sus decisiones.

¿Acompañamiento cuerpo a cuerpo?
Es que al final nuestro modelo es Jesucristo. Y Jesús andaba por el templo, se paraba con la gente, tenía sus conversaciones con personajes como la samaritana o Zaqueo… Esto no es nada nuevo que se le haya ocurrido ahora al Papa Francisco. Es lo que, según la propuesta del Evangelio, se espera de nosotros.

Usted ha sido responsable de un colegio diocesano…
En la distribución de tareas en la diócesis, no sé si me voy a encargar de estos temas…

¿Pero cómo ve la evangelización desde la escuela católica?
La realidad de los colegios es muy hermosa y significativa. Nuestra presencia fundamental consiste en la cercanía al alumno y al profesorado, sin descuidar obviamente la parte de gestión. Pero ha de haber un plan pastoral: el colegio debe tener una orientación; no es cuestión de improvisar a salto de mata.

¿Qué es lo que más le ha aportado a usted la experiencia en la escuela?
Intentar sacar lo que el chico lleva dentro. Ojalá todos los alumnos al cabo de unos años de presencia en el colegio descubrieran cuál es su vocación en sentido amplio. El acompañamiento que el colegio hace les debe ayudar a ir descubriendo la orientación de sus vidas, y esto es algo muy hermoso. Hay una gran responsabilidad: que el chico descubra que es un ser libre y que es mirado por Dios con misericordia.

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Jesús Vidal: «El hombre de hoy necesita descubrir que ha sido salvado, perdonado».

A sus 43 años, el hasta ahora rector del Seminario Conciliar se convertirá el 17 de febrero en el obispo más joven de España. Pero también los otros dos nuevos auxiliares de Madrid (52 y 51 años respectivamente) ayudarán a bajar considerablemente la media de edad del episcopado español. Más allá de este dato, los tres nuevos obispos llegaron al seminario ya con licenciaturas civiles. Están acostumbrados a «medirse con el mundo», un rasgo cada vez más frecuente en los nuevos sacerdotes… y ahora, también, en los nuevos obispos.

«Yo el cambio generacional no lo pondría tanto ahora, sino hace 15 0 20 años», afirma Jesús Vidal. «Cuando yo ingresé en el seminario, la mayoría veníamos de la universidad o incluso del trabajo. Es verdad que ha habido un cambio generacional, pero no radical, porque estos procesos siempre van lentos. El cambio sigue y los jóvenes que llegan hoy al seminario vienen partiendo de una experiencia vocacional fuerte y real; es decir, se sienten verdaderamente llamados por el Señor a ser testigos suyos en medio del mundo, con un marcado acento de inquietud por la evangelización, debido a la experiencia del mundo que nosotros traemos, de haber vivido como jóvenes normales en el mundo.

Desde ese conocimiento de «la normalidad», ¿cuál cree que es el secreto de la evangelización?
Yo creo que lo primero es descubrir que no hay secreto para la evangelización. La evangelización no es una técnica y por tanto no es algo que podamos dominar con determinados métodos. Dicho esto, creo que transmitir en estos momentos la experiencia de redención es muy importante: que el hombre de hoy descubra que ha sido salvado, perdonado…, porque vive a veces con un sentimiento de culpa soterrado que no sabe cómo sacar y que nos puede llevar a veces a vivir con muchas tensiones. El hombre necesita una experiencia de redención real, y para eso es imprescindible la cercanía. Por ejemplo, que el sacerdote sea alguien cercano que pueda visitarte en su casa y acompañarte… El trato personal, uno a uno. Hoy la gente necesita ser mirada personalmente, en una sociedad donde a veces se da también cierta impersonalización. Creo que estos son algunos de los rasgos de esta nueva evangelización.

Como rector del seminario o como delegado diocesano de Juventud, los jóvenes han estado siempre en el centro de su ministerio pastoral. Se hacían públicas recientemente las respuestas a los cuestionarios para el próximo sínodo. La gran demanda que hacen a la Iglesia es que les escuche más.
Es fundamental escuchar al pueblo de Dios y la voz de Cristo en los jóvenes. En su corazón hay una sed que apunta a Dios. Y por otro lado, no podemos despreciar la creatividad que el Espíritu Santo puede suscitar en ellos. Es importante escuchar sus propuestas concretas y discernirlas. El Papa Francisco en todos sus documentos está poniendo mucho énfasis en la palabra «discernimiento». Estamos llamados a discernir; no hay que desechar nada a priori ni meterse en esquemas cerrados, sino afrontar la realidad, y desde la luz de Jesucristo y de la tradición de la Iglesia, discernir. Un sínodo es un lugar donde unos y otros se escuchan, sin negar por ello la existencia de distintos ministerios ni la jerarquía de la Iglesia, una jerarquía que está al servicio de la verdad y del bien del pueblo de Dios.

¿La juventud es también un atrio de los gentiles, un lugar especialmente apropiado para acercarnos a los alejados?
Es un atrio en el que verdaderamente podemos descubrir esta sed de Dios que en los jóvenes siempre se encuentra de forma mucho más experiencial. Hay un deseo de verdad y de plenitud, un deseo de una vida plena. Todo el joven lo tiene, porque el día en que deje de tener eso, dejaría de ser joven.

Cristina Sánchez y Ricardo Benjumea