Félix Granda - Alfa y Omega

Félix Granda

Cristina Tarrero
Foto: Granda.com

Félix Granda nació en Pola de Lena en 1868 y falleció en Madrid en 1954. En 1891 fue ordenado sacerdote en Asturias, donde había comenzado a pintar y había adquirido cierta fama gracias a la medalla de oro ganada en la Exposición Regional de Bellas Artes de Gijón. En 1899 solicitó ser incardinado en la diócesis de Madrid-Alcalá. Félix en aquel momento recogía el pensamiento romántico que en Inglaterra se enmarcaba en el movimiento llamado Arts and crafts. Se ensalzaban las artes y los oficios medievales incluyendo el estilo y la tipología, y rechazaban la nueva producción en masa e industrial.

La diócesis de Madrid estaba dirigida entonces por el obispo Cos y Macho, al que había conocido en Asturias cuando era canónigo de la catedral de Oviedo; a él le solicitó continuar con los estudios de pintura iniciados. En el año 1903, con ayuda de la burguesía asturiana que residía en la ciudad, adquirió un palacete conocido como el hotel Las Rosas, situado junto al antiguo hipódromo de Madrid. Allí pondría en marcha el taller para la realización de piezas de calidad dedicando especial atención a los objetos de arte sacro, aunque realizando también obra civil. Esta primera empresa recibirá el nombre de Talleres de Arte, y aquí se realizaban las piezas con ese espíritu artesanal que admiraba. Félix realizaba un seguimiento diario, las revisaba y modificaba si lo veía oportuno. Siguiendo su concepto artístico de recuperación de la antigüedad, adquirió un conjunto de orfebrería litúrgica barroca y renacentista que le servía como fuente de inspiración; su profundo conocimiento de la Sagrada Escritura quedaba plasmado en sus obras y las diferenciaba del resto.

Tras la guerra civil, Talleres de Arte colaboró en la reconstrucción de templos que habían quedado muy deteriorados, rehaciendo retablos, custodias… En el año 1954 falleció y la empresa pasó a su familia, iniciando entonces una colaboración con personas del Opus Dei dado que Josemaría Escrivá de Balaguer conocía y admiraba el espíritu y el proyecto de Félix Granda, que aunaba su faceta de sacerdote con la de artista. A partir de 1962, con los cambios sociales y profesionales se introdujeron dibujantes, arquitectos y delineantes que dieron entonces un carácter más industrial a la producción. En el Museo Catedral de la Almudena se exponen varias piezas de gran calidad procedentes tanto de la primera como la segunda etapa.